Cinco piezas del rompecabezas venezolano

El madurismo sobrevive administrando el miedo, mientras la sociedad guarda silencio y la política se mueve entre la clandestinidad, la simulación y la persecución. El Helicoide dejó de ser un edificio para convertirse en un sistema que ordena la vida cotidiana.

  1. La dictadura apuesta por la represión como única posibilidad de continuismo. No tiene ni un solo  líder capaz de llamar la atención. No tiene ideas susceptibles de levantar entusiasmo. Caras anodinas, lenguas secas, fisonomías arrugadas. No asoma proyectos de rectificación que puedan sacar a la economía de una profunda ciénaga. Más pobreza generalizada, más hundimiento. Ni siquiera ante la amenaza de una invasión extranjera, es capaz de  reunir fuerzas que se puedan considerar con alguna seriedad como elementos capaces de resistir un par de días el ataque de cualquier tipo de rivales. Especialmente si se trata de antagonistas poderosos como pocos en el mundo, o como ningún otro. Nada de positivo se puede señalar a estas horas del año en el  inventario del madurismo, nada  halagüeño, aunque se escarbe con la paciencia de Job. Pero no es poco lo que tiene. 
  1. La mayoría de la sociedad guarda silencio frente a sus padecimientos. Nos  encerramos  en nuestras casas y ni siquiera en su cobijo levantamos la voz. Vivimos entre murmullo y murmullo. La calle de las diligencias es solo para trajines apresurados, o para una diversión fugaz, debido al miedo que provocan la cercanía de los esbirros y las noticias que llegan a diario sobre secuestrados, desparecidos y torturados en prisiones que parecen fortalezas inexpugnables. El Helicoide determina todos los movimientos de la sociedad, o los ubicuos helicoides de todas las temerosas  horas y todos los pesados días. Por consiguiente, no es flaca la potencia del opresor. 
  1. Lo que nos sucede a todos se advierte con mayor claridad en la actividad de los partidos de oposición. No sé si se puede hablar  con propiedad de actividad en los asuntos que les conciernen, porque lo que hacen no deja de parecer simulación. O así lo sentimos desde fuera. Situación u omisión comprensibles, desde luego, porque el miedo también determina la vida de sus organizaciones. Aunque tal vez hagan sus cosas en silencio, en los rincones de la clandestinidad, y eso no sería de extrañar porque lo han hecho para nuestro bien antes de que hubiéramos nacido. Pero hoy no están muy visibles, sea como fuere, para facilitar la suplantación o la simulación de los alacranes más desvergonzados y de los reguladores más ganados por una salvadora complacencia. Salvadora para ellos, claro. 
  1. Quizá convenga sacar del cuadro a las gentes de Vente Venezuela, el partido de María Corina Machado, por lo mucho que han crecido y por lo meticuloso de sus planes desde la elección primaria, pero también son ahora los más perseguidos y anatematizados. Por la diligencia y la audacia de sus pasos, no pocos verdaderamente dignos de respeto, se han convertido en el enemigo numero uno de la tiranía y, por consiguiente, también en los primeros perseguidos. De allí que poco sepamos de sus conductas, de sus planes que suponemos en pleno movimiento para una redención generalizada que todavía no tiene fecha en el calendario, ni horario preciso en el reloj cotidiano. Esa redención, a estas alturas, o a estas bajuras, depende de una ficha personal ahora canonizada con justicia en Oslo, pero cuya  luz todavía tiene mucho que iluminar para llevarnos a la republica prometida. La represión le sigue los pasos, además, pero hasta ahora, por fortuna, con más chambonería que precisión. Cuando no la consideremos como una bombilla  a solas, sino como parte principal de una lámpara provista de muchas y variadas lumbres, la cuesta será menos trabajosa. 
  1. Queda  para el final la amenaza de intervención de los Estados Unidos en los asuntos del país. No se trata de nada nuevo, ni de nada preocupante de veras porque ha existido desde  principios del siglo pasado, cuando salimos de pobres para posar como ricos debido a la sorpresa petrolera, pero  puede convertirse en la calamidad de las calamidades debido a las  características de quien la encabeza. Es una operación que depende del delirio y de la falta de escrúpulos del presidente Trump, o sea, de uno de los mandatarios menos confiables y más atrabiliarios  que ha reinado en la Casa Blanca desde la lejana muerte del fundador de la república. Depender de su capricho, de sus disparates y de su ego desenfrenado es lo que nos faltaba como sociedad para ir corriendo al despeñadero. 

Aquí les dejo estas cinco aproximaciones, respetados lectores, esperando que no las sientan disparatadas. O que las remienden como mejor convenga.

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