
La falsa “negociación”
El chavismo nunca ha querido diálogo: ha querido tiempo, oxígeno y manipulación. Lo suyo no es razón compartida: es simulacro, es teatro, es cinismo.
La negociación es diá-logo; y el diá-logo es razón compartida. En su raíz griega, logos significa palabra y significa razón. Ese doble sentido no es un accidente: es la clave de lo que somos. El ser humano es un animal político —como enseñó Aristóteles— porque tiene palabra, porque posee razón. El logos es lo que funda la ciudad, lo que permite convivir sin aniquilarnos, lo que distingue a la comunidad humana de la mera suma de voluntades individuales. Por eso, los venezolanos, frente al desastre autocrático, quisimos diálogo. Quisimos razones, quisimos palabras verdaderas. Pero el régimen no.
Lo que ha ofrecido el chavismo-madurismo no es diálogo: es simulacro. Teatro. Un espectáculo de cinismo. San Juan Pablo II enseñó que el verdadero diálogo exige (i) identidad clara de las partes, (ii) apertura mutua, (iii) búsqueda sincera de la verdad y (iv) orientación al bien común. Nada de eso ha sido ofrecido por la dictadura. Por el contrario, ha instrumentalizado cada intento de diálogo para ganar tiempo, dividir a la oposición, sembrar desesperanza y pretender legitimarse frente a actores externos. El ejemplo más nítido fue la mesa de negociaciones en República Dominicana en 2018. Aquel proceso autocrático se frustró porque el régimen quiso imponer condiciones inaceptables y solo la firmeza de Julio Borges —al negarse a firmar un acuerdo fraudulento— evitó que se consumara una estafa histórica.
Ahora Maduro quiere repetir la farsa. Otra vez se alistan los alacranes —funcionales a la dictadura— y los auxiliares de dictadores “electos” como “diputados” el 25 de mayo de 2025. Y, como si eso no bastara, reaparecen algunos meteoritos del sistema solar del chavismo: actores que participaron de las negociaciones deBarbados —no todos, porque hay dignidad republicana en algunos de ellos— y hoy orbitan alrededor del poder ilegítimo, prestándose al juego de simulación. Caen a tierra solo para golpear la esperanza de los ciudadanos. Su rol, aunque envuelto en lenguaje de “realismo político” y sonrisas diplomáticas, es el de encubridores utilizables por una dictadura criminal.
A esto se suma otro fenómeno corrosivo: el llamado radicalismo de centro. Personas que, bajo la bandera de la moderación, terminan exigiendo cesiones unilaterales a quienes resisten y comprensión infinita hacia quienes oprimen. Claman por “diálogo” sin condiciones, confundiendo el sentido mismo de la palabra. No hay diálogo posible sin voluntad de verdad ni sin voluntad de cambio. Y el régimen no quiere ni una ni otra. Su única voluntad es conservar el poder por la fuerza, el fraude y la mentira.
Si hoy vamos a hablar de diálogo, que sea con claridad, sin miedo y sin ambigüedades. Las condiciones mínimas para que exista un proceso genuino de “logos compartido” son las siguientes:
1. Reconocimiento pleno de los resultados del 28 de julio y de Edmundo González Urrutia como presidente electo de Venezuela.
2. Una delegación opositora consensuada y designada entre María Corina Machado, el presidente electo y la Plataforma Unitaria Democrática.
3. Una sede en el exterior, que garantice seguridad, libertad de expresión y autonomía de los negociadores.
4. Un protocolo formal de agenda holística, seguimiento y verificación internacional del cumplimiento de cada punto acordado. Hay que aprender de los pernicioso que fueron Barbados (notaría venezolana) y Doha (tablero real entre USA y Maduro).
5. El consentimiento activo del pueblo venezolano, que debe ser informado con la verdad en tiempo real, respetado y representado con gallardía.
Todo lo que no sea eso es una trampa. Todo lo que se desvíe de ese marco es una coartada del régimen para burlar la voluntad soberana de cambio expresada el 28 de julio.
La comunidad internacional tiene un papel crucial. Estados Unidos, la Unión Europea y todos los países democráticos del mundo deben sostener la presión, sin repetir la historia de indulgencias, recompensas anticipadas y sanciones levantadas sin condiciones. La diplomacia no puede ser cómplice de la autocracia cuando se desvanece el orden liberal mundial. No hay neutralidad posible entre una nación oprimida y un régimen que se sostiene en la represión, el despojo y la mentira. La libertad no se negocia como si fuera una mercancía. La libertad se defiende, se exige, se conquista.
Terminemos con una advertencia envuelta en ironía. El régimen suele equivocarse cuando intenta manipular la realidad. Se equivocó al permitir la primaria del 22 de octubre de 2023, creyendo que sería una “chapuza” y podía controlar el resultado. Se equivoca ahora, si cree que con decorados, monigotes y operadores reciclados puede disfrazar su miedo a la voluntad soberana de cambio expresada el 28 de julio. La historia advierte la realidad y no caeremos en ninguna trampa-jaula de Maduro.