
París, Texas: El cambiante individuo frente a nosotros
París, Texas (1984) es la puerta perfecta para entrar al universo de Wim Wenders. Una película que transforma el desierto en poesía y el silencio en una confesión.
documental acerca del difunto Papa Francisco. A pesar de ser un hombre alemán, también dirigió la película japonesa “Perfect Days”, estrenada en el año 2023, candidata al premio Oscar para mejor película extranjera. Si estudiamos su filmografía, podemos observar a un individuo que no se ha mantenido tranquilo con crear el mismo tipo de película una y otra vez, sino que ha disfrutado la variabilidad que puede tener el medio del cine. Desde un documental de concierto de “Buena Vista Social Club” hasta thrillers de crimen como “El Amigo Americano”, Wenders ha demostrado un hambre fundamental por hacer arte, hacer cine. A él no le interesa dirigir solo un tipo de película en específico. Más bien, a Wim Wenders le interesa dirigir. Si tenemos a un director con un rango tan enorme, a veces puede ser complicado decidir por cuál de sus filmes empezó. Mi recomendación firme sería con su película de 1984, “París, Texas”.
Han pasado seis años desde la primera vez que ví “París, Texas”. La ví, en su momento, porque me la recomendó un amigo. No sabía de que trataba la película, y no sabía nada de su director, ni de su elenco. Ver esta película fue un momento muy importante en mi desarrollo como aficionado del cine – el filme encaja en esa categoría de arte que te abre las puertas a lo que puede generar un medio. Para mí, habiendo vuelto a ver “Paris, Texas” recientemente, la única emoción razonable que alguien puede tener ante esta película es maravilla que el ser humano sea capaz de generar arte como este.
La película empieza con un hombre deambulando por el desierto. No sabemos en dónde está (aunque quizás no es sorpresivo que el desierto resulte estar situado en Texas, en los Estados Unidos). Tampoco sabemos en ese momento que el hombre, protagonizado por el legendario actor Harry Dean Stanton, se llama Travis. Travis colapsa en una clínica, y es recogido de Texas por su hermano Walt, quien no lo ha visto en cuatro años. Travis desapareció, abandonando a su hijo con Walt y la esposa de Walt, Anne. “París, Texas” es, en gran parte, una exploración de Travis. La exploración del personaje es muy común en el cine, y en efecto hay muchas películas cuyo enfoque es el estudio de un personaje en particular. Lo que distingue a este film en esta situación es el hecho que estamos estudiando un personaje del que verdaderamente no sabemos casi nada. Cada diálogo en la película nos da nueva información, desenmascara una nueva capa de quién es Travis. Nuestra opinión de quien es él, de cómo es él, varía y fluctúa profundamente en toda la experiencia de ver la película. Quizás este es el mayor logro de la película: la simulación de algo que todos vivimos en algún punto de nuestras vidas, la gran fluctuación de perspectiva de alguien a quien, antes, pensábamos conocer.
La atmósfera que Wim Wenders logra generar en “París, Texas” es verdaderamente impresionante. Sentarse a verla es ver los azules más azules que cualquier cámara de cine ha logrado capturar, a observar el naranja del desierto árido texano. Inclusive cuando la película cambia de localidad, a la ciudad de Los Angeles, logra capturar una belleza que otras películas darían por sentado en las grises autopistas de la capital de Hollywood. Pasar un rato en “París, Texas” es sentarse a una experiencia lenta, tranquila, y melancólica, que muy pocos filmes
pueden capturar. La conclusión de la película es demasiado poderosa emocionalmente para arruinarla en esta columna – basta decir que sigue siendo, seis años después de que yo la haya visto, de los finales más conmovedores en el cine. Harry Dean Stanton tiene una actuación increíble, sutil y silenciosa, expresando emociones con movimientos sutiles en su cara. Natassja Kinski tiene, en realidad, solo dos escenas en la película, y ambas podrían ser la mejor escena en todo el filme. Cada actor en esta película está dando todo lo que tenían a su disposición, y en el proceso ayudaron a crear uno de los clásicos más merecidos del medio entero. Si no has visto “París, Texas”, se me hace muy fácil recomendarle que la vea. No se va a arrepentir.