
Anatomía de la narcotiranía en Venezuela (y por qué su final es condición necesaria para la reconstrucción)
El fin del régimen no es un riesgo: es la única forma de detener la destrucción y abrir el camino a la reconstrucción. Venezuela libre no será un problema, será la mayor oportunidad del hemisferio.
La nueva narrativa de la propaganda chavista —y de sus voceros en español e inglés— insiste en que desmontar la narco-estructura chavista “traería caos”. Es un libreto conocido: los regímenes autoritarios se presentan como el mal menor frente al desorden que ellos mismos provocan. Pero en Venezuela el guion se cae por su propio peso. El chavismo es el caos: quebró la economía, diseñó una emergencia humanitaria compleja, pulverizó las instituciones, destruyó la empresa petrolera, acabó con los servicios públicos, convirtió al territorio en un hub criminal y expulsó a millones. El caos, por tanto, no es una hipotética consecuencia de la salida del régimen; es la condición actual que el chavismo creó, explota y necesita para sobrevivir. Y tiene nombre propio: tiranía narcoterrorista, cleptocrática y kakistocrática.
Lo que sigue es un inventario —duro, con datos— de por qué el fin de este sistema mafioso no solo no generará el desastre que anuncian: es el primer requisito para detenerlo.
1) De la democracia a la narcotiranía: el marco analítico
El profesor José Ignacio Hernández lo formuló así: en Venezuela no hay una, sino tres transiciones pendientes y entrelazadas: la política (del autoritarismo a la democracia constitucional), la económica (de la economía centralizada y anárquica a la economía de mercado) y la del Estado (del Estado fallido y criminal al Estado funcional). Agrego yo: el desmontaje de la estructura narcoterrorista donde los grupos como las FARC y el ELN actúan con absoluta libertad en nuestro territorio. Ninguna puede consolidarse sin las otras. Por ello, durante años, advertimos que pretender “normalizar” al régimen o inyectarle recursos para que “se porte bien” es desconocer la naturaleza del sistema: una coalición de poder que se financia por la corrupción, el contrabando y el narco, y que usa la represión y la cooptación para sobrevivir. Lamentablemente la anterior administración estadounidense no entendió algo tan simple. Y, lo peor, es que algunos de sus miembros, hoy siguen sin entenderlo (o sin querer entenderlo).
Bruce Bueno de Mesquita y Alastair Smith explicaron cómo operan estas autocracias: gobiernan para una coalición ganadora pequeña, a la que reparten rentas y privilegios; cuanto más chica, más control. La consecuencia es obvia: los recursos públicos no se destinan a bienes públicos, sino a engranar lealtades. Moisés Naím, por su parte, lo describió hace años: el chavismo no es “solo” autoritarismo; es un Estado-mafia.
2) La evidencia internacional es unánime: Venezuela está abajo de todo… menos en la represión
Corrupción. En el Índice de Percepción de la Corrupción 2024, Venezuela cayó a 10/100 y se ubicó entre los tres peores del planeta. No es un tropiezo coyuntural: es una trayectoria de estancamiento y retroceso de más de una década.
Estado de derecho. El World Justice Project – Rule of Law Index 2024 colocó a Venezuela última de 142 naciones evaluadas (142/142). No hay garantías, no hay justicia independiente, no hay frenos al poder.
Democracia. En el Democracy Index 2024 de The Economist, Venezuela figura como régimen autoritario, con puntaje 2,25 y puesto 142 de 167.
Paz y violencia. El Global Peace Index 2025 ubicó a Venezuela en el puesto 139 de 163 y como el país que más se deterioró en Sudamérica en el último año (+0,053 de empeoramiento). Solo Colombia quedó por debajo en la región.
A todo eso hay que sumar el terrorismo de Estado que lleva años ocurriendo pero que, desde el 28 de julio de 2024, se intensificó. Así lo dejó claro la propia Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y también la Misión Internacional Independiente de Determinación de Hechos sobre Venezuela, cuyo último informe estableció que en Venezuela existe una política de Estado orientada a silenciar toda disidencia mediante el uso sistemático de la violencia y el terror. Esta política, ejecutada de forma generalizada, organizada y persistente, constituye crímenes de lesa humanidad, en especial persecución por motivos políticos, y compromete la responsabilidad penal individual de sus perpetradores ante la Corte Penal Internacional.
