Buques sobre el Mar Caribe

Estados Unidos endurece su ofensiva contra Nicolás Maduro: designa al Cártel de los Soles como organización terrorista, aumenta a 50 millones la recompensa por el dictador y despliega operaciones en el Caribe. El chavismo se fractura mientras Venezuela recuerda que ya lo derrotó en las urnas el 28 de julio de 2024.

El 15 de marzo de este año, el presidente Donald Trump invocó la vieja Ley de Enemigos Extranjeros para expulsar a 238 venezolanos de Estados Unidos y deportarlos a una cárcel en El Salvador, sin celebrar ningún proceso judicial ni permitirles opción alguna de defensa. La justificación para estas acciones fue que la organización delictiva Tren de Aragua ha invadido su país. Cuatro meses después, Diosdado Cabello, Delcy Eloína y Jorge Rodríguez montaron un tinglado en Maiquetía para recibir a esos deportados, después de intercambiarlos por presos políticos. Eso no detuvo la ola represiva que el chavismo desató después de que Nicolás Maduro perdió la elección del 28 de julio de 2024, sino que los crímenes de lesa humanidad continúan en Venezuela, salvo que ahora incluyen a chavistas.

¿Qué cambió?
Hace unas semanas, el Gobierno de Trump tomó tres decisiones comunicacionalmente poderosas: designó al Cártel de los Soles como una organización terrorista internacional; reiteró que Nicolás Maduro es el líder de ese grupo criminal, y subió a $50 millones la recompensa por información que conduzca a la detención de Nicolás. Las acusaciones de EE. UU. contra el narcotráfico del chavismo datan de 2020, pero el chavismo ha sorteado la prédica de “todas las opciones están sobre la mesa” gracias a la labor sostenida de lobbistas petroleros, normalizadores de la dictadura y todo su andamiaje de corruptos que calificaron estas tres acciones recientes como “la cortina de humo más ridícula que hemos visto”, según palabras del canciller chavista Yván Gil.

Una escala más allá
Estados Unidos ha mantenido diálogos con el régimen chavista para intercambiar a sus presos políticos y mantener la operatividad de Chevron en el país. Gracias a la eterna agenda de diálogos y negociaciones, que el chavismo siempre deshonra, lograron la liberación del par de narcosobrinos de Cilia Flores y del colombiano Alex Saab. Sin embargo, el exdirector de Inteligencia Militar, Hugo (El Pollo) Carvajal, arrestado en 2021, fue juzgado en Estados Unidos bajo la indiferencia del chavismo. En junio de este año se declaró culpable de narcoterrorismo y narcotráfico, un antecedente que podría explicar el cambio que supone hablar de Nicolás Maduro como “uno de los narcotraficantes más grandes del mundo y una amenaza para nuestra seguridad nacional”, en palabras de la fiscal general norteamericana, Pam Bondi. Hay que añadir que el 8 de agosto, el New York Times publicó que Trump firmó en secreto una orden dirigida al Pentágono “para que comience a utilizar la fuerza militar contra determinados cárteles de la droga latinoamericanos”, lo que podría explicar el alto nivel de coordinación que EE. UU. ha mostrado comunicacionalmente. 

Se alborotó el avispero
Después de designar al Cártel de los Soles como una organización terrorista, reiterar que Nicolás es el líder de ese cártel y subir la recompensa para capturarlo, esta semana EE. UU. desplegó dos operaciones simultáneas: cubrió los medios repitiendo los vínculos del chavismo con el narcotráfico y envió un escuadrón al Mar Caribe para ‘abordar las amenazas de los carteles de drogas latinoamericanos’, pero, ¿eso supone que van a desbancar al chavismo? El profesor Víctor Mijares lo respondió con sencillez y mucha pedagogía en un hilo en Twitter: “Es una presencia aeronaval limitada con objetivos de presión y control (…) Quieren mostrar que pueden elevar el costo de las operaciones ilegales asociadas al régimen venezolano y a otros actores criminales (…) Esto presiona, pero no derroca a nadie.”

