Radicalizar y deshumanizar

Vivimos en una era donde los algoritmos deciden a quién odiamos. Las redes sociales, convertidas en cámaras de eco, están radicalizando a jóvenes y deshumanizando a quien piensa distinto.

Llevo tiempo dándome cuenta de cómo las redes sociales son cámaras de eco extremadamente sofisticadas, catalizadoras para la radicalización política y la deshumanización del contrario.

Lo he vivido yo.

Yo mismo he llegado a pensar algún sinsentido, a mirar distinto a algún tipo de persona, a dar like a algún tweet nefasto… afortunadamente, mi criterio se ha sobrepuesto a ello, apoyado en un compás moral que ha encontrado su mejor, más estable y más confiable cimiento en el pensamiento tradicional y la antropología católica. Muchos jóvenes a lo largo del mundo están pasando por lo mismo, y está bastante claro que este viraje surge como una reacción a la sociedad líquida y desarraigada, al relativismo cultural y a la creciente mirada deshumanizante, la cual quiero denunciar; pero también surge porque la Verdad trascendente supera las contingencias de nuestros tiempos, y se mantiene porque su vigor radica en su realidad fuera del tiempo.

Asesinan a un activista conservador en el “país de la libertad”, en el campus de la Utah Valley University, casualmente mientras debatía sobre la violencia armada —el chico con el que estaba debatiendo declaró querer probarle que la izquierda es pacífica—. La escena es terrorífica. La bala, disparada con un fusil de caza desde una larga distancia, dio en su cuello, como simbolizando un «cállate». Charlie Kirk estaba sentado bajo una carpa con el mensaje «Prove me wrong» (Demuestra que estoy equivocado). Se reporta en redes que estaban presentes su esposa y sus hijas, y que su hija corrió hacia él al asustarse por el sonido del disparo.

Parece que ya atraparon al culpable, un chico de mi edad (22 años) llamado Tyler Robinson, quien pensaba que Kirk era un fascista. Reportan que su propio padre lo entregó, y se le asocia a un grupo de Discord alineado al movimiento de izquierda radical Antifa. Le podría tocar la pena de muerte, como lo pidió el mismo gobernador de Utah, Spencer Cox. Muchos se preguntan cómo ese chico llegó a ese punto. Yo considero que internet tiene el gran peligro de sumirnos en el irrealismo, y alterado el sentido de realidad, de radicalizarnos, lo que ha llegado a politizar escuelas y campus universitarios en todo el mundo, partiendo desde los jóvenes encerrados en sus cuartos. Ya la serie Adolescence de Netflix advirtió sobre esto, en cuanto a la distorsión en la percepción de la mujer. De la misma manera, surgen distorsiones ideológicas que llevan a este tipo de actos atroces.

Por otro lado, una izquierda liberal nefasta, que no estaba de acuerdo con los planteamientos de Kirk, sale celebrando —los que hacen eso son, directamente, otro peligro para la sociedad— o publicando opiniones del tipo «Bueno, él se lo buscó», acompañadas de algunas fotos de titulares de artículos que probablemente ni han leído, quizá sacados de contexto o de medios con una línea editorial contraria a la cosmovisión de la víctima, pero que, si fuesen objetivos, tampoco justifican lo ocurrido —un consenso en gran parte de la derecha, de hecho, consideraba a Kirk un moderado en muchos ámbitos; su proyecto, según él mismo llegó a decir, se proponía des-radicalizar a la gente.

Las redes sociales le han hecho esto a muchos: han distorsionado su percepción del otro, reduciendo la persona humana a unos cuantos titulares, un par de tweets y un video viral, a veces editados con malicia para hacerle quedar peor… ¿no nos damos cuenta de lo deshumanizante y degradante que es? Sabríamos más de alguien en una amistosa conversación de bar con unas birras, y por qué no, a veces hay que tomar algo con quienes no comparten nuestros valores. Sin embargo, con base en un par de clips de un minuto, muchos tienen suficiente para tirársela de jueces (y otros tantos desearían haber sido los verdugos). No es sólo una falta de rigor y simpatía, es el insulto a la inteligencia que representa la soberbia ideológica: no estoy de acuerdo con esto que dijiste una vez, entonces seguramente eres una mala persona y te lo merecías. ¿Cómo es posible mantener una sociedad democrática así?

Al ver ese tipo de comentarios, resuena en mí aquella advertencia bimilenaria sobre ver la paja en el ojo ajeno en vez de la viga en el propio, la hipocresía de la que el mismo Jesucristo habló. Es una actitud que se amplifica en la era digital mediante la infoxicación, la manipulación mediática y el cinismo e imprudencia de muchos líderes de opinión. Contrario a ello, está la actitud del buen samaritano, que reconoce un prójimo en todos, incluso en el distinto, y sale a su ayuda —todo hay que decirlo, muchos liberales se solidarizaron; está el ejemplo de Dean Withers, joven que debatía mucho con Charlie Kirk y era visto como su «enemigo», pero lloró su muerte en una transmisión en vivo y pidió a los que se alegraron que le dejaran de seguir.

El juicio apresurado, soberbio y simplista está matando la opinión pública, y como enseñó Antonio Pasquali: la calidad de la opinión pública refleja la calidad de la democracia.1 Acabará así escalando la violencia de lado y lado, con una “batalla cultural” tornándose guerra, cuando casi todos han contribuido a la disolución de la palabra Cultura. Desde el momento en que empezaron a tildar de nazi, fascista, comunista o extremista a todo aquel con quien no congeniaran, le abrieron la puerta a los nazis, fascistas, comunistas y extremistas de verdad para colarse inadvertidos. Muchas democracias se están resquebrajando y las sociedades occidentales se están erosionando por esto.

Ya hay consecuencias: personas que celebraron la muerte de Kirk borraron luego sus publicaciones, pero quedó una huella digital que los persigue. A algunos los han despedido de sus trabajos, otros se han ganado el repudio público (como el presidente electo de la sociedad de debates Oxford Union). En redes sociales, varias personas están reportando que se apartarán del movimiento demócrata. Otras cayeron en Fake News y se tuvieron que disculpar (como el escritor Stephen King, que había caído en el bulo de que Kirk abogaba por apedrear a los homosexuales con base en la Biblia… incluso muchos homosexuales conservadores salieron a desmentirlo). Hubo vigilias en honor a Kirk saboteadas por liber-progresistas; gente ha reportado haberse peleado, a puños, por todo esto… así luce el rostro de los Estados Unidos, que por el poder blando de la americanización, refleja también el rostro de Occidente.

A la reflexión sobre cómo lo que vemos en la pantalla distorsiona nuestra percepción del otro y cómo los algoritmos refuerzan sesgos de confirmación, debemos agregar la importancia de comprender las múltiples dimensiones de la vida humana, a menudo reducidas a la dimensión digital, sus métricas y expectativas, cosificando a la persona, como si fuera un producto de las redes y no una criatura hecha a imagen de Dios. Reducir nuestro habitar en el mundo al habitar digital acaba alterando nuestra mirada, deformándola, amoldándola al rectángulo de la pantalla, y destruyendo la posibilidad de percibir al otro como es.

El otro es humano, como tú y como yo. Y si no entendemos qué es lo que eso implica, es que no hemos aprendido nada.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.