
El Béisbol en Venezuela: Regresa el ¿mismo? Magallanes (I Parte)
Decir “Magallanes” es decir béisbol venezolano. Pero pocos saben que el equipo ha muerto y resucitado varias veces desde 1917. De un bar caraqueño al corazón de Catia, de “El Equipo Eléctrico” a los fundadores de la LVBP, la historia del Magallanes es una saga de pasiones, pérdidas y renacimientos.
Susurre el nombre “Magallanes” cerca de un venezolano y este de inmediato entrará en modo béisbol. También es posible que esa persona le diga que es magallanera, y que su equipo es el que cuenta con la fanaticada más grande del país. Eso es cierto: un tercio de los venezolanos dice simpatizar con los bucaneros. “El equipo más antiguo de Venezuela”, seguirá alardeando el amigo; pero no, ahí sí hay que hacer una pausa. Ese es un tema de debate cuyo veredicto puede emitirse desde dos perspectivas: la legal y la simbólica; y ellas no coinciden.
En lo que no hay duda es que “Magallanes” es el nombre más antiguo de nuestro béisbol, y aunque la historia de su origen la abordamos hace un tiempo en estas entregas, permítanme resumirla en beneficio del buen desarrollo de este tema tan controversial.
El primer equipo en lucir “Magallanes” en su camisa fue aquel que nació en 1917, en un bar caraqueño de la parroquia Catedral, entre las esquinas de Solís y Camino Nuevo, en una Caracas de sombreros, alpargatas y tranvías. El nombre se escogió por votación de quienes esa noche se encontraban allí. Sin embargo, la iniciativa no duraría mucho tiempo. El equipo logró debutar en 1918, en un torneo de tercera categoría, pero la cadena de derrotas que sufrió fue tal que los directivos decidieron retirarlo. Entonces estalló el brote de la gripe española que, además de varias centenas de vidas, acabó también con ese primer Magallanes.
Pasaron nueve años para que, en 1927, Magallanes reviviera en los diamantes. El equipo comenzó sus actividades en el plano amateur, aunque con magnas pretensiones que lo llevaron, en cosa de un año, a competir con los grandes de la época, como lo eran Royal Criollos, Cincinnati y Vargas. El equipo, que en este nuevo revivir había hecho de un terreno en Catia su centro de entrenamiento, logró ingresar en 1929 a la joven Liga de Primera División Central (predecesora de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional, LVBP), en la que, en 1930, conquistó su primer título. Es en este período cuando surgen los primeros fanáticos magallaneros, principalmente —por razones obvias— en el área de Catia y sus alrededores.
Sin embargo, en 1933, el fantasma económico y la canibalización de jugadores profesionales que para la época practicaba el Concordia, equipo del hijo del Benemérito Juan Vicente Gómez, sepultaron de nuevo el nombre Magallanes; no sin antes dejar dos cosas como futura herencia: una, la nueva legión de fanáticos —gracias a la rivalidad que formó con el Royal Criollos—, y la otra, su zona de operaciones bautizada, por mandato popular, como “Los Magallanes de Catia”.
El mánager del occiso, Luis Carratú, quien también era uno de los directivos de la organización, calladito y en secreto había registrado el nombre del equipo. Así que, tres años después, en 1936, el vivaracho logró resucitar al muertito, aunque no por mucho tiempo. Ese mismo año, Magallanes falleció por tercera vez.
Entre los nuevos fanáticos que había levantado la novena se encontraba Carlos Lavaud, dueño de una conocida tienda ubicada en el centro de la ciudad, en la esquina de San Jacinto, llamada “El Equipo Eléctrico, S.A.”. En aquel momento, Lavaud contactó a Carratú para que le vendiera el equipo, pero este se negó. Cuatro años más tarde ya no había equipo, pero al fin don Carlos logró que Carratú le cediera el nombre Magallanes. Es así como, en 1940, el comerciante reconstruyó la divisa y la puso en acción, inyectándole, claro está, buena platica. Y como prueba del cariño y los desembolsos que el nuevo propietario puso al frente, mencionaré solo tres de los nombres que don Carlos incorporó a la nómina del resucitado: Vidal López, “Terremoto” Ascanio y “Chucho” Ramos. Como decimos en Venezuela, carro ’e leña.
Blindado como renació, el equipo fue exitoso desde su debut en 1941. Ahora los llamaban “los eléctricos”, haciendo alusión a la tienda de su dueño. Es este el Magallanes que, en 1945, formó parte de los fundadores de la LVBP, es decir, una de las cuatro franquicias originales de nuestra Liga (Caracas, Vargas, Venezuela y Magallanes).
Sin embargo, el final esperaba pocos años adelante. Tan pronto los eléctricos se proclamaron campeones de la temporada 54-55 y representaron a la Liga en la Serie del Caribe disputada en el Universitario de Caracas, Carlos Lavaud sorprendió a todos al anunciar que ya no continuaría en la LVBP. Era una época dura en el frente financiero, repleta de números rojos que ya había hecho desaparecer al Vargas y al Venezuela.
Un veterano de la guerra civil española, quien quince años antes había llegado al país luego de esquivar la ejecución y de pasar tiempo en un campo de concentración, propuso junto a un grupo de empresarios arrendar el Magallanes y darle continuidad. Lavaud accedió, y el equipo se presentó para la temporada 55-56. Tres meses después, la novena estaba en el foso de la tabla de posiciones y con el libro de cuentas sangrando en rojo. Para el grupo de empresarios fue debut y despedida. El equipo de Catia quedaba de nuevo a la deriva.
Las reuniones en la Liga de cara a la temporada 56-57 iniciaron y nadie se presentó por la tropa turca. “He llegado a la conclusión de que el Magallanes no existe”, sentenció en algún momento Carlos Lavaud. Así, cumplida la fecha tope, y luego de once llamados formales para que el Magallanes se presentara en la Liga, a la LVBP no le quedó otra opción sino suspender la franquicia, que además tenía deudas con la Liga que no fueron honradas.
Para no quedar con solo tres equipos, la LVBP decidió abrir una nueva plaza y subastarla. Y así fue como nació la quinta franquicia en la historia de la Liga, y de cómo aquel Magallanes, que aún podía reclamar algún hilo de conexión con el original, desapareció para siempre.
Los afortunados compradores de la nueva plaza fueron otros veteranos de guerra, pero en esta ocasión de la Segunda Guerra Mundial: los publicistas gringos radicados en Venezuela, Johnny Cruz y Joe Novas. La empresa que ocuparía la nueva franquicia se llamó “Oriente B.B.C.”, y jugó bajo el nombre “Indios de Oriente”. Su sede se fijó en el estado Anzoátegui, con casa en el Estadio Municipal de Puerto La Cruz —hoy Alfonso “Chico” Carrasquel—, aunque la mayoría de sus encuentros los disputaron en el Universitario de Caracas.
Indios debutó en la temporada 56-57 y se mantuvo en la Liga durante siete años, poniendo fin a su historia en la campaña 62-63, de la cual se retiró sin culminarla. Para el torneo 63-64 la divisa cambió el nombre por “Estrellas de Oriente” y pasó a manos del margariteño Rafael “Fucho” Tovar; pero ya el caso no tendría remedio y la franquicia se puso en venta.
Es entonces cuando aparece en escena Antonio José Istúriz Romero, apodado el “Catire”, responsable del regreso del nombre Magallanes a la LVBP. ¿Cómo sucedió esto? Seguimos en la próxima entrega.