
Lo que sí y lo que no: el narco–terrorismo chavista frente a la presión interna y externa
La permanencia de Maduro resulta incompatible con la estabilidad regional, la migración y la economía. El futuro dependerá de cortar el dinero ilegal que sostiene al régimen y de la capacidad de los venezolanos para conquistar su libertad.
Lo que sí ocurre
Estados Unidos ha desplegado recientemente un contingente militar considerable hacia el sur del Mar Caribe. La misión no es cosmética: se trata de confrontar a cárteles designados como organizaciones terroristas globales, entre ellos el Cártel de los Soles y el Tren de Aragua. Es un cambio de paradigma: tratar el narcotráfico no solo como delito, sino como asunto de seguridad nacional.
Esto no es rumor ni “fantasía”. Lo confirmó el propio Comando Sur y lo reseñaron medios serios. Además, el secretario de Estado Marco Rubio —clave en ese marco conceptual— señaló expresamente al Cártel de los Soles como amenaza directa.
Lo demás, lo que se dice desde la propaganda chavista (tanto roja como azul) para sembrar desesperanza, es media verdad y falsedad completa: sí, el Caribe ha sido escenario de operaciones antidroga desde hace años, pero nunca con este énfasis estratégico ni con la designación explícita de los grupos venezolanos como terroristas globales.
No es verdad que Venezuela no importa ni tampoco que todo esto solo sirve para la “justificación” de la administración Trump para sus acciones. Según Insight Crime, se estima que entre el 10% y el 15% de la producción mundial de cocaína pasa a través de Venezuela. A su vez, denunciaron que «Maduro también proporciona un santuario y le brinda protección al principal grupo rebelde de Colombia, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), que hoy está presente en al menos ocho de los 24 estados de Venezuela».
En febrero de este 2025, Alvin Holsey, jefe del Comando Sur, dijo ante el Comité de Servicios Armado del Senado de Estados Unidos lo siguiente: “Bajo Maduro, Venezuela se ha convertido en un importante centro de tráfico de cocaína y tráfico de armas, transformando al país en una fuerza desestabilizadora en el hemisferio occidental”. Esta declaración no fue menor. Los cuerpos encargados de estos temas saben perfectamente lo que significa la narco-tiranía chavista, y por ello saben también cuál es la única solución: su fin.
Lo que no significa
Todo esto no implica una “invasión” a Venezuela, como venden algunos portales para generar clics o como pregona el chavismo para alimentar su victimismo. Christopher Landau, subsecretario de Estado, fue sumamente claro en conversación con el hijo de Donald Trump: “los propios venezolanos son los que deben conquistar la libertad”, lo que debe llevarnos a lo dicho por la propia María Corina Machado en ese mismo podcast, cuando dijo que necesitábamos ayuda, pero no militares estadounidense en Venezuela. Fue un mensaje inteligente, porque eso no está planteado y muy probablemente tampoco lo estará.
Ahora bien, esto tampoco significa que solo veremos patrullajes navales. Rubio ya advirtió que a un régimen “narcoterrorista” no se le enfrenta con simples recompensas. Traducido: Washington sabe que las vías pasivas ya no bastan.
Un giro de doctrina
En los últimos meses, Washington incluyó al Tren de Aragua en la lista de Foreign Terrorist Organizations (FTO) y al Cártel de los Soles en la de Specially Designated Global Terrorists (SDGT). Paralelamente, la recompensa por Nicolás Maduro en el Programa de Recompensas Antinarcóticos subió a 50 millones de dólares.

Ese cambio es clave: Maduro ya no es tratado únicamente como un tirano, sino como un jefe terrorista que utiliza un Estado para traficar cocaína. Que haya “analistas” o lobistas intentando minimizarlo no le quita peso: es un parteaguas.
La propia María Corina Machado lo sintetizó en entrevista con La Gran Aldea: el 28 de julio de 2024 fue un quiebre ciudadano, y el 25 de julio de 2025 lo fue en términos internacionales: la designación del Cártel de los Soles como grupo terrorista global.
Las incompatibilidades
Hay un dato esencial que muchos análisis evitan: la permanencia del chavismo es incompatible con los intereses estratégicos de Estados Unidos. Puede cruzarse momentáneamente, pero no es posible de mantener. Desarrollo:
A Trump le interesa que la migración se detenga —o, al menos, que disminuya la cantidad de migrantes que llegan a Estados Unidos—; que el chavismo deje de usar a Venezuela como centro de operaciones para buena parte de la droga que entra en su país; y que, con los recursos naturales que tiene, Venezuela pueda ser aprovechada. ¿Puede Nicolás Maduro garantizar eso? No.
El sistema creado por la tiranía en este cuarto de siglo necesita, necesariamente, de sus aliados criminales: ELN, disidencias de las FARC, Hezbollah y los cárteles mexicanos. Es ese dinero el que utilizan para cooptar a muchos militares, porque los ingresos petroleros están bajo el control —desde hace tiempo— de los hermanos Rodríguez, quienes desplazaron no por casualidad a Tareck El Aissami. El chavismo no existe sin drogas, sin tráfico de oro ni sin alianzas terroristas.
