
Geoff Ramsey: El escenario más realista para Venezuela es una transición pactada
El experto en política latinoamericana sostiene que “cualquier estrategia basada en la suposición de que Maduro se convertirá en una buena persona, o se cansará del poder, fracasará”. Sin embargo, no cree probable una acción militar directa de Estados Unidos para desalojar al chavismo del poder.
El senior fellow para Colombia y Venezuela del conocido tanque de pensamiento Atlantic Council, en Washington DC, Geoff Ramsey, no es defensor de las sanciones económicas, pero si considera que la presión al régimen es Importante y “debe estar vinculada a una mesa de diálogo con objetivos claros”. A su juicio, “condicionar la coacción simplemente a la consigna de ´Maduro vete ya´, no ha funcionado”.
Para Ramsey, el despliegue estadounidense en el Caribe no tiene como objetivo atacar Venezuela, sino, más bien, “disuadir a Nicolás Maduro de detener a María Corina Machado”; y también, asomar que si llega a darse un levantamiento militar, sería “bien recibido por la Casa Blanca”.
Sobre las importantes denuncias hechas por la exparticipante del Atlantic Council, Carrie Filipetti, dijo que son “falsas y malintencionadas” y aseguró que la petrolera norteamericana Chevron “no financia ningún trabajo sobre Venezuela” hecho por su organización”.
¿Cuál es su lectura de recientes medidas de la administración Trump hacia Venezuela?
El presidente Trump ha optado por seguir apoyando la democracia y los derechos humanos en Venezuela, pero en simultáneo intenta promover intereses petroleros, energéticos y migratorios que son fundamentales para Estados Unidos. Por esta razón, la Casa Blanca encargó al enviado especial, Richard Grenell, reunirse con Maduro en Caracas y decidió otorgarle a Chevron una licencia para operar en territorio venezolano. Esto también explica que Washington siga buscando la cooperación del régimen de Maduro con los vuelos deportación, durante el mes de agosto se realizaron nueve; la gran mayoría fueron chárteres pagados por el gobierno estadounidense y enviados directamente al aeropuerto de Maiquetía. Estas repatriaciones no serían posibles sin una comunicación regular con Miraflores.
De acuerdo a lo que ha pasado en los últimos días, ¿considera que la balanza de Washington se inclinó hacia la presión y no hacia el pragmatismo económico?
A diferencia de años anteriores, creo que la Casa Blanca está siendo más explícita al reconocer sus intereses geopolíticos, migratorios y económicos en Venezuela; y por eso debería haber un esfuerzo por proponer un camino realista, que la administración Trump tome en serio, para avanzar hacia una transición democrática. No habrá una solución militar liderada por Estados Unidos a la crisis venezolana y el presidente Trump ha sido claro al afirmar que no está interesado en operaciones de cambio de régimen.
Entonces, ¿por qué el inmenso despliegue militar en el Caribe?
El reciente envío de activos navales al Caribe, al igual que el 2020, es una importante demostración de fuerza, pero no necesariamente significa que Estados Unidos vaya a realizar ataques militares dentro de Venezuela que puedan llevar a un quiebre, aunque no descarto esa posibilidad. Más que nada, esto parece ser un intento para disuadir al régimen de detener a María Corina Machado y de dejar claro que cualquier posible intento de levantamiento militar por parte de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) será bien recibido por la Casa Blanca. Desafortunadamente, en la última década Maduro ha sido eficaz en desmantelar intentos de golpe y mantener al alto mando militar en una situación de prosperidad mientras el pueblo sufre.
¿Para usted es posible convencer al chavismo de abrir la puerta de una transición sin una presión real y sostenida de Washington y el resto de la comunidad internacional?
La Plataforma Unitaria (PU) ha declarado que “solo con una verdadera solución política de fondo, encabezada por quienes representan el liderazgo legitimado, podremos abrir las puertas hacia una Venezuela de progreso”. Yo comparto esta postura y creo que la presión es importante, pero debe estar vinculada a objetivos claros en una mesa de diálogo que logre resultados. Por eso, la propia María Corina ha expresado su disposición a promover una transición negociada y no conversaciones vacías.
¿En qué “objetivos claros” debe enfocarse la presión?
Hay quetrabajar más para proporcionar al chavismo un conjunto claro de condiciones bajo las cuales se pueda presionar. Hasta ahora, condicionar la coacción simplemente a “Maduro vete ya”, no ha funcionado; por eso, la PU trabajó arduamente en 2021 para que el régimen firmara el Memorando de Entendimiento, que sentaba las bases para una verdadera vía hacia la restauración, porque se basada en la reinstitucionalización, en lugar de en la esperanza de que Maduro un día desaparezca.