Estos no son adjetivos: son mediciones independientes que, juntas, describen un régimen cleptocrático, criminal y violento, montado para expoliar y dañar. Incompatible con el orden, con la paz, con la estabilidad o con el progreso.
3) Destrucción productiva deliberada: expropiaciones, cierre masivo de empresas y PDVSA arrasada
Durante años, el chavismo expropió tierras y empresas y montó un “Estado empresario” incapaz. Más de 3,6 millones de hectáreas fueron expropiadas bajo la Ley de Tierras, con productividad colapsada; y desde 1999 se registran miles de expropiaciones y confiscaciones documentadas por organizaciones como CEDICE.
El resultado macro: cierre masivo del sector privado. Se estima que unas 370.000 empresas cerraron durante estas dos décadas oscuras (≈60% del total que existía antes de 1998).
El caso PDVSA resume la lógica extractiva del régimen:
En 1998–1999, Venezuela producía ~3,4 millones b/d y PDVSA era una petrolera profesional con cuadros técnicos de primer nivel. Una de las más importantes del mundo. Tras el paro 2002–2003, Chávez despidió a >18.000 trabajadores (casi la mitad de la nómina), politizó la empresa y la convirtió en caja paralela del proyecto.
La producción inició una caída estructural: de más de 3 mbd a niveles históricamente bajos, tocando ~337–340 mil b/d en 2020 (mínimo desde los años 40), con repuntes parciales (≈800–950 mil b/d en 2024–2025) muy lejos del potencial perdido.
La seguridad industrial se degradó: la explosión de Amuay (2012) dejó 48 muertos y evidenció fallas de mantenimiento y gestión. El “show” continuó, pero para peor.
Aunque la propaganda, alguna de esta disfrazada de “análisis académico” venda que la responsabilidad es de “las sanciones”, la realidad es que la caída precede a estas y obedece a decisiones internas: purga de talento, opacidad, desvío de recursos, endeudamiento irresponsable y uso político de la empresa.
4) Emergencia social: pobreza masiva, inseguridad alimentaria y éxodo continental
La contracara humana es brutal:
De acuerdo con datos de la ENCOVI (UCAB) hay pobreza e inseguridad alimentaria severa en amplios segmentos: hasta un tercio del país en inseguridad alimentaria moderada o severa, y 89% de hogares con algún grado de inseguridad alimentaria.
El éxodo es de escala hemisférica: hoy, la migración venezolana supera incluso a la de países en guerra como Ucrania, Siria, Afganistán o Irak.
Según la Plataforma R4V, 7,7 millones de venezolanos han huido del país. De ellos, 6.874.261 están en América Latina y el Caribe (principalmente Colombia, Perú, Brasil y Chile).
El Observatorio de la Diáspora Venezolana calcula que ya somos unos 9,1 millones de venezolanos fuera de nuestra tierra. Hoy hay más venezolanos en el exilio que la población total que tenía el país a fines de los años 60. Somos más que todos los habitantes de Paraguay, Bulgaria, Croacia, Panamá, Armenia o Libia.
Fuera de Venezuela hay un 83,6 % más de personas que toda la población del estado Zulia, 143,3 % más que Miranda, 215,3 % más que Carabobo y 361,1 % más que Distrito Capital.
No se van “por sanciones”: se van por hambre, inseguridad, represión y ausencia de futuro. Se van por el chavismo. Y mientras tanto, el aparato oficial prioriza la renta criminal sobre cualquier política pública sostenible.
5) Narco–Estado: del “Cartel de los Soles” a la economía ilícita que financia la represión
Como si fuera poco, a Hugo Chávez primero y Nicolás Maduro después, no les bastó con destruir al país, sino que además lo convirtieron en un centro de operaciones delincuenciales. No es un mito: hay hechos judiciales y periodísticos. En marzo de 2020, el Departamento de Justicia de Estados Unidos acusó por narco–terrorismo a Nicolás Maduro y a altos funcionarios, detallando una asociación con las FARC para inundar de cocaína el mercado estadounidense. Ya hace más de una década se denuncia sobre esta situación.
Investigaciones sobre el Cartel de los Soles han documentado su operación como federación criminal de sectores del generalato, con rutas que usan pistas clandestinas, fincas y puertos en Zulia, Apure, Bolívar y Amazonas, y alianzas con organizaciones como Sinaloa, CJNG y PCC.
