
Su nombre es Catalina Ramos, su libertad es urgente
Catalina Ramos es bióloga, líder cívica, madre y cofundadora de Vente Venezuela. Fue detenida arbitrariamente, desaparecida y mantenida incomunicada por un régimen que persigue a mujeres profesionales, activistas y defensoras de derechos humanos. Su “crimen” fue educar, organizar y formar ciudadanía en un país donde pensar distinto se castiga.
Durante años se repitió que el chavismo encarnaba una revolución feminista: una promesa de igualdad destinada a dignificar a las mujeres en aquel país petrolero que alguna vez fue Venezuela. Sin embargo —y a las pruebas me remito— esa fue otra de sus mentiras, porque no hay acto más violento que arrebatar a una madre de sus hijos. Y eso fue precisamente lo que la revolución terminó haciendo: fracturar familias, vaciar hogares, convertir la maternidad en un ejercicio a distancia o en un acto de supervivencia.
La diáspora de ocho millones de venezolanos —madres dejando atrás hijos, hijos dejando atrás madres— es la evidencia más cruel de un país que expulsó a quienes juró proteger.
En esa herida abierta surgió la voz de María Corina Machado: mujer, madre y líder política, que se convirtió en un símbolo de esperanza para quienes sueñan con reunir a sus familias. Su promesa de traer a los hijos de vuelta dejó de ser un lema para convertirse en un gesto tangible: los jóvenes regresaban al aeropuerto de Maiquetía y la escuchaban decir, con voz maternal, “Bienvenidos a Venezuela, bienvenidos a casa”, escenas que parecían un postcrédito de Marvel en el videoclip Escala en Panamá de Danny Ocean. Pero como buena madre previsora, Machado sabe que la vuelta debe ser segura, con incentivos y oportunidades reales.
Antes de las elecciones del 28 de julio de 2024 —ganadas pese a las artimañas del régimen— lo dejó claro: “Tenemos un plan para transformar Venezuela y construir un país con orden, plata y familia”. Ese proyecto, presentado como una oportunidad económica de un billón de dólares, comenzó a tomar forma mucho antes de que la hoy Nobel de la Paz se consolidara como líder de la transición. Y en ese camino, desde el inicio, ya estaba Catalina Ramos, hoy presa política.
El día que la dictadura silenció otra voz
Catalina del Carmen Ramos no es una presa política común. Es bióloga, expresidenta de la Asociación de Egresados de la Universidad Simón Bolívar, consultora en innovación pública y cofundadora de Vente Venezuela. Creció en el seno de una familia de emigrantes canarios que, desde su llegada, se dedicó a liderar en distintos espacios sociales y cívicos, entendiendo la participación como un deber.
Ha dedicado su vida a formar ciudadanía, coordinar asociaciones de profesionales y promover el pensamiento crítico entre cientos de venezolanos, especialmente jóvenes. Puedo dar fe de ello: fui uno de los jóvenes que se formó bajo su liderazgo. Gracias a sus formaciones en Vente Venezuela, conocí a pensadores como Carlos Rangel, Adam Smith, Ludwig von Mises, Friedrich Hayek, Karl Popper y Milton Friedman. Su visión y liderazgo fueron clave para sembrar ideas de libertad y pensamiento crítico en miles de ciudadanos.
Además, es ciudadana española, una de las presas políticas con doble nacionalidad, lo que debería amplificar la resonancia internacional de su caso en sus dos patrias.
El 26 de mayo de 2025 fue detenida arbitrariamente. Durante días sufrió desaparición forzosa sin que nadie informara de su paradero; luego estuvo incomunicada, sin contacto con abogados ni con sus hijos: Daniela, José Antonio y Luis Manuel, todos radicados en España. No hubo delito. Su “crimen” fue coordinar a nivel nacional las Asociaciones Ciudadanas que impulsan el plan de reconstrucción, educar y organizar en una sociedad donde pensar distinto es un crimen.
