
Lo que se esperaba y lo que puede pasar
Lo del domingo 25M no fue solo un fracaso electoral. Fue un entierro político. Y no hay indicios de que los derrotados tengan resurrección posible. Esta vez no hay oxígeno ni futuro para los colaboracionistas.
Vaticiné la muerte de los candidatos de oposición que participarían en las elecciones regionales, y también el desierto en el cual se convertirían esos comicios debido a la ausencia masiva de electores. Nada trascendental en materia de profecías debido a que no se necesitaba microscopio para llegar a tales conclusiones, pero meterse ahora con nuevas predicciones puede ser muy arriesgado. Del tiro al piso pasamos a un territorio de incógnitas. Así las cosas, es aconsejable hablar ahora de necesidades sin atreverse con lo que pueda suceder en un territorio sobre cuya evolución no caben las precisiones.
Pero antes unas líneas sobre la muerte de los opositores que fueron vapuleados por los comicios del pasado domingo. Mi estimado Ramón Guillermo Aveledo dijo que corrían peligro mis juicios porque, debido a mi oficio de historiador, debería saber de una nómina rellenada de resurrecciones políticas y de políticos oxigenados por el paso del tiempo. No es así, si relacionamos la actividad en los negocios públicos con un dominio prolongado e influyente sobre la sociedad. En el pasado no fueron abundantes esos resucitados, sino aves exóticas. Además, el regalo de una docena de curules no pronostica el vigor de hazañas futuras. Desde tal perspectiva no parece posible que los moribundos del domingo estén cerca de una nueva vida, o ni siquiera de una convalecencia después del vapuleo. Pero concedamos que no estamos ahora en su velatorio, sino en unas vigilias de medio luto que remiten a la reiteración de lo afirmado en el anterior artículo sobre el bautismo de una oposición purificada.
Se llega así hasta la ganancia política más evidente de lo sucedido. Debido al descalabro de los candidatos que se presentaron como figuras de la oposición, cuando solo lo eran en forma súper discutible, las fuerzas que se enfrentan de veras a la dictadura adquieren la homogeneidad y la consistencia que les faltaban. ¿Motivo? Se han librado de interferencias porque no deben cuidarse de fuego amigo, sino solo de los cañones de la dictadura. En materia de estrategia y programación de actividades se han sacado el gordo. Una abstención elocuente, que podemos leer ahora como expurgación pública y notoria de elementos anómalos, les permite remozar fortalezas sin la interferencia de la desconfianza; discutir y reflexionar, sin la intranquilidad de intromisiones de mala fe y de la posibilidad de las delaciones. Tenemos entonces, por fin y por ausencia de electores, una sola oposición libre de estorbos intestinos.
Pero conminada por la necesidad de logros concretos. El llamado a la abstención fue una demostración de fortaleza debido a la soledad aplastante a la que se llegó por sus instrucciones, o un acierto de conexión con las molestias populares, más el paso de la pasividad programada a un ciclo de actividades que pongan a temblar a la dictadura se debe anunciar como un trecho cuesta arriba. El vínculo de la soledad electoral con una lúcida estrategia que funcione en adelante no es asunto de cantar y bordar, sino de meter la carne en el asador. Por consiguiente, la oposición real y veraz, hoy en estado de gracia, no las tiene todas consigo. El paso de la abstención a la actividad conduce a un programa de hechos concretos que debe ser contundente, no en balde la omisión puede convertirse en costumbre. Ante el alejamiento del movimiento se debe encender el motor sin la excusa de las esperas. ¿Quiénes deben encender el motor, cuando ya tienen el combustible a mano? Solo los que llamaron a la abstención con María Corina Machado a la cabeza, porque movieron con lucidez la baraja de una distancia razonable que debía dar frutos sin muchas dudas atravesadas, pero que ahora cargan con la obligación del dinamismo. Y, además, porque no hay otros líderes después de la faena de limpieza que la ausencia de los votantes hizo en el seno de la oposición.
El pasado domingo también se confirmó, como se había adelantado aquí, la manipulación grosera del acto electoral, es decir, la existencia de un régimen capaz de traspasar todas las líneas rojas y de superarse cada vez más en materia de tropelías. No solo inflando votos y complaciendo a los amigotes sin ningún tipo de rubor, sino también persiguiendo con saña a sus enemigos. La trampa y la represión fueron las reinas de la jornada, la mentira y el acosamiento que no se atienen a fórmulas de simulación, las bofetadas en la cara de los ciudadanos. Nada nuevo bajo el solo venezolano, desde luego, pero asuntos susceptibles de especial consideración cuando los líderes de una oposición única y respetada deben pensar en cómo mueven el agua antes de que la gente imagine que se acostumbraron al colchón. Se sabe que no están durmiendo porque están pensando con acierto hasta ahora, pero deben evitar que la clientela se habitúe a la maña de la hibernación.
A millón el despertador, en suma, antes de que nos envuelva del todo y por la fuerza la oscuridad madurista.