Asfixia externa, presión interna

El despliegue militar en el Caribe apunta a cortar la droga, el oro y el petróleo ilegal que sostienen al régimen. Francia y el Caribe se suman al cerco, mientras dentro del país la sociedad se reorganiza con María Corina Machado. Externa para asfixiar, interna para derrocar: el tiempo ya no juega a favor de la tiranía.

El pasado 18 de agosto, con las noticias sobre la escalada de parte de los Estados Unidos contra el régimen tiránico, narco y terrorista de Nicolás Maduro, elaboré el artículo titulado: Lo que sí y lo que no: el narco–terrorismo chavista frente a la presión interna y externa. Lo allí expuesto, hasta ahora, ha sido correcto. Sin embargo, es momento de actualizar y profundizar.

Vamos a repasar la situación en la que estamos ahora mismo: En Venezuela ya no se habla solo de dictadura ni de autoritarismo. El Cártel de los Soles, dirigido por Nicolás Maduro y sus jerarcas, fue oficialmente designado como organización terrorista global por Washington. La recompensa por el propio Maduro trepó a 50 millones de dólares. No es un detalle retórico: cambia todo el marco legal y operativo de la respuesta estadounidense y, con ello, el tablero regional.

Hasta ahora, el narcotráfico venezolano era un problema manejado por la DEA y el FBI, que requerían probar daños a ciudadanos o bienes norteamericanos. Hoy, al ser considerado una estructura terrorista, entran en juego la CIA, la NSA y las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Esto habilita despliegues militares, interdicción de rutas y presión diplomática contra terceros países que colaboren o decidan mirar hacia otro lado.

Como explicó el periodista argentino Nacho Montes de Oca, esta designación abre una ventana completamente distinta: Trump no podría ordenar una “guerra contra Venezuela” sin autorización del Congreso, pero sí puede —con la legislación antiterrorista en la mano— desplegar flotas y tropas si el propósito es detener el tráfico de drogas y armas desde Venezuela, al considerarlo una amenaza directa a la seguridad nacional de Estados Unidos.

La flota y su misión

La consecuencia más visible de esta nueva doctrina es el despliegue militar frente a las costas venezolanas. A los tres destructores clase Arleigh Burke (USS Sampson, USS Gravely y USS Jason Dunham) se suma el Grupo Anfibio Iwo Jima (USS Iwo Jima, USS San Antonio y USS Fort Lauderdale), con unos 4.000 marines a bordo. A esta fuerza se añadieron un submarino nuclear y aviones P-8 Poseidon de patrulla marítima.

La clave está en la composición de la flota. Los destructores Arleigh Burke poseen el sistema AEGIS, capaz de detectar, clasificar y rastrear en simultáneo hasta 100 blancos a 190 km de distancia (un radio de 380 km²). Con tres de ellos desplegados, Estados Unidos puede vigilar prácticamente todo el litoral venezolano. A eso se suma la capacidad de los Poseidon y del submarino nuclear para controlar tanto superficie como subsuelo marítimo, incluyendo el rastreo de narco-submarinos semisumergibles que parten desde Colombia y Venezuela con varias toneladas de cocaína.

Es importante destacar algo: la fuerza conjunta de Estados Unidos desplegada en el Mar Caribe no va solo contra la droga: también apunta a los barcos “zombis” que transportan petróleo por rutas terciarias, al oro y a cualquier flujo de dinero ilegal. Y eso es fundamental, porque es precisamente ese circuito financiero el que sostiene al sistema chavista.

La misión inmediata no es ocupar Caracas, sino asfixiar la logística del narco–Estado. No habrá invasión, pero la presión será máxima. Cada avioneta detectada, cada lancha rastreada y cada buque interceptado no solo golpea las redes criminales, sino que expone complicidades de gobiernos de tránsito en el Caribe y Centroamérica.

Francia y el frente atlántico

El cerco no es solo estadounidense. Francia anunció recientemente el refuerzo de su presencia militar en el Caribe para combatir a grupos narcotraficantes, con patrulleros y fuerzas destacadas en sus departamentos de ultramar. Que una potencia europea se sume al dispositivo muestra que el chavismo ya no es visto únicamente como un problema continental, sino como un nudo global de crimen organizado que afecta rutas hacia África y Europa.

El negocio que sostiene a la tiranía

Según Transparencia Venezuela, el narcotráfico venezolano generó en 2024 ingresos brutos por 8.236 millones de dólares: más que lo recibido por el chavismo vía Chevron y casi tres veces el presupuesto nacional de salud. No se trata de un negocio paralelo: es el corazón financiero del régimen.

Testimonios recientes refuerzan esa imagen. El periodista mexicano Jesús Lemus aseguró que Ovidio Guzmán habría entregado información comprometedora sobre los vínculos de Maduro con los cárteles mexicanos. Y la propia DEA ha confirmado que Caracas actúa aliado con el ELN y las disidencias de las FARC.

