Elías Crespin: «el arte en momentos difíciles se convierte en un faro de luz»

Su propio camino, el de un ingeniero que se transformó en artista y conquistó el Louvre, es un testimonio de que, incluso en los momentos más complejos, la perseverancia y el talento pueden abrir puertas insospechadas y llevar la bandera de Venezuela a los escenarios más prestigiosos del mundo. Su obra "L'Onde du Midi" (La Onda Meridional).

Venezuela, siempre ha sido cuna de talentos, y en esta ocasión, Caracas se honró con la visita de uno de sus hijos más ilustres en el ámbito del arte contemporáneo: Elias Crespín. Su nombre resuena con un eco de grandeza, al ser el primer artista venezolano en exponer de forma permanente en el prestigioso Museo del Louvre desde el año 2018. De Caracas a París dejó un legado familiar en el arte.

Elías Crespín no es solo un artista de talla mundial; es también un ingeniero de sistemas con una trayectoria poco convencional en el arte. Nació en Caracas en 1965, y su conexión con el arte cinético no fue casualidad.

Es nieto de Gego (Gertrud Goldschmidt), una de las figuras más importantes del arte cinético y abstracto venezolano, y sobrino-nieto de Gerd Leufert, otro pilar fundamental del diseño y el arte contemporáneo en Venezuela. Crecer en un entorno tan enriquecedor, rodeado de creaciones que exploraban la luz, el espacio y el movimiento, forjó su sensibilidad y curiosidad desde temprana edad.

Aunque su formación inicial fue en ingeniería, la influencia familiar y su tendencia innata lo llevaron a experimentar con el arte. Sus inicios fueron una autoexploración, una búsqueda personal para aplicar su conocimiento técnico a la expresión artística.

Utilizó su dominio de los algoritmos y de la mecánica y comenzó a dar vida a estructuras que se movían, desafiando la percepción y creando ilusiones ópticas. Lo llevó a desarrollar un lenguaje único y distintivo, donde la precisión ingenieril se fusiona con la poética del movimiento, no fue una entrada tradicional a las academias de arte, sino un camino autodidacta que lo llevó a desarrollar un lenguaje único y distintivo. Actualmente, Elías Crespín reside en París, ciudad que ha sido testigo y plataforma para muchas de sus obras más importantes.

La Danza del Movimiento y la Inspiración Cinética

En un encuentro cálido y revelador, Elías Crespín compartió la fascinante historia que lo llevó a las galerías del museo más visitado del mundo.

Con la delicadeza de quien revisa un álbum de recuerdos, Crespín relató cómo una llamada inesperada cambió el rumbo de su carrera. Con motivo del 30 aniversario de la icónica Pirámide de Ieoh Ming Pei, inaugurada en 1989 por el expresidente francés François Mitterrand, el Presidente del Museo del Louvre se puso en contacto con él, solicitándole la creación de una obra que se integrara armónicamente en cualquiera de sus espacios, sin invadir el contexto ya definido.

El reto fue cuesta arriba y Crespín, con su visión única, decidió crear una escultura móvil que desafiara la gravedad. El proceso técnico detrás de esta ambiciosa idea le tomó un año y dos meses de arduo trabajo e investigación.

El resultado fue «L’Onde du Midi» (La Onda Meridional), una obra majestuosa que hoy se alza permanentemente en lo alto de la escalera del medio del Louvre. La obra está compuesta por 128 tubos cilíndricos alineados paralelamente y suspendidos en el aire por hilos transparentes. La pieza se erige como un testimonio innovación y destreza artística. Con su inauguración, el artista venezolano se unió a un selecto grupo de figuras cumbres del arte contemporáneo, cuyo legado enriquece uno de los museos más importantes del mundo.

¿Qué lo inspiró?

Crespín ha declarado en varias ocasiones que su motivación provino de la observación del movimiento en la naturaleza, de la matemática que subyace en todo lo que nos rodea, y de la búsqueda de una coreografía que generara asombro y tranquilidad.

