
La paz y la compleja transición en Venezuela
La transición impulsada en 2024 no fue solo política: fue moral. Es la ruta hacia una paz duradera, basada en los derechos humanos, la justicia y la verdad.
El Premio Nobel de la Paz 2025 otorgado a María Corina Machado surge de un diagnóstico acertado de las causas que han provocado el colapso actual en Venezuela, reconociendo el largo camino recorrido para impulsar la transición. La nota de prensa del Comité ofrece, en este sentido, una síntesis excelente del conflicto venezolano desde la perspectiva de la paz.
En efecto, el Comité reconoció los esfuerzos “por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia”. Es decir, que la transición de la dictadura a la democracia en Venezuela, que Machado impulsó en las elecciones de 2024, tiene como objetivo la paz.
¿Pero qué es la paz? Esta palabra ha sido desgastada por su abusivo uso en los últimos tiempos. El reconocimiento a Machado, por ello, permite recordar que la verdadera paz es aquella centrada en los derechos humanos. Solo desde esta perspectiva puede hablarse de paz duradera.
La lectura de la nota de prensa que resume las cinco razones del Nobel ayuda entonces a comprender, mejor, los objetivos de la transición adelantada en 2024, así como los objetivos que deben guiar la estrategia hasta alcanzar las condiciones institucionales de esa paz verdadera.
Estas cinco razones son: (i) la naturaleza autoritaria del régimen de Maduro que es la negación de la paz; (ii) el rol de la sociedad civil venezolana; (iii) el autoritarismo del régimen reprimiendo derechos humanos; (iv) la unificación de la oposición en torno a la paz y (v) el rol de las elecciones como estrategia no violenta para la democratización.
No hay paz sin democracia: la falsa paz y la paz duradera.
Así, la primera razón que justificó el Nobel se asocia la ausencia de paz con la naturaleza autoritaria del régimen de Maduro. Venezuela “ha evolucionado de un país relativamente democrático y próspero a un estado brutal y autoritario que ahora sufre una crisis humanitaria y económica”. Sin democracia no hay paz, pues “la democracia es un prerrequisito para una paz duradera”.
La “paz” a la cual se ha referido el régimen de Maduro es lo que se conoce como la “paz autoritaria”, que es un oxímoron. En un intento —hoy día inútil— de encubrir su naturaleza autoritaria, el régimen ha usado las formas de procesos de paz y democratización, por ejemplo, con comisiones de la verdad.
Precisamente, el Comité alude a la “paz duradera”, para diferenciarla de la falsa paz, o paz autoritaria. San Juan Pablo II, con insistencia, aludió a la paz duradera como aquella que descansa en los derechos humanos. Con lo cual, los verdaderos esfuerzos para promover la paz en Venezuela son aquellos que se orientan a poner fin al régimen autoritario, como condición necesaria para el restablecimiento de los derechos humanos.
El rol de la sociedad civil: persistir y resistir.
La segunda razón que llevó a conceder el Nobel a Machado apunta a los esfuerzos desde la sociedad civil venezolana por restablecer el orden democrático. Estos esfuerzos, por supuesto, no comenzaron en 2024. Los “esfuerzos de la oposición colectiva, tanto antes como durante las elecciones, fueron innovadores y valientes, pacíficos y democráticos”.
El experimento autoritario de Chávez y que Maduro aceleró, no ha logrado desplazar a la sociedad civil. Por el contrario, la sociedad civil venezolana ha seguido las dos reglas de Epicteto: persistir y resistir. En especial, la vía electoral ha sido empleada para impulsar la transición, incluyendo el referéndum revocatorio presidencial de 2004, el referéndum constitucional de 2007, las elecciones parlamentarias de 2015 y la elección presidencial de 2024. Esta última, y como reconoce el Comité, contó con el liderazgo de Machado para sortear todos y cada uno de los obstáculos impuestos por el régimen, en un esfuerzo inútil por impulsar la paz autoritaria.
La represión sistemática de derechos humanos
La magnitud de las acciones promovidas por Machado para promover la paz en Venezuela es proporcional a la magnitud de los abusos sistemáticos del régimen. De acuerdo con el Comité, los esfuerzos de la sociedad civil tuvieron que enfrentarse a las sistemáticas represiones de derechos humanos del régimen de Maduro. La maquinaria violenta del Estado “se dirige contra los propios ciudadanos del país”, impulsando a casi 8 millones a abandonar Venezuela. El “régimen autoritario de Venezuela dificulta enormemente la labor política”, para lo cual el Comité resumió las principales violaciones cometidas en el marco de las elecciones de 2024.
Con lo cual, la tercera razón invocada por el Comité parte del adecuado diagnóstico de la transición en Venezuela, que no es solo política. Ciertamente, la naturaleza autoritaria del Gobierno requiere acciones para avanzar hacia un Gobierno democrático. Pero, además, es necesario avanzar en una transición económica, para recuperar a Venezuela de lo que el Comité, acertadamente, califica como una “profunda crisis humanitaria y económica”. Hay, además, una transición para reconstruir al Estado, que es la más difícil. El Comité alude al “aparato represivo del Estado”, lo que describe que el Gobierno constituido para el bien común fue suplantado por un aparato de represión organizada.