A pesar de eso
Los principales voceros del chavismo salieron a acusar traiciones, deplorar el sectarismo que han ejercido sin piedad por tantos años, y fingir que EE. UU. está tan intranquilo como ellos. Nicolás anunció el despliegue de millones de milicianos para defenderlo; en la Asamblea Nacional desguazaron a la exministra, diputada e Inspectora General de Tribunales Gladys Requena y al diputado Julio César Torres; mientras que Diosdado Cabello advirtió a su audiencia militar en VTV las posibilidades que le otorga el sistema de contrainteligencia con el que los supervisa. Los silencios de sus antiguos aliados internacionales son notables. Las ratificaciones de otras naciones que no reconocen a Nicolás como presidente, porque jamás presentó pruebas, también. Hasta el errático Gustavo Petro ha declarado varias veces que la guerrilla colombiana opera desde hace años en territorio venezolano.

Presionar al régimen
Queda claro que nadie espera un cambio de régimen en Venezuela bajo un sistema diferente al electoral; que la expectativa no es que se desarrolle una invasión, sino que el ejercicio de coerción contra el régimen más represivo que tiene la región surta efecto sobre sus negocios ilícitos y el sistema de coacción sobre el que se mantiene. No hay leales al chavismo. Hay cómplices de diversos precios y rangos, pero Nicolás destrozó con mucha brutalidad el capital político de su seleccionador mientras empobrecía a toda la nación y terminaba de desmantelar el Estado. Por eso cada declaración de los normalizadores acusando que defenderán ‘la soberanía nacional’ ha sido rechazada. Si no tenemos Estado de derecho, no existe ninguna autoridad para ejercer poder sobre un territorio y una población maltratados sistemáticamente por quienes ahora se fingen víctimas de sus propios desmanes.

El camino electoral
Los normalizadores también han guardado silencio durante estos días. En Venezuela, cualquier error en el guión puede traducirse en tu detención arbitraria y tu desaparición forzada. Algunos lanzan tuits genéricos en los que se burlan de las ilusiones de otros, dividen a los venezolanos por el lugar en el que viven, y fingen que marcan la agenda pública. Lo que no dicen es que a pesar de todas las injusticias que impuso el chavismo, la oposición fue capaz de organizar una primaria, realizar una campaña electoral tan sencilla como épica y ganarle a Nicolás Maduro con una ventaja inocultable y comprobable. El origen de todo este lío es la injusta imposición del perdedor del 28 de julio. Tenemos las actas, y ellos también.

No hay que lastimar a nadie más
Hay lugares comunes detestables. Mi lista de los insoportables la encabeza la estúpida prédica de: “No hemos aprendido nada en estos años”. Claro que hemos aprendido, y con mucho dolor, además. El dolor de la separación, de las ausencias, de la persecución, la cárcel, la tortura, el exilio, las condenas, la pérdida de libertades, la pérdida de derechos, la disolución del Estado, la multiplicación de la extorsión. Hemos aprendido descapitalizados, en hiperinflación, con una escasez voraz, con una dolarización de facto y una brecha cambiaria que vuelve a agrietar cualquier recuperación económica. Hemos aprendido con infiltrados, desleales, normalizadores que se fingen moralmente superiores porque trabajan a favor de los psicópatas que no les hacen daño mientras les son funcionales.

Hemos aprendido con demasiados inocentes asesinados, con miles de presos políticos, con generaciones de políticos opositores que tuvieron que exiliarse para mantenerse vivos y libres, insisto, hemos aprendido con mucho dolor. Celebrar que presionen a un régimen despiadado no hace del otro un fanático de Donald Trump, y no es necesario acusar algo como eso para sentir que eres intelectualmente más sólido o menos crédulo que el promedio. Los venezolanos hemos aprendido y hemos acumulado logros, aunque los normalizadores siempre apuesten a la desesperanza. El chavismo fue derrotado social, política y electoralmente. Son un régimen sin legitimidad ni aliados, sin fanáticos ni leales, y eso supone un importante punto de inflexión dentro de su propio proceso de destrucción. Los buques presionan, nosotros seguimos trabajando para lograr nuestra libertad.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.