
Hannah Arendt: pensar la política en el siglo XXI
Hannah Arendt fue una de las grandes pensadoras del siglo XX, pero sus ideas siguen siendo indispensables hoy. Analizó el totalitarismo, la banalidad del mal y la diferencia entre poder y violencia. Defendió la acción colectiva, la pluralidad y la natalidad como condiciones de la libertad.
Biografía intelectual de Hannah Arendt
Hannah Arendt nació el 14 de octubre de 1906 en Linden, Alemania, en una familia judía secular de origen prusiano. Criada en Königsberg, un centro intelectual clave para la época, su infancia estuvo marcada por la muerte prematura de su padre y una educación rigurosa dentro y fuera de casa. Estudió filosofía en la Universidad de Marburgo con Martin Heidegger, cuyo enfoque fenomenológico y existencialista influiría tempranamente en su pensamiento; aunque más tarde criticaría su ambigüedad política durante el nazismo y el distanciamiento ético del mentor intelectual. Bajo la dirección de Karl Jaspers en Heidelberg, completó su doctorado en 1929 con una disertación sobre el concepto de amor en San Agustín (Der Liebesbegriff bei Augustin), donde exploró la natalidad —la capacidad humana de iniciar algo nuevo—, un concepto que va a permear su obra posterior.
El ascenso del nazismo transformó su vida y, por supuesto, la de grandes masas humanas en Europa y el mundo. En 1933, tras ser detenida brevemente por la Gestapo (simplemente por ser judía e intelectual), decide huir a Francia, donde seguirá colaborando con organizaciones de la Resistencia con el fin de ayudar a compañeros de la universidad, judíos, homosexuales, testigos de Jehová, católicos radicales y gitanos a escapar del Holocausto. En 1941, tras la ocupación nazi de Francia, emigra a Estados Unidos, donde hizo su carrera más extensa hasta su muerte en 1975. Para muchos, su experiencia como apátrida en el exilio (y, para otros, en un insilio reflexivo) moldeó su interés por la vida en la polis, la política activa, los devaneos del poder hacia los totalitarismos y la condición humana. En Nueva York, se integraría en círculos intelectuales (cuyo cruce entre el arte, la teoría política, la ciencia y la literatura) le dieron un nuevo ímpetu a revistas como Partisan Review y sus clases multifacéticas en la New School for Social Research.
La obra de Arendt es interdisciplinaria, combina a partes iguales filosofía, política, historia y ética. En Los orígenes del totalitarismo (1951), analiza las raíces del nazismo y el estalinismo, identificando el aislamiento, la propaganda y el terror como herramientas clave para desestructurar la psique y la pluralidad en el lenguaje de los humanos. En La condición humana (1958), redefine la política como una acción colectiva, distinguiendo entre labor, trabajo y acción, y situando a esta última como la expresión viva de la libertad. Su cobertura del juicio de Adolf Eichmann en 1961 para The New Yorker dio lugar a Eichmann en Jerusalén (1963), donde acuñaría uno de sus conceptos más famosos: la banalidad del mal, argumentando que las causas eficientes, las razones suficientes y la suspensión de la ética pueden darse en primer lugar por una obediencia irreflexiva. Este concepto generó controversias, pero consolidó su reputación como pensadora audaz. En Sobre la revolución (1963), comparó las revoluciones Americana y Francesa, defendiendo el poder colectivo frente a la violencia. En Sobre la violencia (1970) profundiza en esta distinción, mientras que en La vida del espíritu (1978) explora el pensamiento, la voluntad y el juicio político, inspirada en un Kant ya despierto de su famoso sueño luego de leer a Hume. Influida por la ética y la estética de Aristóteles, Kant, Heidegger, Jaspers, San Agustín y Montesquieu, Arendt da a luz una disciplina que cabalga a la ciencia política y a la filosofía política por igual. Desde la idea de la observación (theorein) va fundamentando una teoría política centrada en la pluralidad de los momentos humanos y de la acción individual y en sociedad, ofreciendo así una serie de herramientas particularmente útiles en nuestros días para poder procesar la desinformación, la polarización y el autoritarismo del siglo XXI. Murió el 4 de diciembre de 1975, dejando un legado indispensable para pensar la política en tiempos de crisis y para separar al análisis de la prospección y a la descripción de la prescripción.
La tesis doctoral de Hannah Arendt sobre San Agustín
Título: Der Liebesbegriff bei Augustin: Versuch einer philosophischen Interpretation (El concepto de amor en San Agustín: Ensayo de una interpretación filosófica, 1929)
La tesis doctoral de Hannah Arendt, presentada en 1929 bajo la dirección de Karl Jaspers en la Universidad de Heidelberg, es una obra fundacional que anticipa los temas centrales de su filosofía política posterior. Titulada El concepto de amor en San Agustín, la disertación examina la noción de amor (caritas y cupiditas) en las obras principales de San Agustín, especialmente Confesiones (397–400 d. C.) y La ciudad de Dios (413–426 d. C.). Escrita a los 23 años, esta obra refleja el diálogo de Arendt con la fenomenología y el existencialismo, influida por sus estudios con Martin Heidegger, mientras prefigura conceptos como la natalidad, la pluralidad y la capacidad humana para generar nuevos comienzos.
