
Las oscuras casas y calles de la metrópoli marabina se iluminaron gracias al ansia de lucro de quienes sin proponérselo directamente contribuyeron al progreso de sus coterráneos.
La primera empresa eléctrica de Venezuela
El 24 de octubre de 1888, Maracaibo se iluminó por primera vez con luz eléctrica. Fue un acto de modernidad en pleno siglo XIX, impulsado por la visión de Jaime Felipe Carrillo, quien fundó The Maracaibo Electric Light Co. y logró lo impensable: llevar electricidad a una ciudad que, hasta entonces, solo conocía el gas y el kerosén.
La noche del 24 de octubre de 1888, la gente concurrió engalanada a la Plaza Bolívar de Maracaibo; iba a presenciar la llegada del alumbrado eléctrico.
The Maracaibo Electric Light Co. fue la empresa creada por Jaime Felipe Carrillo (1845-1912), quien tuvo la visión de iluminar la ciudad de Maracaibo, ubicada al occidente de Venezuela, mucho antes que cualquier otra persona en el país.
Para hacer posible esta idea, el empresario debió persuadir a múltiples ciudadanos de que la energía eléctrica era el futuro. Por eso, ofreció 3.360 acciones a un precio de 100 dólares cada una, para así conseguir un capital social de 336.000 dólares.
La compañía, cuyo asiento estaba en Nueva York (EE. UU.), con domicilio en Venezuela, se proyectaba como pionera en este ramo a nivel nacional. Antes de esto, algunas calles de diferentes poblaciones se iluminaban con la tenue luz de las lámparas de gas y kerosén.
El edificio de The Maracaibo Electric Light Co. fue construido en un terreno donado por el gobierno municipal y estaba ubicado en la calle Industria, esquina con la calle El Milagro (hoy avenida El Libertador). Según cuenta Luisa Figuera, dentro de la construcción había:
“[…] dos motores de vapor, uno de 400 caballos de doble expansión y otro sencillo de un solo cilindro, los cuales funcionaban con su escape al condensador. Contaba además con cinco calderas: dos en batería de la fábrica Abendroth & Root Mfg. Co., de 248 caballos cada una; dos en batería de la fábrica Babcock Wilcox, de 122 caballos cada una, y otra de la misma fábrica, de 125 caballos”.
Cada una de las máquinas fue traída de Estados Unidos, donde se iniciaron los sistemas de iluminación eléctrica.

En este punto vale la pena hacer un paréntesis para subrayar lo siguiente: en diferentes trabajos que cuentan la historia de la compañía eléctrica de Maracaibo se sostiene que fue la segunda ciudad iluminada a nivel latinoamericano, hecho que no coincide con las investigaciones realizadas.
Según Xavier Tafunell, la llegada de los primeros sistemas eléctricos a la región ocurrió en los siguientes años: Brasil y Chile en 1883; Costa Rica en 1884; Argentina y Perú en 1886; México y Uruguay en 1887; Bolivia y Venezuela en 1888; Cuba y Panamá en 1889; Colombia en 1890; Ecuador en 1897; y Haití y Paraguay en 1912 y 1913, respectivamente.
Pero lo que sí se puede constatar, y tiene relevancia, es que la iluminación eléctrica llegó a las ciudades latinoamericanas a la par que en Norteamérica y Europa, e incluso, algunas veces, antes que en varias poblaciones de países considerados más desarrollados.
Se eligió el 24 de octubre de 1888 como la fecha para inaugurar la empresa por un acuerdo entre Carrillo y las autoridades de la ciudad, ya que ese mismo día se cumplía el centenario del natalicio de Rafael Urdaneta, militar que tuvo un papel protagónico en la independencia de Venezuela.
La empresa se expandió con el tiempo, y en la prensa local era común encontrar avisos donde se ofrecía el servicio. Por ejemplo, Luisa Figuera cita un anuncio del diario El Fonógrafo del 16 de enero de 1889, donde se puede leer:
“La instalación del alumbrado privado con lámparas incandescentes de fuerza de luz equivalentes a la de 16 velas de esperma. La suscripción mensual será de 13 reales, y por 6 horas, de 18 reales”.
Este avance dio un impulso adicional a la ciudad, que, como sostiene Ángel Lombardi Boscán, había conseguido hasta cierto punto escapar de las “endógenas y dañinas guerras civiles que asolaron a Venezuela durante todo el siglo XIX, teniendo a los caudillos como terribles tigres de presa”.
Aunque en aquella época sí hubo constantes tensiones con el Ejecutivo nacional —que condujeron en una ocasión al bloqueo del puerto (1863) o a la desaparición por decreto de la figura de Maracaibo como capital provincial (1890-1891)—, la ciudad siguió creciendo.
