
¿A quién le conviene la división de “los de adentro” y “los de afuera”?
La división entre “los de adentro” y “los de afuera” es una trampa del régimen. Las investigaciones más recientes demuestran que, en el siglo XXI, los exiliados cumplen un rol político clave: visibilizan lo que en Venezuela se intenta silenciar, organizan donde es imposible reunirse, y mantienen viva la voz de la resistencia.
Cada cierto tiempo reaparece el debate sobre “los de adentro” y “los de afuera”. Pudiera hacer muchas consideraciones sobre el tema. Es un asunto complejo que puede abordarse desde distintas perspectivas. Sin embargo, en esta breve reflexión he decidido detenerme en un asunto práctico: ¿a quién le conviene esta división?
Veamos la investigación que publicaron Elizabeth R. Nugent (Universidad de Princeton) y Alexandra A. Siegel (University of Colorado Boulder) en The Journal of Politics (2025). Las autoras analizaron el rol de los exiliados en los procesos de liberación política del siglo XXI. Estudiaron las protestas que se desarrollaron en Egipto en 2019 y ofrecieron hallazgos que pueden nutrir la experiencia de nuestro país. Para efectos de este breve artículo me detendré en dos de ellos. Primero, sobre el rol político que pueden cumplir los exiliados en el siglo XXI. Segundo, sobre la credibilidad de la diáspora como elemento movilizador.
Detengámonos en el primero. Nugent y Siegel identificaron cambios sustanciales entre el papel que desempeñaron los exiliados en el siglo XX y el que han desarrollado en el siglo XXI.
El exilio busca silenciar los testimonios de lucha y desarticular los movimientos políticos. En el siglo XX, estas prácticas limitaron la organización y la movilización social, al tiempo que desgastaron la representación de los actores desterrados. De esta manera, el exilio cumplía roles simbólicos y tareas asociadas a la organización de la diáspora, al soporte logístico y al lobbying en instancias internacionales.
El cambio de siglo y las nuevas tecnologías le dieron un vuelco a esta dinámica. Según las autoras, las nuevas tecnologías han logrado reducir la brecha entre “los de adentro” y “los de afuera”. La comunicación en tiempo real y la capacidad para amplificar mensajes han conseguido que los aportes de los exiliados de nuestro tiempo sean mayores.
El siglo XXI ofrece herramientas extraordinarias para el trabajo político. La primera refiere a la visibilidad del testimonio. Los exiliados podemos dar voz a quienes están amordazados. Podemos decir lo que otros no pueden. Mostramos y sensibilizamos. Por eso, las redes sociales son el espacio público de la resistencia democrática. Y Twitterzuela es Venezuela.
Además, contribuimos en trabajos de organización y formación de los activistas que permanecen en el país. En Venezuela no se puede hacer una reunión presencial de más de cinco personas. Un encuentro de ese tipo pone en riesgo a la militancia. Las organizaciones que verdaderamente nos oponemos a la dictadura no podemos realizarlas.
Pero sí se puede hacer una reunión virtual que cumpla con criterios mínimos de seguridad. De hecho, ese es el espacio de organización más seguro que existe actualmente en Venezuela. En esas salas virtuales desaparece la incitosa brecha de “los de adentro” y “los de afuera”. Los deseos de libertad se transforman en puentes inquebrantables que nos permiten trabajar juntos por un fin que nos supera y nos trascenderá a todos.
El segundo asunto refiere a la credibilidad como elemento movilizador. Las autoras destacan que la tecnología, por sí sola, es insuficiente y debe ir acompañada de la confianza y el prestigio de los exiliados. Un desterrado mantendrá su liderazgo y su capacidad de articulación política si cuenta con el respeto de la audiencia política local.
De esta manera, la brecha no es territorial, sino moral. El clivaje no es geográfico, sino ético. El líder o el activista podrá contribuir con el movimiento de liberación de su país si cuenta con la estima de la audiencia que lo escucha y lo sigue, dentro o fuera del país.
Este criterio ciudadano se extiende a todas las élites. Nadie escapa ni escapará de este juicio. Empresarios, periodistas, académicos, analistas, sacerdotes y obispos… a todos nos medirán con la misma regla. Previsiblemente, el futuro premiará la fidelidad, el sacrificio y la coherencia. Y condenará la adaptación, la indiferencia y el relajo. La democracia permitirá que el juicio sea libre, y el país no se quedará callado… el país no se quedará callado.
Me atrevo a decir que el régimen de Nicolás Maduro comprendió e hizo suya esta realidad. Eso explica los lamentables hechos de represión transnacional que han ocurrido recientemente y los esfuerzos por destruir el prestigio de quienes hemos tenido que salir del país. Recordemos el vil atentado que sufrieron Yendri Velásquez y Luis Peche hace unas semanas en Bogotá y las declaraciones de quienes se esfuerzan por banalizar el exilio y sus dolorosas causas.
Por eso quiero concluir con dos ideas. Primero, la división entre “los de adentro” y “los de afuera” es ficticia. La verdadera brecha es aquella que existe entre quienes hemos sido fieles a la lucha democrática y quienes, por distintos motivos y razones, no lo han sido.
Y, segundo, para responder la pregunta que titula este artículo: la división entre “los de adentro” y “los de afuera” solo conviene a la dictadura. Son ellos quienes se encargan de difundirla. Para ello acuden a quienes decidieron abandonar la lucha por la democracia y encuentran en el recto testimonio de muchos una continua interpelación a su conciencia.