De allí la conclusión inevitable: no existe el chavismo sin droga ni barbarie. Es una estructura completa que se sostiene en el flujo de dinero ilegal, y ese dinero es el que mantiene las armas que sostienen a Maduro en el poder.

Los “dos quiebres” posibles

Durante años se habló de “un quiebre” militar que permitiera una transición. Ese sigue siendo indispensable. Pero ahora aparece otro, igual de decisivo: el quiebre mafioso. Los socios criminales del chavismo ven cómo sus rutas y sus ingresos se ven amenazados. El factor de riesgo ya no es la presión internacional en abstracto, sino Maduro mismo como obstáculo para mantener el negocio.

Por eso el régimen intenta desescalar con Washington y activó a todos sus propagandistas —azules y rojos— para defenderlo, disfrazándose de patriotas como antes se disfrazaron de opositores. Hoy el chavismo quedó reducido a tres pilares: narcotráfico, balas y el apoyo residual del caprilismo, repudiado tanto como la propia tiranía.

Aliados y advertencias regionales

La presión no se limita al eje Washington–Caracas. Guyana, amenazada por la disputa del Esequibo (que es de Venezuela, siempre dejémoslo claro), pidió cooperación frente al Cartel de los Soles. En Trinidad y Tobago, la primera ministra Persad-Bissessar anunció que apoyará las operaciones contra el narco y permitirá el despliegue de buques estadounidenses desde su territorio en caso de que Maduro intente atacar a Guyana. El Caribe se convierte así en escenario compartido de disuasión y cooperación.

Así, entonces, el régimen enfrenta hoy un entorno geopolítico radicalmente distinto. Colombia y Brasil, dos de sus socios históricos, no están dispuestos a enfrentarse a Estados Unidos para defender a Maduro. En Ecuador, Daniel Noboa clasificó formalmente al Cartel de los Soles como grupo narco–terrorista, mientras que Guyana y Trinidad y Tobago trabajan directamente con Washington para reforzar el cerco marítimo y terrestre. Sus fronteras oceánicas lo intimidan y sus fronteras terrestres también. Todo esto ocurre mientras, dentro del país, María Corina Machado reorganiza a la sociedad venezolana, articulando una presión cívica que se combina con el asedio externo.

Las incompatibilidades estructurales

Como en el anterior artículo desarrollé, la permanencia del chavismo es incompatible con los intereses estratégicos de Estados Unidos y de la región. No puede detener la migración —ya somos más de nueve millones de venezolanos en el exilio—; no puede dejar de usar a Venezuela como centro de operaciones criminales; y no puede ofrecer seguridad jurídica para inversión ni explotación de recursos. Esto es fundamental dejarlo claro pues son la base de los dos enfoques que presentó Machado ante el público estadounidense por medio de su última entrevista en Fox News. El timing y la elección de los mensajeros son los correctos:

1. Nicolás Maduro es un tirano que usa a Venezuela para cometer crímenes internos y delitos externos. Es, además de opresor, un narco-terrorista, tal como ha sido designado por liderar el Cártel de los Soles. Esto significa que no hay forma de acabar con lo segundo sin terminar con lo primero: la única solución es el fin del régimen chavista.

2. “Maduro está muy preocupado, y debería estarlo. El pueblo venezolano está unido y decidido a avanzar. Muy pocos altos mandos militares lo respaldan, y pronto tendrán que tomar una decisión, porque la decisión de Trump no es un juego”. Necesitamos el apoyo de Estados Unidos y del mundo libre, pero el trabajo interno —el del pueblo venezolano que quiere ser libre— será el definitivo.

Lo que sí y lo que no

Lo que sí hay: un cambio legal que habilita a Estados Unidos a actuar con mayor alcance; un despliegue naval y aéreo capaz de controlar las rutas del Caribe y el Atlántico; y una presión que busca cortar los miles de millones de dólares que alimentan al chavismo.

Lo que no hay: señales de ocupación territorial. No se trata de tomar Caracas con marines, sino de ahogar la estructura logística y financiera del narco–Estado.

Conclusión inevitable

Maduro es un tirano y un narco–terrorista. La presión externa, hoy reforzada con barcos, radares, marines y aliados regionales, busca cortar la caja y aislar al régimen. Pero la salida no vendrá solo del mar ni del aire: será el pueblo venezolano el que decida el final.

Estamos ante una carrera de desgaste en la que, por primera vez, el tiempo juega contra la tiranía. Externa para asfixiar, interna para derrocar. Y cuando ambas presiones actúen al unísono, el muro caerá.

Cierro de forma repetitiva pero necesaria:

No crea en cuentas anónimas que anuncian hora, día y momento específico. Tampoco en aquellas dedicadas a sembrar desesperanza. Verifique la información, busque medios de confianza y acuda siempre a fuentes primarias. No solo hay “vendedores de humo”: también hay inteligencia chavista que observa, anota y utiliza todo para perseguir y dañar. Cuidémonos entre nosotros, porque para ver volver la democracia, primero debemos estar vivos.

Foco, organización y cuidado. Porque la libertad no será un accidente: será una conquista.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.