Libres

Los cinco asilados venezolanos en la embajada argentina en Caracas ya están libres. También la madre de María Corina Machado. Se les cayó la narrativa, se les cayó el chantaje, y poco a poco, se les cae el muro.

Comencemos por la noticia que nos alegra: los cinco ciudadanos venezolanos que permanecieron asilados —rehenes, en realidad— por más de un año en la Embajada argentina en Caracas lograron salir del país y recuperar su libertad. A ello se suma un hecho de enorme peso simbólico y político: también se logró extraer del país a Corina Parisca Pérez, madre de María Corina Machado, la mujer que encabeza el movimiento social más grande de nuestra historia republicana.

Así, Magalli Meda, Claudia Macero, Omar González Moreno, Humberto Villalobos, Pedro Urruchurtu y Corina Parisca Pérez ya no están bajo las garras de una estructura de poder que ha hecho del terror de Estado su principal mecanismo de control. Hoy están en los Estados Unidos, según confirmó el propio secretario de Estado Marco Rubio:

“Tras una precisa operación, todos los rehenes se encuentran ahora a salvo en territorio estadounidense. El régimen ilegítimo de Maduro ha socavado las instituciones venezolanas, violado los derechos humanos y puesto en peligro nuestra seguridad regional. Extendemos nuestra gratitud a todo el personal involucrado en esta operación y a nuestros socios que ayudaron a asegurar la liberación segura de estos héroes venezolanos”.

Y lo último es fundamental, pues deja claro que, en efecto, se trató de una operación interna, apoyada por el propio gobierno estadounidense y también de otros. ¿Italia, por ejemplo? Puede ser. Es decir, se gestó una acción de liberación de rehenes que fue sumamente exitosa, tanto en lo político, como en lo humano.

Lo humano y lo político: una misma batalla

Estamos hablando de cinco personas (seis, si contamos a Fernando Martínez Mottola, lamentablemente fallecido) que durante más de 400 días, estuvieron encerrados en condiciones infrahumanas: sin electricidad, sin agua corriente, sin gas, con ingresos limitados de alimentos y medicamentos, completamente a merced de la voluntad de un régimen que violó todas las normas del derecho internacional. Omar González, con una delicada condición cardíaca, tuvo que racionar sus pastillas durante días porque no se permitía el ingreso de su tratamiento.

Lo que vivieron fue una forma de tortura prolongada. Pero resistieron. Y hoy, libres, tienen algo aún más poderoso que el miedo: la convicción inquebrantable de seguir luchando por Venezuela. Todos ellos forman parte del equipo cercano de María Corina Machado. Ahora, podrán seguir trabajando en libertad, sin ser rehenes, sin estar en riesgo de convertirse en moneda de cambio o en amenaza para su líder.

El fin del chantaje: se quedaron sin rehenes

Desde el punto de vista político, esta operación constituye un golpe certero al corazón de la estrategia represiva del chavismo. El régimen perdió a seis piezas clave que utilizaba como herramienta de intimidación directa contra María Corina. Es esa la razón por la cual la narrativa que intentan posicionar los propagandistas (rojos y azules) de una “negociación” se derrumba. Ni Nicolás Maduro ni Diosdado Cabello hubiesen permitido que los cinco rehenes de la Embajada o la madre de Machado salieran del país.

El desconcierto fue total. La cúpula chavista no logró controlar la información en tiempo real. Ni Jorge Rodríguez ni los operadores de su aparato propagandístico. Por eso, en las primeras horas, hubo silencio. Recién después, comenzaron a intentar imponer la narrativa del “acuerdo” o la “mesa de negociación”, repetida por sus peones —mal— disfrazados de opositores. Pero era tarde. La operación fue limpia, inesperada y quirúrgica. Y eso, en un régimen que presume omnipotencia, representa una derrota simbólica y fática de alto calibre.

Lo que no se sabe (y lo que sí importa)

La nomenklatura no pudo responder nada durante las primeras horas. Se enteraron como —casi— todos los demás: cuando ya todo estaba hecho. Y ese es el punto: no sabemos nada. Ni usted, ni yo, pero tampoco la tiranía. Las preguntas que se abren son muchas: ¿cómo se concretó la operación? ¿Quiénes participaron? ¿Hubo colaboración interna desde sectores del propio chavismo? ¿Qué rol jugaron terceros países además de los Estados Unidos —Italia, otros?— ¿Se replicará? ¿Habrá más fugas planificadas?

Pero la más relevante de todas quizás sea esta: ¿por qué no se fue María Corina Machado?

La respuesta es tan simple como poderosa: porque no quiso. Porque sabe que su lugar es Venezuela, al lado de su pueblo. Porque el liderazgo no se delega ni se exilia. Porque la victoria final —real, no simbólica— ocurrirá en el terreno, con los venezolanos. Esa decisión, en sí misma, ya es un acto de resistencia.

No hay nada que desee más el chavismo que la salida del país de la líder. No solo no ocurrió, sino que ahora podrá actuar con menos presión.

Esta fue una victoria. Que no nos la arrebaten

Lo ocurrido es una victoria en todos los frentes: moral, político, estratégico. Una victoria para el 90% del país que desea cambio. Una victoria frente a un régimen que se creía invulnerable, y que una vez más fue burlado por la inteligencia, la audacia y la convicción democrática.

Por eso los propagandistas del poder corren a minimizar los hechos. Necesitan instalar que nada cambia, que todo está perdido, que esto fue parte de algún acuerdo. Lo hacen porque su función es sembrar desesperanza, operar desde la resignación. No les creamos. No lo permitamos.

El chavismo perdió otra batalla en el plano simbólico y operativo. No tienen el control absoluto. No lo tuvieron el 28 de julio de 2024, cuando se juntaron actas con apoyo militar. Y no lo tienen ahora, cuando el aparato represivo fue vulnerado desde adentro.

Porque sí, y esto es clave: una tiranía no cae solo por la presión internacional visible, sino también por la corrosión interna, persistente y silenciosa. Las dictaduras suelen aparentar cohesión, pero internamente están llenas de fracturas. La resistencia subterránea, las fisuras internas, las traiciones silenciosas, los errores encadenados… Todo suma. Como los golpes del martillo.

La barbarie chavista ha sido un enemigo formidable, pero no porque sean unos genios sino precisamente por eso: porque son bárbaros. Matan, torturan, amenazan, persiguen, secuestran, desparecen. Y todo lo hacen con gozo, con alevosía. Además, durante mucho tiempo tuvieron a una «oposición» que, en el mejor de los casos, no entendía lo que enfrentaba, y en el peor, no quería enfrentarlo realmente. Pero ya no es así. Y queda claro que no son invencibles. No son eternos. No son más grandes que la decisión de libertad de un pueblo casi en su totalidad.

Hasta que caiga el muro

Esta operación fue un martillazo más. Uno fuerte. Pero falta más.

Porque la única solución posible es la libertad. La de los presos políticos, la de quienes resisten desde el exilio, la de quienes siguen dentro del país, y la de toda Venezuela.

Poco a poco. Martillazo a martillazo. Hasta que caiga el muro.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.