Los presos políticos asesinados por el régimen de Nicolás Maduro

Desde 2015, al menos 14 presos políticos han muerto bajo custodia del Estado venezolano. Este artículo denuncia las condiciones inhumanas y la represión sistemática del régimen de Nicolás Maduro.

La lista de presos políticos muertos bajo custodia chavista ya no cabe en una sola página.

Por más de una década, el régimen de Nicolás Maduro ha convertido las cárceles de Venezuela en centros de exterminio silencioso. Como los campos de concentración estalinistas. Así, sin más. Desde 2015, al menos catorce presos políticos han muerto bajo custodia. Y desde el 28 de julio de 2024 —fecha en la que la dictadura perdió por paliza unas elecciones que se niega a reconocer—, el número de muertos ha aumentado con brutal velocidad. Siete asesinatos en apenas nueve meses. Todos ellos fueron precedidos por detenciones arbitrarias, condiciones inhumanas, tortura sistemática y el colapso total del Estado de derecho.

El último fue Lindomar Jesús Amaro Bustamante, de apenas 27 años. Murió el 3 de mayo de 2025 en la cárcel de Tocorón. Había sido secuestrado por la Policía Nacional Bolivariana durante las protestas contra el fraude electoral. Su familia había advertido sobre su estado mental tras un intento de suicidio. No recibió atención médica. No recibió protección. Fue dejado a su suerte, como tantos otros: condenado a una muerte lenta, en una celda de castigo, sin juicio, sin defensa, sin derechos.

El mismo centro de tortura albergaba a Jhoandri Joel Silva Lara, otro preso político que también intentó quitarse la vida. Su único “crimen”: buscar medicamentos para su hija. Fue secuestrado por la policía política del régimen. Recién fue dado de alta del Hospital Militar tras una crisis nerviosa inducida por las condiciones del encierro.

Como ellos, otros inocentes han sido asesinados por omisión, negligencia o tortura directa:

  • Jesús Rafael Álvarez (dic. 2024)
  • Jesús Martínez Medina (nov. 2024)
  • Osgual González (dic. 2024)
  • César Mayora (ene. 2025)
  • Jesús Gutiérrez González (ene. 2025)
  • Reinaldo Araujo (feb. 2025)

Todos murieron en custodia del Estado. Todos fueron víctimas de un aparato represivo que ya no oculta ni disimula: castiga con encierro, con hambre, con aislamiento, con tortura. El régimen no deja morir: mata.

A ellos se suman nombres como Fernando Albán, Rodolfo González, Carlos Andrés García, Rafael Acosta Arévalo, Salvador Franco, Raúl Baduel. Muertos en años anteriores bajo la misma lógica de exterminio político, donde el único delito es pensar distinto o ejercer ciudadanía.

Hoy, en Venezuela, casi mil presos políticos siguen encerrados. Están secuestrados en centros de detención donde no hay agua potable ni atención médica; donde las celdas se convierten en mazmorras y los custodios en verdugos. Son inocentes. Son víctimas de un sistema de control que se sostiene no por legitimidad, sino por miedo y violencia.

Todo esto ocurre en el mismo país donde la cúpula gobernante saqueó la mayor bonanza petrolera de la historia, destruyó los hospitales, arrasó con los servicios básicos, generó una de las mayores crisis migratorias del planeta y luego se lavó la cara con una falsa apertura económica diseñada solo para una diminuta élite a la que aspiran algunos «dirigentes» que hoy prometen cosas que no se pueden lograr mientras siga la tiranía. El mismo país donde ya no hay democracia, ni libertades, ni garantías, y donde la justicia es un chiste sin gracia. Un narcoestado aferrado al poder con alianzas criminales, represión masiva y propaganda tóxica.

¿Y aún hay quienes piden “pasar la página”? ¿Olvidar las muertes? ¿Aceptar farsas electorales donde no vale el voto sino la repartición del poder?

No.

La democracia no se decreta en una jaula más grande. La única salida real a esta tragedia nacional es el fin de la tiranía. Solo cuando haya justicia y reparación, solo cuando se respete la voluntad popular expresada el 28 de julio, solo entonces Venezuela volverá a ser un país digno para vivir, para invertir, para soñar. Sin presos políticos. Sin campos de concentración. Sin miedo.

Memoria. Verdad. Justicia. Reparación. Y libertad.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.