Los negociadores de la PU, y María Corina Machado también, han sido claros al comunicar su disposición a debatir cuestiones complejas en torno a la justicia transicional y las garantías; eso es un paso importante que merece todo el apoyo de la comunidad internacional. Para que la transición funcione, se requerirá una reflexión detallada sobre cómo reconstruir un país, salvaguardar la estabilidad democrática y garantizar el respeto a los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia, la reparación y la no repetición.
¿No es más que evidente que Maduro se burló de ese memorando que menciona, así como luego lo hizo con el Acuerdo de Barbados que firmó bajo el acompañamiento de la administración Biden y otros actores importantes de la comunidad internacional como los gobiernos de Colombia y Brasil?
Las negociaciones, junto con la presión canalizada, fueron los elementos que llevaron al chavismo a recibir la peor humillación que han sufrido en dos décadas. El 28 de julio de 2024, adicionalmente, permitió el fortalecimiento de la oposición en un momento crucial para la resistencia democrática. El Acuerdo de Barbados comenzó con el Memorando de Entendimiento firmado en 2021, que estableció una ambiciosa agenda de reinstitucionalización compuesta por más elementos que meramente buscar unas elecciones creíbles. Hoy valdría la pena revisar esta agenda más amplia.
Pero en términos prácticos el chavismo incumplió ese proceso, al final se robó la elección y se atornilló al poder a punta de represión
Una de las razones del fracaso de las conversaciones iniciadas en 2021, fue que Estados Unidos participó en negociaciones paralelas con el gobierno de Maduro sin tener claro si los mensajes que le transmitían a Jorge Rodríguez coincidían con los de María Corina Machado y la PU. Como hemos visto otra vez ahora, con la visita de Grenell y las negociaciones alrededor de la liberación de presos estadounidenses, el presidente Trump ha optado por mantener un canal de comunicación con el gobierno de Maduro.
En las negociaciones que vienen, será importante que haya una mejor coordinación entre las negociaciones paralelas y la mesa principal, para que Washington, Maduro y la oposición estén siempre en la misma página. También ayudará a que haya una mejor comunicación con la sociedad civil, para que todo el mundo sepa qué esperar del proceso y, en última instancia, pueda influir en él. El Memorando de Entendimiento de 2021 creó un marco para un mecanismo de consulta con la gente que nunca se activó. Deberíamos reevaluar esta propuesta.
¿No terminó siendo un error otorgar oxígeno político y económico al régimen con la flexibilización de las sanciones y con excarcelaciones como la de Alex Saab?
El presidente Trump ha continuado sus complejas negociaciones con Caracas, en parte, porque reconoce que el alivio condicionado de las sanciones es una herramienta que ha logrado avances reales hacia una apertura democrática en Venezuela. La flexibilización de las medidas sancionatorias hizo que Maduro permitiera las elecciones presidenciales; y, como dije antes, la oposición no estaría en el lugar ventajoso que tiene hoy si ese proceso no se hubiera llevado a cabo.
Esta segunda administración, Trump debería retomar ideas que adoptó durante su primer gobierno, como el Marco de Transición Democrática, que ofrecía un alivio de las sanciones a cambio de parámetros verificables que vayan en función de una transición hacia democrática. Cualquier acuerdo nuevo debe insistir en la liberación de todos los presos políticos, el fin de la represión de los disidentes, un camino claro hacia condiciones electorales competitivas y el restablecimiento de instituciones independientes.
¿Para usted Maduro se niega a permitir una transición por falta de garantías o por simple vocación autoritaria?
Creo que cualquier estrategia basada en la suposición de que Maduro se convertirá en una buena persona, o se cansará del poder y se subirá a un avión a Moscú o La Habana, fracasará. Lo lógico sería hacer presión en sus puntos débiles y ver si eso genera una vía eficaz hacia una transición. En el Atlantic Council creamos el “Rastreador de Sanciones en Venezuela”, que es una herramienta para mapear a los sancionados y ver a qué sectores representan. Otra cosa que Estados Unidos podría hacer es comunicarse con quienes tienen más probabilidades de apoyar una reforma democrática desde dentro del país. Esto implica empoderar a los oficialistas moderados y aislar a los de línea dura, para así maximizar las probabilidades de éxito en unas eventuales negociaciones. Identificar estas fragilidades puede ser más fácil de lo que parece, porque existe un conjunto de élites económicas, políticas y militares que podrían tener un futuro prometedor y no quieren que Maduro lo arruine esa posibilidad.
¿Qué valoración hace de la oposición y del liderazgo de María Corina Machado?
Ella es la dirigente opositora más popular de Venezuela, y su liderazgo es la razón por la que la hemos recibido en nuestra institución antes y después de su victoria en las primarias. También es la razón por la que me comunico regularmente con sus representantes en Washington y los involucró en nuestro trabajo y en cada sesión de nuestro Grupo de Soluciones para Venezuela.