El negocio no es marginal: Transparencia Venezuela (en el exilio) estimó US$ 8.236 millones de ingresos brutos por narcotráfico en 2024 —cifra modelada con precios y flujos regionales, y sustentada en fuentes como UNODC y estimaciones citadas de DEA sobre el peso de la ruta venezolana. Ese dinero no financia escuelas ni hospitales; compra lealtades, armas y represión.
6) “Sacar a Maduro genera caos”: el argumento tramposo (y la respuesta)
Quienes difunden que “sin el régimen habrá Haití” olvidan tres cosas esenciales:
Primero, el caos ya está y lo produce el régimen. No hay Estado de derecho (últimos en el mundo), no hay democracia (régimen autoritario), no hay paz (segunda peor puntuación en Sudamérica), no hay contralor (top 3 mundial en corrupción). Aunque para los lobistas, operadores y propagandistas vender esta idea resulte necesaria frente a la amenaza creíble de ver su régimen caer, la verdad es que no resiste el más mínimo análisis ni cuantitativo ni cualitativo.
Segundo, el chavismo no sabe ni puede crear riqueza. Es una kakistocracia: arrasó PDVSA, inutilizó las tierras expropiadas, destruyó cadenas de valor y expulsó talento. Cualquier “acuerdo” para darle recursos (o licencias puntuales) apenas engorda la caja de la coalición ganadora de la cleptocracia. No hay incentivos para que esos fondos vayan a bienes públicos. Las plagas nunca pueden construir, ni estabilizar, ni pacificar. Solo destruyen.
Tercero, la comparación internacional importa. Como recuerda el colega politólogo, Andrés Malamud, la democracia prendió después de la II Guerra Mundial en Alemania, Italia y Japón porque había Estados funcionales previos. Venezuela tuvo uno: durante décadas fue referencia democrática en la región. No somos —ni seremos— Afganistán o Irak; y desde luego, no somos Haití. Somos un país con capacidad institucional latente, recursos extraordinarios y una sociedad que demostró mayorías democráticas y voluntad de transición. Pero, además, somos una sociedad unificada, sin problemas religiosos. El deseo de cambio es transversal y abarca a casi todo el país, de modo que “una guerra civil” no es posible.
Cuarto, no habrá un “salto al vacío” ni tampoco un desorden dentro de la transición (o las transiciones). Hay un liderazgo consolidado, fuerte e inequívoco: el de María Corina Machado. Hay un presidente electo al que se le debe entregar el poder, tal y como ocho millones lo decidimos el 28 de julio: Edmundo González Urrutia. Hay un equipo pensado, un plan trazado y un apoyo internacional importante.
7) Interés estratégico y oportunidad: del hub criminal al hub energético
Para Estados Unidos y el continente, acabar con la narcotiranía es –y debe ser– un interés de seguridad. La frontera porosa de cocaína, oro ilegal, armas y trata desestabiliza a toda la región. No habrá seguridad hemisférica mientras exista un santuario criminal en Caracas.
También es —seamos claros— una oportunidad económica masiva. Una Venezuela libre necesitará reconstruirse casi desde cero, como alguna vez dijo el gran Carlos Cruz-Diez: energía, infraestructura, agua, salud, educación, conectividad, banca, agro, retail, turismo. El pipeline de inversión es de doble dígito del PIB durante años. La frase de María Corina Machado sintetiza el programa: “Venezuela va a pasar de ser el hub criminal de las Américas a convertirse en el hub energético de las Américas”. Y eso exige reglas claras, seguridad jurídica, un gobierno legítimo que rinda cuentas y personas que sepan lo que hacen: no más bárbaros destruyendo.
8) La hoja de ruta: transición triple y coalición amplia
Transición política: restitución de la constitucionalidad, liberación de presos políticos, retorno de exiliados, garantías y cronograma electoral efectivo.
Transición económica: estabilización macro, ancla nominal creíble, apertura y competencia, autonomía del BCV, reestructuración de pasivos, reinstitucionalización de PDVSA con gobernanza corporativa y asociaciones con majors bajo reglas transparente–competitivas.
Transición del Estado: profesionalización de la administración pública, reforma del sistema de justicia, seguridad ciudadana con fuerza civil profesional, lucha anticorrupción con cooperación internacional.