Dice que le fascinan las formas orgánicas que se despliegan, las ondas, el comportamiento del agua o el aire. Define su arte como un diálogo entre la rigidez de los materiales y la fluidez del movimiento, es una exploración de cómo la tecnología puede ser una herramienta para dibujar en el espacio.

El artista explica que «L’Onde du Midi» pertenece a la categoría de «Plano Flexionante» y que en reposo, la composición se presenta como un plano horizontal rectangular de casi diez metros de largo que, al activarse, se despliega en una sutil coreografía.

La describe como una escultura móvil, con ondulaciones y transformaciones que crea una danza fascinante donde las líneas y los planos de la arquitectura del museo, se convierten en su propio motivo.

 Elias Crespín ha declarado que su arte es una exploración constante de conceptos como el tiempo, la forma y el movimiento. Sus obras, reconocidas por su capacidad para generar coreografías algorítmicas con elementos suspendidos, invitan al espectador a una experiencia meditativa y dinámica.

Crespín reconoce que en  su desarrollo como artista recibió la influencia de los grandes maestros del arte cinético venezolano. Con una nota de nostalgia, compartió que, aunque no pudo conocer a Jesús Soto –pues en aquel entonces se encontraba culminando su primera obra, «El Cubo Ondulatorio«–, sí tuvo el honor de encontrarse de manera fortuita con el Maestro Carlos Cruz-Diez. Asegura que este encuentro fue un verdadero milagro en su carrera que le abrió un vasto campo experimental y le permitió exhibir su trabajo en diversas galerías de arte y museos de reconocimiento internacional.

«L’Onde du Midi» en Caracas

La obra de Elías Crespín ha trascendido súbitamente las fronteras. Además del Museo del Louvre, sus piezas han sido exhibidas en importantes instituciones como la Casa de América Latina en París, el Museo Nelson-Atkins en Kansas City y el Museo de Bellas Artes de Houston, consolidando su presencia en el circuito artístico global.

Recientemente en Venezuela, una réplica de «L’Onde du Midi» fue expuesta en los espacios de la Hacienda La Trinidad, en Caracas, permitiendo al público acercarse a esta monumental creación y esto vale la pena reseñarlo porque lo sublime y afortunado que ocurre en nuestro país también lo difundimos.

Artista y ciudadano

Más allá de su proeza artística, Elías Crespín, como venezolano que ha alcanzado cimas internacionales, tiene también una perspectiva sobre la situación actual de nuestro país. Ser el primer venezolano en exponer de forma permanente en el Louvre ha significado para él no solo un logro personal inmenso, sino también una profunda conexión con sus raíces.

«Es un honor y una responsabilidad», dice argumentando que «llevar la bandera de Venezuela a un lugar tan emblemático, mostrar lo que el talento venezolano puede lograr, es algo que me llena de orgullo y me conecta aún más con mi gente».

Sobre la coyuntura venezolana, Crespín ha mantenido una postura de esperanza y resiliencia. Si bien no se ha posicionado explícitamente en el ámbito político, sus declaraciones siempre han apuntado hacia el potencial del país y a la fuerza de su espíritu creador.

Considera que el arte, en momentos difíciles, se convierte en un faro de luz, un espacio para la reflexión y la inspiración. Su propio camino, el de un ingeniero que se transformó en artista y conquistó el Louvre, es un testimonio de que, incluso en los momentos más complejos, la perseverancia y el talento pueden abrir puertas insospechadas y llevar la bandera de Venezuela a los escenarios más prestigiosos del mundo. Esto no solo es un orgullo para él, sino para toda Venezuela que lo ve como un ejemplo de que la excelencia es posible.

Tras su exposición en la capital venezolana Crespín dejó un mensaje contundente que resuena con la fuerza de su trayectoria: «Las metas deben cumplirse únicamente con PERSEVERANCIA». Una máxima que sin duda ha guiado cada uno de sus pasos, desde su natal Caracas hasta las majestuosas salas del Louvre.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.