Por su parte, la oposición venezolana, ciertamente, cuenta con un apoyo mayoritario, pero su margen de maniobra es limitado debido a la represión estatal y la constante campaña de intimidación que enfrenta. Aun así, la oposición ha logrado documentar su victoria electoral con actas de escrutinio y obtener una amplia solidaridad internacional; sin embargo, me preocupa que puedan dividirse nuevamente. Algunos partidos abandonaron la PU y participaron en las elecciones parlamentarias y regionales convocadas por Maduro. Creo que el gobierno impulsará una campaña de “divide y vencerás” en los próximos meses, para fragmentarla aún más.
¿Por qué lo señalan de ser severo con la oposición, pero indulgente y conciliador con el chavismo?
En mi último viaje a Caracas, me reuní con Machado y sus asesores, quienes se encontraban detenidos en la Embajada de Argentina en ese momento. Hablo regularmente con todos los actores de la oposición y creo que la participación del sector de María Corina Machado en nuestro trabajo ha sido fundamental. Tan solo este año, hemos recibido dos veces a Roberto Enríquez, Secretario Ejecutivo de la PU; y en el último evento dije claramente que Maduro ha violado sistemáticamente el derecho fundamental de los venezolanos a elegir a sus propios líderes y eso ha llevado al país al colapso económico y a la corrupción. Yo no creo que pueda haber una negociación exitosa en Venezuela si no se comprende la naturaleza de la crisis y de este gobierno, ni si simplemente se espera que de repente el chavismo comience a comportarse como una democracia liberal.
Para usted, ¿cuál es el escenario más realista para el país en los próximos tiempos: una negociación, un colapso interno del régimen o una intervención más directa de actores externos?
El escenario más realista es una transición pactada, que implique una combinación de presión canalizada y negociaciones estratégicas con el chavismo, por eso considero un error presentar estos dos elementos como polos opuestos. Un colapso interno parece improbable, debido a la resiliencia del partido gobernante y sus incentivos para aferrarse al poder. Y la intervención externa directa es aún menos probable debido a sus altos costos, su baja legitimidad regional y el abierto rechazo de la Casa Blanca a las operaciones armadas. Por lo tanto, creo que el camino más plausible a la democracia en Venezuela se parece más al que transitó Polonia entre 1989 y 1991: un proceso de negociaciones complejas entre ambas fuerzas que se traduzca en reformas secuenciales y verificables.
La exparticipante en el Grupo de Soluciones para Venezuela del Atlantic Council, Carrie Filipetti, denunció que hubo presiones internas para favorecer una narrativa a favor de las licencias a Chevron, añadiendo que descubrió aportes millonarios de dicha compañía a su organización. ¿Cuál es exactamente la relación de Chevron con el Atlantic Council?
Rechazo estas afirmaciones falsas y malintencionadas. Chevron no financia ningún trabajo del Atlantic Council sobre Venezuela. Ellos y muchas otras empresas han sido donantes de distintas instancias de nuestra organización, porque somos una institución global compuesta por dieciséis diferentes centros temáticos y geográficos. Esa relación es pública y está documentada anualmente en nuestro sitio web y en el Informe Anual. Yo puedo decir con total certeza que ningún representante de esta empresa petrolera ha participado en los grupos de trabajo que hemos organizado sobre Venezuela, ni ha tenido ninguna influencia en los informes o recomendaciones que hemos elaborado en el Centro de America Latina.
Para garantizar la transparencia, el Atlantic Council divulga anualmente todas las fuentes de apoyo financiero que recibe cada una de nuestras dieciséis centros y contamos con una estricta política de independencia intelectual. Mantenemos absoluta autonomía con respecto al contenido y publicaciones que realizamos.
¿Cómo garantizan que las recomendaciones del Grupo de Soluciones para Venezuela no están condicionadas por los aportes de una compañía que tenga intereses directos en el país?
El Atlantic Council, el Centro para América Latina Adrienne Arsht (AALAC) y el Grupo de Soluciones para Venezuela han trabajado durante mucho tiempo para promover una solución democrática a la crisis, identificando incentivos para avanzar hacia una apertura y al mismo tiempo promoviendo los intereses económicos, geopolíticos y de seguridad de Estados Unidos.
El último informe que publicamos sobre Venezuela resaltó el debate actual en Washington sobre qué hacer con la crisis, pero sin posicionarnos sobre cuál es la mejor línea de acción. El documento plantea dos opciones, la primera consiste en generar incentivos para una reforma democrática gradual, incluyendo la autorización condicional de la inversión energética estadounidense y de sus aliados, si se logran avances importantes. La segunda consiste en ejercer una amplia presión para el colapso del régimen; esto contempla la revocación de todas las licencias petroleras, la intensificación de las sanciones, la confiscación de activos y el fortalecimiento a la sociedad civil. El texto termina enfatizando que independientemente de las decisiones de la administración Trump, la meta debe ser cortar los vínculos geopolíticos de Venezuela con China, Irán y Rusia.