La tesis se estructura en tres partes, cada una dedicada a un aspecto del amor en el pensamiento agustiniano: el amor como deseo (cupiditas), el amor como relación con Dios (caritas) y el amor al prójimo en un contexto social. La tesis central de Arendt es que el amor en Agustín no es solo un concepto teológico, sino una categoría existencial que aborda la condición humana como una tensión entre los deseos terrenales y las aspiraciones trascendentes. Arendt interpreta el amor como una fuerza dinámica que configura la existencia humana, situando a los individuos entre su vida temporal y finita y su anhelo por lo eterno.
En la primera parte, Arendt analiza la cupiditas, el amor dirigido a objetos mundanos y deseos transitorios. Según Agustín, este amor erróneo ata a los humanos a lo efímero, alejándolos de su verdadero ser y de Dios. Arendt conecta esta idea con su posterior crítica al consumismo y a la racionalidad instrumental en La condición humana (1958), donde advierte contra la reducción de la vida humana a la mera labor o consumo. Un ejemplo contemporáneo es la obsesión por la riqueza material en las sociedades consumistas, en el siglo XXI, donde las redes sociales amplifican la cupiditas al fomentar deseos superficiales, desviando la atención de la acción política significativa.
La segunda parte se centra en la caritas, el amor a Dios que reorienta la existencia humana hacia lo eterno. Arendt destaca que, para Agustín, la caritas permite a los individuos trascender su finitud, conectándolos con un orden divino. Este concepto prefigura la natalidad de Arendt, la capacidad humana de iniciar algo nuevo, central en La condición humana. La caritas se manifiesta en actos creativos que transforman el mundo, como ejemplo reciente encontramos en el movimiento Fridays for Future (Europa, 2018–presente), donde la acción colectiva, impulsada por valores compartidos, busca crear nuevos paradigmas ambientales frente al hard power de las industrias contaminantes.
La tercera parte examina el amor al prójimo, el cual Arendt interpreta como la dimensión social del pensamiento agustiniano. Agustín sostiene que el amor al prójimo es una expresión de la caritas dentro de la comunidad humana, promoviendo el reconocimiento mutuo y la coexistencia. Esta idea anticipa la pluralidad de Arendt, la condición de diversidad humana que posibilita la acción política. En contextos modernos, movimientos que van desde la ecología hasta el radicalismo político reflejarían para algunos un ejemplo de este amor al prójimo a través de la deliberación colectiva en plazas públicas, encarnando la esfera pública que Arendt defenderá como espacio de acción plural.
El enfoque fenomenológico de Arendt, inspirado en Heidegger (Ser y tiempo, 1927), se evidencia en su análisis del amor como un modo de ser-en-el-mundo. Sin embargo, se aparta de Heidegger al enfatizar los aspectos colectivos y relacionales del amor, alineándose con la filosofía de la comunicación y la responsabilidad de Jaspers (La cuestión de la culpa, 1946). Sin duda alguna, sería la reflexión de Jaspers sobre los riesgos nucleares la que la convertiría en una columnista combativa, cuyo interés por los aspectos fosilizados de la polemología la llevarían a dar su ortodoxa en distintos espacios del ágora de su tiempo.
Esta tesis también marca su pronta resistencia a los sistemas totalizantes, ya que la teología de Agustín critica los poderes mundanos que suprimen el potencial humano, un tema que Arendt desarrolla en Los orígenes del totalitarismo (1951). Desde San Agustín hasta San Benito, pasando por Humboldt o Habermas, el tema de escuchar y ser escuchado en clave dialógica es clave para toda democracia deliberativa.
La relevancia de la tesis se extiende a problemas contemporáneos. La distinción agustiniana entre cupiditas y caritas ofrece un marco para distanciarse críticamente de los fenómenos como la adicción a las redes sociales (donde los algoritmos manipulan la atención, reflejando la cupiditas al priorizar deseos efímeros sobre el compromiso ético). El amor al prójimo sigue inspirando movimientos de solidaridad global, como los que abordan, por ejemplo, la crisis de refugiados en Europa (2015–presente); allí donde la acción colectiva busca contrarrestar la indiferencia burocrática. Aunque no sea explícitamente política, la tesis establece las bases de la filosofía de Arendt, al explorar la libertad, las relaciones intersubjetivas y la capacidad humana de la empatía, los cuales serán temas que robustecerán su pensamiento político posterior. Su análisis del amor como una fuerza creativa anticipa su visión de la acción y la pluralidad como pilares de la vida política, haciendo de esta obra un punto de partida esencial para comprender su legado.
Vigencia del pensamiento de Arendt
La obra de Arendt sigue teniendo una vigencia en el siglo XXI debido a su capacidad adaptativa para analizar en su total dimensión al Cratos. El ejercicio del poder, el reacomodo de los totalitarismos y la ética en tiempos de crisis sociales toman desde su mirada un enfoque práctico y actual. Su distinción entre el poder (acción colectiva) y la violencia (coerción) va iluminando conflictos muchas veces en tiempo cercano al real. La represión en Hong Kong (2019) o el sistema de crédito social chino son dos ejemplos representativos entro otros muchos. El concepto de La banalidad del mal explica la complicidad automática en sistemas opresivos, así como la desinformación en tiempos de comunicación digital. En las distintas versiones argumentales y factuales de la crisis climática, su énfasis en la acción colectiva inspirará que desafían al hard power en su versión corporativa, estatal o partidocrática. Su llamado al juicio político es crucial en un mundo polarizado, instando a ejercer una dialógica pluralista que preserve los espacios para la libertad frente al autoritarismo y la desinformación deslocalizada.