
Los Macbeth criollos
Macbeth cayó porque su ambición desmedida lo devoró. Algunos seudodirigentes de la oposición venezolana siguen el mismo camino: pactan, dividen y traicionan, soñando con un trono.
En la tragedia Macbeth de William Shakespeare, se retrata la devastadora influencia de la ambición desmedida y la sed de poder. Macbeth, un noble escocés, se convence de su futuro predestinado para gobernar y, junto a su esposa, Lady Macbeth, comete actos atroces para alcanzar y mantener el poder. Esta narrativa clásica encuentra paralelismos inquietantes en algunos seudo dirigentes (que eran) de la oposición venezolana, quienes, cegados por su ambición, se consideran destinados a liderar, sin reparar en los medios empleados para lograr sus objetivos.
Macbeth exhibe tres características principales que precipitan su caída: una ambición desmedida, una susceptibilidad a la manipulación y una profunda paranoia. Inicialmente, es un valiente guerrero leal al rey Duncan. Sin embargo, tras escuchar las profecías de las brujas camineras que le auguran convertirse en rey, su ambición se desborda. Esta ambición es avivada por Lady Macbeth, quien cuestiona su valentía y lo incita a asesinar al rey Duncan -su tío- para acelerar el cumplimiento de la profecía. Macbeth, aunque inicialmente vacila, cede ante la presión de su esposa y comete el regicidio, eliminando a su tío y soberano. Este acto lo sumerge en una espiral de violencia y desconfianza, llevando a más asesinatos y, finalmente, a su propia destrucción.
En la oposición venezolana, emergen figuras que emulan este comportamiento “macbethiano”. Se trata de dirigentes, jóvenes y no tan jóvenes, que se perciben a sí mismos como predestinados para liderar, creyendo que su ascenso al poder es inevitable y justificado por el destino. Impulsados por esta convicción, están dispuestos a emplear cualquier medio para eliminar obstáculos, ya sean compañeros de lucha o adversarios políticos. Su ambición desmedida los lleva a tratativas con la dictadura, cometer arbitrariedades, maltratar a quienes los rodean y desoír el clamor popular; todo en aras de satisfacer su deseo personal de poder.
Estos “Macbeth” criollos, disque opositores, se caracterizan por una inmoralidad flagrante y una creencia infundada en su derecho divino a gobernar. Su egocentrismo los hace sordos a las necesidades y aspiraciones del pueblo, priorizando sus agendas personales sobre el bien común. Esta desconexión con la realidad social y política los convierte en figuras infelices, atrapadas en una búsqueda insaciable de poder que nunca logra satisfacer sus anhelos profundos. Al igual que Macbeth, cuya “ambición es como un fuego que arde en el alma y consume todo a su paso”, estos líderes se consumen en su propia sed de dominio, pero con un añadido: están en manos de Maduro.
La infelicidad de estos dirigentes radica en su incapacidad para servir al bien común. En lugar de trabajar colectivamente por la democratización y el progreso del país, se enfocan en consolidar su poder personal, generando divisiones y debilitando la cohesión necesaria para enfrentar los desafíos nacionales. Su arrogancia y desprecio por las opiniones ajenas los aíslan, erosionando la confianza y el apoyo de la ciudadanía.
Es fundamental recordar que, en la lucha por el bien común, “los últimos serán los primeros, y los primeros serán los últimos”. Aquellos que buscan el poder por el poder mismo, sin considerar las necesidades del colectivo, están destinados al fracaso. La verdadera transformación democrática requiere humildad, disposición para el trabajo en equipo y un compromiso genuino con causas que trascienden intereses individuales.
La historia de Macbeth nos enseña que la ambición desmedida y la manipulación conducen a la ruina personal y colectiva. En la obra, Macbeth reflexiona: “No tengo espuela para picar los costados de mi intención, sino solo ambición desmedida, que se sobrepasa a sí misma y cae al otro lado”. Esta cita refleja cómo la ambición sin control puede llevar a decisiones precipitadas y destructivas.
En el contexto venezolano, es imperativo que los líderes opositores eviten caer en la trampa de la ambición personal desmedida. La democratización y el bienestar del país dependen de la capacidad de sus dirigentes para anteponer el interés colectivo sobre sus aspiraciones individuales. La humildad y la disposición para integrarse en cruzadas colectivas e históricas son esenciales para lograr una transformación sostenible y auténtica.
El pueblo venezolano, con su sabiduría y experiencia, es capaz de identificar a estos “Macbeth” modernos y, en consecuencia, se aleja de ellos. La ciudadanía anhela líderes que representen sus intereses genuinos, que sean capaces de escuchar, dialogar y construir consensos. La desconfianza hacia los dirigentes egocéntricos y autoritarios es palpable, y solo aquellos que demuestren una verdadera vocación de servicio podrán ganar el respaldo popular.
En conclusión, la oposición venezolana no necesita “Macbeth” impulsados por ambiciones personales y dispuestos a sacrificar el bien común por sus propios intereses. Lo que se requiere son líderes humildes, comprometidos con causas colectivas y capaces de trabajar en equipo para enfrentar los desafíos que enfrenta la nación. Solo a través de la unidad, la humildad y el compromiso genuino con el bienestar de todos los venezolanos se podrá construir un futuro democrático y próspero para el país. Nadie está predestinado para nada.