
Dos vicisitudes de la libertad de prensa
En México, periodistas valientes destapan la corrupción del huachicol y denuncian la regresión democrática, pese a narcos, militares y el poder de MORENA. Mientras tanto, Venezuela muestra el peor rostro: un eclipse total de la prensa libre.
La libertad de prensa, esencial para la vida de las democracias de nuestros días, pasa por situaciones de peligro y por demostraciones de buena salud que merecen atención. Veremos brevemente un par de esos asuntos, debido a su primordial importancia y porque pueden servir para considerar cómo están de oscuras las cosas entre nosotros.
Las evidencias más fuertes de peligro se observan en los Estados Unidos, situaciones susceptibles de especial consideración debido a la importancia que ha tenido esa nación en la formación de la convivencia moderna para la historia del mundo occidental. Ya en las Proclamas de Filadelfia, documento pionero, se concedió especial tratamiento a la concurrencia pública de ideas como conducto para la construcción de una república capaz de acabar con el antiguo régimen. El postulado encontró apuntalamiento más tarde en la Constitución y en una historia de denuncias y polémicas memorables, que los escritores y los gerentes de periódicos fueron capaces de realizar desde el siglo XIX. No solo por la trascendencia de un trabajo mantenido a través del tiempo, sino también por los intereses materiales que alimentó la prensa para el resguardo de su independencia, se construyó una fortaleza que parecía indestructible.
No significa tal evolución que la rectitud y la ética dominaran el mundo de las comunicaciones, debido a que sobran en su seno los casos de vagabunderías y presiones groseras que han reiterado los dueños de los medios o algunas de sus plumas estelares. Pero es evidente la trascendencia de un periodismo heroico en el descubrimiento de escándalos provocados por altos poderes privados y públicos, entre ellos la presidencia de la república. Hollywood se ha solazado en la divulgación de esas epopeyas. En joyas de la independencia comunicacional como The New York Times, The Washington Post y The Boston Globe persiste la tradición de independencia y resistencia de la prensa de los Estados Unidos, pero ahora deben enfrentar la voluntad totalitaria del presidente Trump, apoyada por una masa significativa y combativa de seguidores. El avasallante autoritarismo que ahora reina en la Casa Blanca, el dios dólar y un conservadurismo cada vez más obcecado pretenden socavar una autonomía consustanciada con la vida de la nación, en una pugna que, por la importancia del lugar en el que sucede, traspasa los confines territoriales.
Pero no todas son novedades lamentables en los pasos del acoso a la libertad de expresión y comunicación, debido a que en el lugar más inesperado ha saltado la liebre del coraje periodístico. En México, hogar de la “dictadura perfecta” desde los tiempos del larguísimo siglo controlado por el PRI y por su sucedáneo, presenciamos ahora el descubrimiento de la corrupción promovida por el partido de gobierno desde el sexenio de López Obrador y amparada por la actual mandataria, su criatura predilecta. Pese al control casi total de los asuntos fundamentales de la sociedad por el partido gobernante, apuntalado por el dominio del Poder Judicial que antes había mantenido una independencia relativa, pero también ante la amenaza del narco presente en la inmensa mayoría de los negocios chuecos que allá proliferan, un elenco de periodistas estelares ha descubierto una cadena de negocios ilegales llamada huachicol, que involucra a altos funcionarios del pasado reciente —militares y civiles— y a dos hijos del presidente que había terminado su gestión con una aureola de rectitud solo alabada con alarde en los tiempos de Porfirio Díaz, un dictador aclamado por plumas alquiladas.
El periodismo mexicano no solo se está ocupando del estercolero del huachicol, con valentía admirable debido a la enemistad que se gana de los mandones de MORENA, de sectores militares y de sanguinarios carteles de la droga. También se ha atrevido a llamar la atención sobre la extinción del sistema democrático que llevan a cabo López Obrador, su partido y la doctora que reina ahora en Palacio Nacional. Precedida por la alarma fundada de intelectuales como Enrique Krauze, Guillermo Sheridan y Héctor Aguilar Camín, entre otros muy calificados y respetados, la prensa se ha atrevido a llamar la atención sobre la destrucción de una convivencia y de un entendimiento de la política —imperfectos pero llevaderos— con raíces que se remontan a la Revolución de 1910. Una atención que va de lo particular a lo genérico, o más bien de los hechos del día a los orígenes de una cohabitación digna de rescate, da cuenta de la existencia de una profesión sustentada en altos valores profesionales y republicanos.
El lector apenas está ante el bosquejo de dos temas especialmente dignos de atención. Ojalá le sirva para calcular el eclipse y la miseria que caracterizan el asunto en Venezuela.