La orfandad de la Constitución

La génesis del chavismo no fue democrática, fue fraudulenta. Su naturaleza es la mentira, el engaño, la violencia. Nunca hubo intención de construir un Estado de Derecho. Lo suyo fue siempre la toma del poder absoluto.

La génesis del proceso político chavista es el fraude, el engaño, la mentira, esa es su naturaleza, no hay posibilidad de que vean el mundo desde otra perspectiva, su filosofía es la violencia, jamás la legalidad. Sin embargo, como parte de la treta para lograr el poder absoluto, Chávez promovió un proceso “constituyente” al que le atribuyó propiedades casi místicas, capaces de acabar con todos los males del país sin mayor esfuerzo, ya que todos nuestros problemas tenían su origen en la Constitución de 1961, producto del “perverso” Pacto de Punto Fijo. 

Con esta pobrísima argumentación, el chavismo convenció a gran parte de la sociedad en apoyar el cacareado proceso constituyente, que no sólo es la génesis de la constitución actual, a la cual me referiré luego, sino fue la puesta en marcha de un engranaje que les permitió la toma absoluta del poder en pocos meses y enterrar el sistema de contrapesos institucionales al que se refiere el modelo republicano, tanto de la anterior constitución, como de la actual. En perspectiva, el objetivo del chavismo nunca fue sancionar un texto constitucional para ser cumplido, el objetivo real fue apalancarse en el proceso constituyente para asaltar el poder.  

Chávez, insistió en el carácter originario de la asamblea constituyente con el objetivo de que sus decisiones no pudieran ser objeto de control por ninguno de los poderes constituidos, (Corte Suprema de Justicia y Congreso de la República). Esta tesis, tristemente avalada por al menos dos sentencias de la Sala Político-Administrativa de la época, permitieron que dicha asamblea asumiera las funciones legislativas, acabando con un Congreso recientemente electo, el cual fue sustituido por el llamado “Congresillo”, cuyos miembros fueron todos de tendencia oficialista. Paralelamente, se ordenó la creación de una Comisión de Emergencia Judicial, lo que marcó el inicio de la sustitución de jueces profesionales y de carrera por militantes progobierno, y de la disolución de la Corte Suprema de Justicia. Ambos procesos, permitieron al chavismo el control absoluto de las instituciones y la eliminación de cualquier posibilidad de control de los actos de gobierno, lo que marcó el inicio de la deriva autoritaria que se mantiene hasta nuestros días.

El Mortinato Constitucional.

La Constitución vigente finalmente fue sancionada en 1999 (con algunos tropiezos y modificación de supuestos errores de redacción). En honor a la verdad, su texto contiene importantes avances en materia de Derechos Humanos, separación de poderes, garantías democráticas y autonomía de las instituciones, es decir, es un extraordinario compendio de todo lo inexistente en la Venezuela revolucionaria.

Por ninguna parte la Constitución tiene sesgos militaristas, ni restringe los derechos de las personas, no autoriza la persecución, o impide la participación política, la libertad de opinión, expresión, pensamiento, reunión, libertad, dignidad, propiedad privada, derecho de asociación, defensa, debido proceso, etc. No es una exageración decir, que no hay ni una sola norma de la Constitución que se cumpla, y que contrario a lo que muchos opinan (la mayoría sin haberla leído y menos analizado) es posible el retorno de a la democracia y la construcción de un sólido sistema de libertades a partir de su aplicación, tal vez con enmiendas o algunas reformas específicas. 

Pero es innegable, que Chávez, Maduro, Jorge, Padrino y Tarek, entre otros insignes violadores de Derechos Humanos, cada vez que ejecutan un acto en ultraje a los derechos de los venezolanos, exhiben la Constitución como fundamento de sus fechorías. Cabe recordar a Chávez, quien dentro de su chabacanería característica, bautizó a la Constitución como “La Bicha”, y casi de manera sacrílega, la levantaba en su versión impresa de color azul, en aquellas interminables alocuciones, como supuesto respaldo de sus tropelías. Esto sin duda generó en gran parte de la población, una natural asociación entre autoritarismo y Constitución, sin percatarse que el texto ahí contenido, ordena todo lo contrario a lo que se ejecuta desde el poder, contra la población. Esto, de alguna manera explica el desapego de parte de la población, en torno a la defensa de la Constitución, a la que de forma maniquea catalogan de “constitución chavista”. 

Desde el primer día la Constitución ha sido sistemáticamente violentada por el régimen, de modo que no ha tenido siquiera un día de vigencia plena. Basta ver cómo se designaron los poderes públicos luego de su sanción y el llamado régimen de transición, para percatarse de la ausencia absoluta de voluntad en su cumplimiento. Por ello he sostenido en espacios académicos, que nuestra Constitución es una especie de “mortinato”, como se le denomina a la muerte intrauterina del feto en lenguaje médico y criminalístico. En efecto, nos encontramos ante un texto que no nació, su contenido había muerto aún antes de su puesta en vigencia, pues el objetivo real del chavismo era la toma del poder a través del proceso constituyente y no la concepción y consolidación de un modelo de Estado Constitucional de Derecho.   

La Constitución como marco de referencia.

Pero incluso en tiranía, el cumplimiento de cierto marco legal es importante para la justificación de la barbarie. Esa es la razón por la que Estados como Cuba y Nicaragua, se han apurado en adaptar sus textos constitucionales a la realidad, de forma que el autoritarismo y los crímenes de Estado tengan algún fundamento en su carta magna. La violación de la Constitución vigente es un peso constante para los autoritarios que ilegítimamente usurpan el poder en Venezuela, por ello han promovido exprofeso el rechazo a la Constitución, de modo que sea mucho más fácil su eliminación formal, pues en el plano material no se cumple. 

Por eso importantes organizaciones de la sociedad civil como el Bloque Constitucional, la Academia de Ciencias Políticas y Sociales, algunas universidades y ONG, han abogado por el cumplimiento y defensa de la Constitución de 1999, para hacerle frente a la pretensión del chavismo ya no de modificarla, sino de imponer una nueva, absolutamente regresiva en materia de Derechos Humanos y democracia, que justifique además la grosera continuidad en el poder. 

La orfandad.  

Para el chavismo es perentoria la sustitución del modelo republicano plasmado en la Constitución de 1999, el cual es contrario a todo lo que han venido imponiendo apalancados en la violencia, las armas y el crimen. Buena parte de la población erradamente asocia la Constitución con el ideario chavista cuyo objetivo es el poder absoluto, el crimen y la arbitrariedad, nada más alejado de la realidad. 

Visto así, pareciera que la Constitución no tiene dolientes, o somos muy pocos los que abogamos por su defensa y vigencia. La sustitución de la Constitución es el real objetivo del régimen, necesitan una que termine de suprimir cualquier atisbo de libertad, de lograrlo, sería un paso enorme a la consolidación de la tiranía, razón por la que es menester que desde ya, empecemos a comprender la necesidad de defenderla como único referente para la realización de los derechos Humanos y direccionar el país hacia la redemocratización.

No abandonemos a esa huérfana, eso es seguirle el juego a la dictadura.  

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.