Segundo punto: la migración. Con el chavismo ocupando —de facto— el poder, no hay forma de que los venezolanos dejen de huir, ni de que quienes ya se fueron regresen, salvo contadas excepciones. Los venezolanos no hemos emigrado por las sanciones ni por los elementos que intentan vender los lobistas: huimos por la tiranía. Y solo dejaremos de hacerlo cuando esta llegue a su fin. Hoy somos más de nueve millones en el mundo. Que esa cifra supere los diez millones o, por el contrario, se reduzca, depende únicamente de que Maduro permanezca o no en el poder.
Y el último punto: Venezuela no podrá ser un país seguro para la inversión ni útil para la explotación de sus recursos mientras el régimen continúe. Hablamos de criminales que han sabido sostenerse en el poder, pero que, además de tiranos, son una auténtica kakistocracia: no saben ni pueden generar riqueza. Destruyeron PDVSA, arruinaron las tierras expropiadas, acabaron con el aparato productivo. Por eso, maniobras como las de Chevron resultan ridículas: generan algo de ganancia, sí, tanto para la empresa como para el régimen —una contradicción dentro de la propia administración Trump—, pero nada más.
Cuando María Corina dice que “Venezuela va a pasar de ser el hub criminal de las Américas a convertirse en el hub energético de las Américas”, lanza un mensaje claro de lo que ocurrirá si recuperamos la democracia.
En conclusión, Maduro no puede darle, ni a mediano ni a largo plazo, nada de lo que necesita Trump ni, en definitiva, de lo que necesitan las empresas. Por eso debemos ser pragmáticos: a casi nadie le importa la libertad de Venezuela por convicción democrática, pero sí puede importar lo que esa libertad significará en migración, pacificación y economía para toda la región. Para nosotros, el negocio es volver a ser libres y reunir a nuestras familias; para otros, será un negocio distinto. Y está bien. Lo único que importa es que nos sirva.
El escenario de 2025
No estamos en 2015 ni en 2019. Estamos en 2025, con un liderazgo sólido como nunca en décadas, con un régimen sin legitimidad interna ni externa y, ahora, formalmente catalogado como narcoterrorista. Eso no equivale a libertad automática, pero sí a un punto de inflexión.
Es cierto: el chavismo aún detenta el poder, y eso es una victoria diaria para la barbarie. Lo que nos falta, por tanto, es justamente eso: tomar el poder. Pero no olvidemos que ahora mismo, si la nomenklatura levanta la vista al Mar Caribe, ve tropas de Estados Unidos que los consideran terroristas, y si miran hacia adentro, sienten el desprecio de casi toda la sociedad. Eso no es menor.
En Venezuela se instaló un régimen que tiene elementos “extra” a lo que desarrollan, entre otros, Bruce Bueno de Mezquita y Alastir Smith en ‘El manual del dictador’. No solo se trata de una tiranía (en el sentido estricto de su definición) sino, también, un Estado-Mafia. Por ello es más difícil enfrentarlos. Y hoy desde Venezuela se está escribiendo (ojalá con buen final) parte de cómo enfrentar a este tipo de regímenes. Se logró vencer en las urnas y demostrarlo a pesar de la barbarie y se logró unir a los demócratas en el pedido de libertad y respeto a la voluntad popular, independientemente de posturas más tibias y de ideologías. Pero todavía falta mucho. ¿Qué falta? Entre otras cosas, cortar el dinero que, ilegalmente, maneja el chavismo. Y es justamente lo que está ocurriendo ahora mismo.
Está claro que el dinero que ingresa por conceptos petroleros y otras formas “legales” no es usado para los venezolanos, pero sí para el funcionamiento mínimo del Estado (porque incluso una tiranía necesita de un Estado, que no es lo mismo que la República ya destruida). Pero lo que mantiene cierta cohesión entre buena parte de la nomenklatura es el dinero ilegal. Es el narcotráfico y el tráfico de oro (ah, sí, el Arco Minero del que Greenpeace nunca habla). Por ello Alex Saab es el testaferro más importante: porque ambos “rubros” los sabe mover (y por eso Maduro se lo “pidió de regreso” al muy buen amigo del chavismo, Juan González). Pero sin aliados (con miedo a ser investigados por narcotráfico y terrorismo en los Estados Unidos), y con las rutas cortadas, ¿qué podría pasar en las filas chavistas?
El golpe final será interno
La clave es entender que el muro caerá desde adentro. Con aliados, sí; con presión internacional, también; pero la bandera de la libertad debe ser puesta, en el país, por nosotros, los venezolanos. María Corina lo sabe, por eso sigue allí, organizando y preparando el momento.
Mientras tanto, hay que distinguir entre información verificada y propaganda disfrazada de análisis. La guerra también es psicológica. No se trata de creer en “cuentas anónimas” que anuncian finales inminentes ni en predicadores del “nunca pasa nada”.
Epílogo: foco, organización y cuidado
Los golpes más duros a la tiranía siempre se han dado en seco, sin anuncio previo, y se conocieron mientras ocurrían o después. Las grietas del muro están ahí; no siempre se escuchan, pero se ven. Lo que falta es el martillazo.
Foco, organización y cuidado. Porque la libertad no será un accidente: será una conquista.