El liderazgo de María Corina Machado y del presidente electo Edmundo González ha logrado consolidar una mayoría social y política inédita en la historia reciente de Venezuela, sustentada en un plan claro: “Venezuela Tierra de Gracia”. Este proyecto articula tres pilares fundamentales —democracia, mercado y un Estado funcional— y ha generado un marco de propuestas sólidas ya ampliamente desarrollado en distintos ámbitos. Vale la pena destacar, entre otros aportes, el análisis de Carlos Blanco sobre el Estado que viene; la visión de Pedro Urruchurtu acerca de una política exterior renovada y de la migración como activo nacional; las claves de Juan Fernández para rescatar la empresa petrolera; la ruta planteada por David Smolansky para transformar un país violento en una nación segura y ordenada; la reflexión de Juan Miguel Matheus sobre la necesidad de una República adulta, constitucional; y los trabajos de Juan Carlos Navarro y Antonio Canova González sobre la educación como cimiento de la reconstrucción nacional.
Ese es el ancla que puede coordinar expectativas internas y externas y atraer capital paciente.
Conclusión
Venezuela será, después de dos décadas de barbarie chavista, un ejemplo histórico de reconstrucción nacional. Un país que resistió, que eligió ser libre y que verá regresar a millones de sus hijos para contribuir en su renacimiento. El único obstáculo real es la narcotiranía y su red de cómplices, que primero intentaron banalizar la resistencia y el despliegue en el Mar Caribe diciendo que todo “era humo” y que hoy, desesperados, mutaron su propaganda —en español e inglés— para vender que el fin del chavismo traerá “caos”. Pero no hay propaganda que pueda contra una nación decidida a rescatar su República ni tampoco contra la evidencia.
La libertad venezolana tiene un doble valor: moral, porque significa el derecho irrenunciable de un pueblo a vivir en dignidad; y económico, porque abre la puerta a la inversión, la prosperidad y la reinserción en el mundo. Gobiernos y empresas ya lo entienden: sancionar a los capos criminales, perseguir el lavado, cerrar rutas ilícitas y aislar diplomáticamente a la tiranía no es un gesto, es una estrategia en marcha. Y se nota: la narrativa oficial se quiebra frente a la evidencia de la amenaza real y de la libertad que toca la puerta.
Porque el chavismo —y en su expresión más corrosiva, el madurismo— nunca fue un proyecto de desarrollo, ni político. Es una maquinaria de destrucción que solo sabe producir pobreza, éxodo y crimen, exportando inestabilidad al continente. Esa es la raíz de todos los males: económicos, sociales y de seguridad. Todos los males que sufrimos los venezolanos —y muchos que sufre el hemisferio— nacen de esa estructura. Por eso, el fin del régimen no es la amenaza: es la única solución. La historia lo demuestra y los datos lo confirman. Venezuela libre no será un riesgo: será la mayor oportunidad del hemisferio. Y un ejemplo de cómo vencer el oprobio.
- Transparency International, CPI 2024 (Venezuela 10/100).
- World Justice Project, Rule of Law Index 2024 (Venezuela 142/142).
- The Economist Intelligence Unit, Democracy Index 2024 (Venezuela 2,25; rank 142/167).
- Institute for Economics & Peace, Global Peace Index 2025 (Venezuela rank 139/163; +0,053 deterioro).
- UCAB, ENCOVI 2023 (inseguridad alimentaria masiva).
- Plataforma R4V (OIM–ACNUR), venezolanos refugiados y migrantes en ALC (6,87 millones).
- Cotejo.info (Fedecámaras/CEDICE): 370.000 empresas cerradas; ~5.500 expropiadas, ~3.000 operativas.
- Baker Institute / Reuters / CEIC: PDVSA: pico ≈3,4 mbd (1998), mínimo histórico ~337–340 kb/d (2020); repuntes parciales 2024–2025.
- Reuters (2012): Explosión de Amuay (48 fallecidos).
- Departamento de Justicia de EE. UU. (2020): cargos por narco–terrorismo contra Maduro y altos funcionarios. Departamento de Justicia
- Transparencia Venezuela (exilio) (2025): US$ 8.236 millones de ingresos brutos por narcotráfico (2024) y mapeo de actores/rutas. Transparencia Venezuela