La unidad de las fuerzas opositoras
La cuarta razón que llevó al Comité a otorgar el premio es el rol de Machado unificando a las fuerzas opositoras de Venezuela. Machado es “una figura clave y unificadora en una oposición política que antes estaba profundamente dividida, una oposición que encontró un punto de encuentro en la demanda de elecciones libres y un gobierno representativo”.
Esta frase contrasta con algunos reportes, por demás superficiales, que aluden a la división de la oposición venezolana. Una de las instituciones a las cuales se ha acudido para disfrazar de paz duradera a la paz autoritaria, es precisamente el concepto de “oposición”. El Comité ayuda a quitar el velo de esta confusión: la oposición, para ser tal, debe oponerse al régimen de Maduro como una condición necesaria para alcanzar la paz.
Este fue el gran logro del proceso de primarias de 2023. Y también, sin duda, el gran logro de la elección presidencial de 2024. No puede entenderse esta elección sin comprender el proceso de reorganización de la oposición venezolana, que, más allá de su diversidad, alcanzó finalmente unidad de propósito: “la defensa conjunta de los principios que garantizan el autogobierno del pueblo, incluso en la discrepancia”.
Las elecciones como instrumento para la paz.
Todas las razones anteriores se concentran en la quinta razón invocada por el Comité, y que se basa en la estrategia de democratización liderada por Machado en 2024. El Comité, correctamente, caracterizó esa elección presidencial como algo más que una simple elección para la alternancia de la presidencia. En realidad, esa elección no fue un fin, sino un medio para alcanzar, por medios no violentos, la paz duradera.
No todas las elecciones en regímenes autoritarios cumplen su objetivo. También las elecciones en Venezuela han sido manipuladas por el régimen para ocultar su autoritarismo tras una fachada democrática. Desde esta perspectiva, ninguna de las elecciones convocadas en 2025 ha sido un medio para alcanzar una paz duradera, pues no forman parte de una teoría de cambio de régimen. No sorprende, entonces, que Maduro haya justificado esas elecciones en la “paz”.
Lo anterior no prejuzga sobre la mejor táctica para enfrentarse a estas elecciones autoritarias, sea que se opte por participar o por abstenerse. Lo que es importante es comprender que, en las actuales condiciones, las elecciones son un medio, pues en Venezuela, el voto no sirve para elegir en libertad.
Precisamente, las elecciones de 2024 no fueron consideradas por Edmundo González y María Corina Machado como un proceso para ocupar espacios políticos, sino como un medio de resistencia civil. Tal y como señala el Comité, “cuando el autoritarismo se adueña del poder, resulta esencial reconocer a los valientes defensores de la libertad: a quienes se alzan y resisten”. La democracia “depende de hombres y mujeres que se niegan a ser silenciados, que se atreven a dar un paso al frente aun cuando el precio sea elevado, y que nos recuerdan que la libertad jamás debe darse por sentada, sino que debe ser defendida con palabras, con valor y con determinación”.
La elección presidencial de 2024 fue un parteaguas, precisamente, pues no se ocupó de repartir espacios políticos, sino de promover la paz duradera con valor y determinación.
El futuro del camino de la paz en Venezuela: palabras, valor y determinación
Las cinco razones que llevaron a conceder el Nobel a María Corina Machado, además, son útiles para comprender cuál es la situación actual en Venezuela, y los principios que han de guiar el camino hasta completar la transición.
Así, los esfuerzos por aparentar una normalidad institucional han quedado más en evidencia frente al Comité: en Venezuela no hay paz, pues no hay derechos humanos. Cualquier aproximación de grises matices, tan solo conducirá a la paz autoritaria, que es la paz de la convivencia forzada y del silencio.
Al mismo tiempo, el Comité otorga un peso adecuado a la gravedad de las acciones de las élites que optaron por violar todos y cada uno de los acuerdos políticos celebrados, precisamente, para garantizar la transición por medio de la elección de 2024. El “régimen se negó a reconocer el resultado electoral y se aferró al poder”.
Normalizar esa grave acción, es un grave atentado a la paz y, además, menoscaba la credibilidad de los esfuerzos de transición. Mirando hacia atrás, un elemento que faltó en las negociaciones —en especial, por parte de la Plataforma Unitaria— fue mayor claridad sobre las consecuencias que tendría el desconocimiento de los acuerdos alcanzados. Las élites creen —o creyeron— que era fácil pasar la página al desconocimiento de los resultados electorales, con una represión disfrazada en nuevas mesas de diálogos, elecciones y comisiones para la “paz”.
Hoy, el Comité del Premio Nobel nos recuerda que el camino a la paz duradera es el camino de la verdad —no el camino de las mentiras, con abusos autoritarios disimulados tras fórmulas de paz—. El camino a la paz verdadera es el camino de las palabras y no del silencio; el camino del valor y no del sometimiento, y el camino de la determinación y no del cálculo político individualista.
Por lo anterior, también sigue faltando una estrategia clara de transición de la justicia, o justicia transicional. La paz verdadera, citando de nuevo a San Juan Pablo II, se basa en la justicia: no hay paz sin justicia, y no hay justicia sin perdón. Este perdón no es, ni puede ser, el olvido, que es la negación de la dignidad de las víctimas.
La paz verdadera, por el contrario, requiere de mecanismos de justicia transicional que eviten la impunidad, pero, al mismo tiempo, no impongan obstáculos que eleven los costos de salida de las élites. La lucha “en favor de una transición justa y pacífica de la dictadura hacia la democracia” es la lucha por la justicia transicional.