
Las costuras que dejó ver el Nobel
El Nobel de la Paz a María Corina Machado dejó en evidencia algo más profundo que la sorpresa: las miserias, silencios y envidias de una parte del liderazgo venezolano.
Sorpresiva en sí misma, la noticia del Nobel de la Paz para María Corina Machado ha deparado momentos curiosos, al menos en lo que a reacciones se refiere. Jamás podría uno haber imaginado, por ejemplo, a la izquierda española o al mismísimo Gustavo Petro prácticamente dándose la mano con los trumpistas más furibundos indignados en redes sociales por la decisión del comité noruego. Casi, como escribió alguien por ahí, zarpaban en una flotilla de protesta rumbo a Oslo.
Que se recuerde, tampoco se había visto hasta hoy a un presidente haciendo pucheros ante las cámaras, convencido de que nadie en el mundo merecía más ese reconocimiento que él mismo. Y ahí lo vimos.
Pero esas cosas pronto quedarán como anécdotas intrascendentes. O eso es lo que cabría esperar, porque a fin de cuentas, lo que opine sobre Machado un tipo como Juan Carlos Monedero poco importa en realidad. En esta historia cada cual jugó su papel: la izquierda panfletera y de banderita en redes sociales hace lo que asume que le corresponde hacer: un coro ruidoso que copia y pega descalificaciones. O que divaga entre las nubes, como Petro. Y en la otra acera, lo mismo.
Realmente interesante es revisar las reacciones entre ciertos venezolanos. O la ausencia de ellas, que es algo que también destaca y dice sin decir.
Henrique Capriles fue de los primeros en pronunciarse. Sin embargo, su mensaje —así como las palabras escogidas— dejan ver la ojeriza que el excandidato presidencial le tiene a María Corina Machado. “Un carajazo ya para ese community manager”, expresó la periodista Milagros Socorro, a propósito del mensaje de Capriles, subrayando además el desacierto de algunas de las palabras empleadas por el exgobernador de Miranda.
Sin embargo, Capriles recordó el trabajo de Machado para lograr que los venezolanos pudiéramos expresarnos a través del voto. A Manuel Rosales le tomó un poco más de tiempo aparecer con un post, a las tres de la tarde, tan aséptico que parece hecho con IA. Pero al menos lo hizo… ¿La UCAB le habrá pedido el suyo a ChatGPT? “Aquí otro mensaje proferido con los dientes apretados”, escribió Milagros Socorro sobre el mensaje publicado por la UCAB en sus redes sociales.
Jesús “Chúo” Torrealba fue generoso en compartir notas periodísticas y mensajes de otros, pero en el suyo felicita y, al mismo tiempo, pretende dar lecciones, como eso de que el Nobel de la Paz premia, pero también compromete. Y, por supuesto, descarrila en su buenismo con aquello de que la paz en Venezuela debe nacer “del acuerdo, el mutuo reconocimiento”. Sí, es lo ideal. Pero, ¿acaso no se ha intentado una y otra vez?
Eso mismo aqueja al Foro Cívico. Hasta la noche del viernes, apenas en su cuenta de X hay un mensaje con una foto de tres personas que sostienen carteles con las letras de la palabra “paz”. El texto que acompaña no menciona al Nobel ni a la ganadora. ¿Les cayó la misma censura que advirtió al Circuito Unión Radio, Venevisión y Televen que no se hablara del tema en su programación del viernes?
¿No es acaso un asunto importante para el país? El Foro Cívico —al menos en su cuenta— también optó por insistir en la necesidad de “salidas dialogadas” y la “disposición a conversar, a pactar en aras del bien común”, como si hasta los propios y pacientes negociadores noruegos no hubieran salido hartos y frustrados de su gestión en Venezuela.
¿Costaba tanto reconocer con un saludo a la primera venezolana en ganar el Nobel de la Paz? ¿O el orgullo impide reconocer el liderazgo?
Un silencio que se agradecería es el de los señores —casi todos con credenciales académicas, para mayor decepción— cuya animadversión hacia Machado es tan fuerte que destilan misoginia y, cada día, con cada posteo, se revelan más cercanos al chavismo-madurismo. Pero no pueden contenerse. No les interesa. De ese clan, Fernando Ochoa Antich se atrevió a lanzar un mensaje público con falsedades y generalizaciones del tipo que puede esgrimir, por ejemplo, Diosdado Cabello en “Con el mazo dando”, pero sin gracia alguna. Y Luis Fuenmayor Toro argumenta en contra con una rabia muy al estilo Comandante Fosforito.
A la par de Ochoa Antich quedó el diputado José Gregorio Correa, identificado en los círculos políticos criollos como la cabeza de la “bancada Gorrín-Fospuca”. En una entrevista con la Televisora Pública de Colombia —cada vez más parecida a Telesur bajo el mandato de Petro—, Correa se despachó al más puro estilo de un dirigente promedio del PSUV: “Cuando estamos en presencia de una politiquería, se desprestigia el premio. El premio se desprestigia porque este es un país que ya tiene muchísimo tiempo en ascuas de una persona que pide que haya invasión, que haya guerra”, soltó en alusión a María Corina Machado.
Es curioso, pero todavía insignes analistas como Jesús Seguías y Luis Vicente León no han desplegado sus artes en redes sociales para explicar a sus seguidores los “escenarios”, lo que representa o los caminos que se abren ahora que la referente de la oposición consolida su proyección internacional y, en consecuencia, gana —otra vez— fuerza global el criterio del escaso talante democrático del régimen de Maduro.
Es importante tener presente lo que dice el texto que explica las razones por las cuales Machado recibe el Nobel: “Venezuela ha evolucionado de un país relativamente democrático y próspero a un Estado brutal y autoritario que ahora sufre una crisis humanitaria y económica. La mayoría de los venezolanos vive en la pobreza extrema, mientras que los pocos en la cima se enriquecen. La maquinaria violenta del Estado se dirige contra la propia ciudadanía. Casi 8 millones de personas han abandonado el país. La oposición ha sido sistemáticamente reprimida mediante fraude electoral, persecución legal y encarcelamiento”.
En siete líneas el Comité del premio lo concentró casi todo. Y eso nos ubica en el escenario de una mujer que acaba de obtener el Nobel de la Paz y tiene que vivir en la clandestinidad dentro de su país. Una mujer que resolvió, apenas en horas, la corriente MAGA que comenzó el día cuestionando la decisión, incluso en formas tan particulares como el tuit de Richard Grenell —“El Premio Nobel murió hace años”—, que no se sabe si lo lanzó por rechazo a María Corina, por adular a su jefe o por estar alineado con los lobistas petroleros y seguir así enfrentándose a Marco Rubio. Lo que hizo la venezolana fue encarar el asunto antes de que llegara a mayores: llamó a Trump y le dijo: “Esto es tuyo, lo acepto en tu nombre y gracias, otra vez, por la ayuda”.
La suya sí era una reacción importante. Lo demás ya pronto será basura de Twitter.