Punch Drunk Love: El romance no tiende a ser directo

"Punch Drunk Love" (2002) es mucho más que una comedia romántica atípica: es la película que mostró a Adam Sandler en su mejor papel dramático y confirmó que Paul Thomas Anderson sabe hablar del amor desde la incomodidad, la violencia contenida y la ternura inesperada. Una obra que, vista desde hoy, revela cuánto ha crecido el director y qué obsesiones nunca ha dejado atrás.

No soy capaz de sobreestimar el impacto que dejó Una Batalla Tras Otra, el nuevo estreno de Paul Thomas Anderson, protagonizado por Leonardo DiCaprio, Chase Infiniti y Sean Penn, sobre mí. Esto me ha hecho reflexionar acerca de la filmografía de Paul Thomas Anderson y el hecho de que, en realidad, yo no he visto todas sus películas. Esta semana me parece útil regresar al año 2002, a su cuarta película: Punch Drunk Love.

En este filme, el director decide aplicar sus habilidades para escribir una especie de comedia romántica moderna. Se ha dicho muchas veces que, al inicio de su carrera, Paul Thomas Anderson tenía dos directores en particular como sus mayores influencias: Martin Scorsese y Robert Altman. La influencia de Scorsese la podemos ver, en su mayor parte, en Boogie Nights, que termina pareciendo una especie de Goodfellas acerca de la industria pornográfica en los años sesenta. Pero la influencia de Robert Altman se siente de forma muy particular en todos los filmes de PTA, destacando especialmente su excelente manejo del diálogo como el mayor punto de contacto. En Punch Drunk Love esta influencia se vuelve literal y obvia, pues la canción que suena repetidamente a lo largo del filme, representando el romance, es He Needs Me, de la adaptación de Popeye el marino dirigida por Robert Altman y protagonizada por Robin Williams y Shelley Duvall.

La película es protagonizada por Adam Sandler en el papel de Barry Egan. Barry es un empresario de un negocio con fines ambiguos: vemos que venden chupones para destapar baños con dados pegados en la parte superior, presuntamente para ser utilizados en negocios como casinos. La mayor impresión que deja el negocio de Barry es que está haciendo lo que sea que pueda para sobrevivir. Barry conoce a una mujer llamada Lena Leonard, interpretada por Emily Watson, y así comienza un romance extraño y antitradicional, pues durante todo este proceso Barry se encuentra siendo chantajeado por unos operativos de un servicio de sexo telefónico que él utilizó una noche particularmente solitaria.

Barry tiene algún tipo de problema de ira, que se manifiesta cuando destruye repentinamente las ventanas de la casa de una de sus hermanas, después de que ellas pasan el tiempo repitiendo historias de lo raro y violento que era durante su juventud. Me gusta la forma en la que el filme maneja la situación mental de Barry: creo que una película moderna no resistiría el instinto de diagnosticarlo, de darle el nombre directo de una condición, pero esto no es algo que le interesa a Punch Drunk Love. Y el no darle nombre a la condición de la que sufre Barry significa que la película tiene mayor libertad para utilizarla; no se ve limitada por los mecanismos de la realidad.

La actuación de Sandler es excelente. Aunque he visto al comediante en roles dramáticos anteriormente, creo que este es el rol dramático que él ha personificado de forma más joven. Me puedo imaginar que, en 2002, fue una película bastante sorpresiva para quienes esperaban “una comedia más” de Adam Sandler.

Punch Drunk Love es muy diferente a Una Batalla Tras Otra. Pero ver una nos permite apreciar cuánto ha crecido Paul Thomas Anderson como cineasta, y también nos muestra qué temas ha mantenido como interés a lo largo de los años. Pues aunque sean películas distintas, ambas son fundamentalmente acerca del amor. Y quizás eso sea suficiente.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.