Para la última década de aquel siglo, Maracaibo contaba con:
- Compañía de Seguros Marítimos (1880)
- Servicio telefónico (1888)
- Agencia telegráfica nacional (1889)
- Banco de Maracaibo, primera banca privada del país (1882)
- Tranvía (1884)
- Ferrocarril (1886)
- Universidad del Zulia (1891)
- Escuela de Artes y Oficios (1888)
- Publicaciones periódicas como El Posta del Comercio, El Derecho, El Tocuyo y la revista El Zulia Ilustrado
Todo ello daba fe del crecimiento de una urbe que contaba con apenas 40.000 habitantes.
E incluso había una cervecería, la Cervecería de Maracaibo, fundada el 12 de junio de 1898. Y, por si fuera poco, la noche del 28 de enero de 1897, Manuel y Guillermo Trujillo Durán, dos hermanos maracaiberos, hicieron posible desde las inmediaciones del Teatro Baralt la primera proyección cinematográfica en Venezuela, mediante el funcionamiento eléctrico del cinematógrafo.
Además, Figuera sostiene que había talleres de fotograbado, fábricas de sombreros, cigarrillos, fósforos, jabones, cerámicas, escobas y esteras, así como aserraderos, alfarerías, astilleros y tipografías, “entre otras pequeñas empresas que generaban trabajo y satisfacían las necesidades del consumo local”.
Otro hecho importante fue la fundación e instalación del Club del Comercio, el 30 de julio de 1891, donde, citando a López de Sagredo:
“… se reunían en diaria peña cervecera un grupo de comerciantes, compuesto por elementos criollos y elementos de las colonias alemana e italiana, estos en escaso número, los que, durante las últimas horas de la tarde, entretenían la espera de la comida evocando recuerdos de la patria lejana, unos, y todos cambiando impresiones sobre las alternativas de la política y el comercio continental y ultramarino…”.
De esas mismas reuniones nacería la Cámara de Comercio de Maracaibo (1894), una de las primeras del país junto a las de Caracas y Puerto Cabello.
Este desarrollo era producto del circuito agroexportador en el que el puerto jugaba un papel protagónico. De allí zarpaban hacia las Antillas, Norteamérica y Europa productos como ganado, cacao, plátano, caña de azúcar, cuero, madera, carbón, aceite de coco, algodón, maíz, aguardiente, calzados, suelas, sombreros, chinchorros, mecates y, por supuesto, el café, su producto estrella.
Estos productos provenían de los estados andinos (Táchira, Mérida, Trujillo), de departamentos de la vecina Colombia (Norte de Santander y Santander) y de la producción interna. Esto conllevó la instalación de casas comerciales extranjeras de Inglaterra, Francia, Italia, Holanda y Alemania —estas últimas provenientes principalmente de las ciudades hanseáticas de Hamburgo y Bremen, como refiere Lombardi.
En cuanto a The Maracaibo Electric Light Co., para 1895 ya contaba con 213 focos instalados en las calles y 3.200 lámparas incandescentes en casas y comercios; además, su capital ascendía a 360.000 dólares y poseía un nuevo edificio ubicado en la calle La Marina, como apunta Figuera. Por aquella época, su expansión permitió llevar electricidad a los barrios San Juan de Dios, Saladillo, Guárico y Santa Lucía.
En 1926, la empresa fue comprada por la Canadian International Power Co., cambiando su nombre a Venezuelan Power Company Ltd., y más tarde, en 1940, se registró como C.A. Energía Eléctrica de Venezuela (Enelven), como acota Eduardo Páez-Pumar.
La historia de The Maracaibo Electric Light Co. es parecida a la de muchas otras empresas eléctricas del país, como C.A. Electricidad de Valencia (ELEVAL, 1889), C.A. Electricidad de Caracas (1897), C.A. La Electricidad de Ciudad Bolívar (ELEBOL, 1910) o C.A. Luz y Fuerza Eléctricas de Puerto Cabello (CALIFE, 1911), donde el capital privado se invirtió sin tener certeza de los beneficios; bastó con la especulación para contribuir al progreso de miles de personas.
Esta situación llevó a que, hasta aproximadamente 1945, el sector privado fuera el mayor oferente de energía eléctrica. A partir de esa fecha, señala Páez-Pumar, “el Estado asume el papel rector en la planificación y reglamentación, y un papel protagónico en el desarrollo del sector en lo referente al financiamiento y la promoción de nuevas empresas”, a través de la Corporación Venezolana de Fomento (CVF), lo que hizo caer el incentivo para crear nuevas empresas privadas.
Finalmente, la compañía orgullo de los maracaiberos fue estatizada en 1976, bajo el gobierno de Carlos Andrés Pérez, usando dinero del Fondo de Inversiones de Venezuela (FIV). Así se puso punto final a una historia de 88 años en manos privadas, que, movidas por el ánimo de lucro, llevaron iluminación a las oscuras calles, plazas, teatros y casas de la ciudad, y pusieron en marcha las pesadas maquinarias de las industrias particulares.
Bibliografía
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Maracaibo y su circuito agroexportador en el siglo XIX (redalyc.org)