
¿Maduro arrinconado o Trump en un hoyo?
Maduro y su entorno no han dormido bien en un buen tiempo. Pero Trump no debe estar muy feliz con la falta de resultados cerca del final de 2025.
Han pasado tres meses desde el primer ataque a una “narco-lancha” en el Caribe, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se encuentra en una situación en la que, probablemente, no quería ni imaginaba estar. A pesar de las amenazas, del despliegue militar, los ataques a las lanchas, las recompensas y los ultimátums, Maduro se mantiene en el poder, sin fisuras notables entre sus aliados civiles y militares. En estos 90 días, el tema venezolano ha pasado de ser mínimamente conversado en Washington al tope de la agenda estadounidense, con numerosos artículos de prensa y encuestas —en general poco positivas— enfocadas en la posible intervención militar. Han surgido controversias, como la más reciente en contra del secretario de Defensa, Pete Hegseth, por sus presuntas órdenes en aquel primer ataque de septiembre, y, en general, la popularidad de Trump ha ido cayendo, con unas elecciones muy negativas para su Partido Republicano en el ínterin.
Al mismo tiempo, Trump parece haberse mantenido muy firme en su postura de querer la salida de Maduro y no conformarse con concesiones menores. Sus habituales cambios de opinión y giros repentinos en política exterior, así como su preferencia por acuerdos materiales, no han salido a relucir aquí, con varios reportes de prensa indicando que ha rechazado ofertas petroleras y transiciones a medias en Venezuela.
¿Qué queda entonces? De mantenerse las posturas descritas arriba —Maduro atornillado y Trump firme en su deseo de cambio político—, el siguiente paso en esta escalada sería iniciar ataques dentro de Venezuela. Trump ha lucido muy cauto al respecto. Parece entender lo que muchos venezolanos no queremos ver: los numerosos riesgos e incertidumbres que tales ataques traerían. Ciertamente suena exagerado compararnos con Irak, Libia o Haití; pero también es fantasioso decir que celebraremos la Navidad en democracia, o que Machado tiene todos los cabos atados para implementar un plan en los primeros 100 días de la transición.
El primer riesgo a considerar es que, si Maduro y su coalición aún no se quiebran, ¿por qué lo harían con el impacto de algunos misiles en un lugar remoto del país? Tal resistencia llevaría entonces, necesariamente, a que Estados Unidos escale todavía más los ataques, y que de pistas clandestinas o bombardeos a pequeños grupos de narcotraficantes en zonas rurales tuviera que pasar a atacar directamente bases militares o sedes del gobierno en zonas urbanas. Un salto enorme, que aumentaría las críticas en casa y arriesgaría mayores errores con potenciales controversias. Y quizás eso tampoco acabaría con el control de Maduro.
Pero quizás sí, y, como sugieren recientemente en un artículo en Caracas Chronicles sobre el posible mejor escenario para Machado, los primeros ataques estadounidenses dentro del país sí generan quiebres y levantamientos militares, y Maduro pronto termina arrestado y deportado. ¿Pero y si no? ¿Hasta dónde está dispuesto a llegar Trump si Maduro sigue retándolo? ¿Existen salidas intermedias entre la retirada de Estados Unidos y los ataques militares?
Algunas opciones han salido en reportes de prensa. Maduro presuntamente aceptaría salir del país dejando a cargo a alguien de confianza —los hermanos Rodríguez han sido los mencionados—, y también ha sugerido dejar el poder en un par de años. De lo que poco se habla es del factor clave, el mismo de siempre: la Fuerza Armada. Ya sea por fuerza o por negociación, cualquier cambio en el país necesita ser respaldado por las armas. Esa misma Fuerza Armada denunciada por su estrecha relación con el narcotráfico, grupos guerrilleros y demás organizaciones ilícitas es la que tendría que forzar la salida de Maduro y, sobre todo, defender la nueva institucionalidad del país. Con todo lo que ha costado que le den la espalda a Maduro, ese sería solo el primer paso. Luego tendrían que enfrentarse, a tiros seguramente, a esos mismos grupos armados con los que han colaborado por tantos años. Y quizás es por ese obstáculo que seguimos aquí, sin muchos cambios, luego de tres meses del primer ataque a una “narco-lancha” en el Caribe.