Quienes la conocen destacan su capacidad, entrega y humanidad. Catalina encarna un patrón con el que el régimen se ensaña: mujeres profesionales y líderes políticas convertidas en objetivo del poder; en su caso, además, por su cercanía con María Corina Machado.
Catalina no está sola. Su situación refleja la de otras mujeres líderes y activistas como Dignora Hernández, María Oropeza, Rocío San Miguel, Nélida Sánchez y Albany Colmenares, entre más de 180 mujeres criminalizadas, perseguidas o injustamente detenidas en Venezuela, muchas de ellas enfrentando aislamiento prolongado, negación de atención médica, violencia psicológica e institucional, criminalización por activismo o vínculos familiares, tortura, desnudez forzada y amenazas.
Una visión de ciudadanía y cambio
El blog de Catalina, Innovación política y ciudadana, revela la profundidad de su pensamiento. En “No somos los mismos”, reflexiona sobre la ciudadanía como un colectivo consciente, sereno y firme en sus convicciones, no como una masa pasiva. Su énfasis en la legitimidad social y la coherencia de liderazgo muestra que su labor no es reactiva, sino estratégica: construir confianza, participación auténtica y protagonismo ciudadano.
Propone redes de autoorganización y cooperación flexible, sistemas de liderazgo que no dependen de figuras autoritarias, sino de círculos virtuosos de ciudadanos responsables. Para ella, la narrativa moral, la esperanza compartida y la fe en la justicia son tan poderosas como cualquier plan técnico. Su blog refleja la esencia de su activismo: innovación, participación, educación y reconstrucción del tejido cívico tras el quiebre moral que ha significado el régimen chavista.
El país que sueña y la oportunidad que viene
La labor de Catalina no puede separarse del proyecto de reconstrucción presentado por María Corina Machado: “Una oportunidad de un billón de dólares”, diseñado para movilizar inversión en doce sectores estratégicos, desde energía y tecnología hasta agricultura y salud. Es un plan concreto, con un horizonte de 15 años y un potencial de 1,7 billones de dólares en inversiones, que integra a la diásppora venezolana, adopta tecnologías modernas y aprovecha los recursos naturales del país.
Catalina permaneció en Venezuela pese a tener a toda su familia lejos, motivada por su trabajo en la reconstrucción. Su voz, experiencia y liderazgo son indispensables: su libertad no es solo un imperativo moral, sino un requisito estratégico para que Venezuela pueda reconstruirse con justicia, participación y visión de futuro. Su encarcelamiento no es un acto aislado; es un mensaje del poder a quienes construyen ciudadanía.
Símbolo de resistencia y esperanza
En este Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, recordamos que la violencia no es únicamente física. La violencia política, el aislamiento y la represión también lo son. Catalina Ramos encarna ese dolor estructural: mujer, madre, científica y líder, privada de libertad por pensar, enseñar y organizar. Su caso refleja un patrón más amplio de persecución contra mujeres profesionales y líderes comunitarias en Venezuela.
Con estas líneas me sumo a la campaña #EllasNoEstánSolas, que busca alzar la voz por todas las mujeres presas políticas en Venezuela: madres, hijas, estudiantes, niñas, trabajadoras y defensoras que hoy sufren detenciones arbitrarias, tratos crueles, desapariciones forzadas y violencia de género ejercida desde el Estado.
En este caso, muy especialmente, por mi amiga y compañera de lucha, Catalina Ramos. Su nombre debe resonar hoy más que nunca porque su libertad es urgente. Sus hijos merecen abrazarla. Y Venezuela —una Venezuela que quiere renacer como una Tierra de Gracia— necesita líderes como ella en el centro de su reconstrucción.
Como ella misma escribió: “Mi compromiso es que, a pesar del desánimo, el susto y la angustia que a veces se quieren instalar, sea mayor la convicción de que lo lograremos y la fuerza para hacerlo”.