
Élites que se auto absuelven
La élite que debía modernizar Venezuela convenció al país de que el atraso era por una supuesta “tara cultural” del pueblo. Nunca por su propia ineptitud para crear instituciones políticas y económicas fuertes.
Esta es una historia personal que quizás podría ser la historia de una generación y quien sabe de muchas generaciones de venezolanos. Libre de identificarse o no con la misma quien la lea.
Como buen hijo de la clase media venezolana, mis padres me inscribieron para mi educación tanto secundaria como diversificada en un instituto de educación privada. Quizás muchos no lo recuerden, pero mucho antes del chavismo ya la educación pública era bastante mala y quien tuviera algo de dinero inscribía a sus hijos en uno particular.
Era privado y teóricamente secular el liceo, aunque el discurso religioso era tan constante que podría haber sido perfectamente un colegio de monjas o jesuitas.
Pero especialmente lo que predominaba era el discurso cívico. Se nos recordaba casi a diario que estudiábamos gracias a la plata de nuestros padres y cada vez que sacábamos una mala nota, éramos ladrones del sudor que nuestros progenitores invertían en nosotros. No estaría mal como discurso si no hubiera estado acompañado de otros elementos más ruines. Uno, casi echarnos la culpa de lo mal que pasaba en el país (vivíamos en los tiempos de Caldera II, con sus ajustes descafeinados de las reformas de CAP II en lo político y económico), que éramos malos ciudadanos, QUE EL PAÍS NO FUNCIONABA porque teníamos la culpa que éramos malos venezolanos incluso antes de graduarnos. Una que otra crítica a la élite política venezolana, pero el problema de nuestro país es que el venezolano era malo, que quería derechos y no deberes y casi eso nos destinaba al fracaso. Éramos y seguíamos siendo “escoria” en ese entonces.
Uno de los mayores financistas del liceo era un exitoso empresario, se daba el tiempo de dar clases de Ética en el diversificado. Era el mayor portavoz de que la culpa de todo lo malo en Venezuela eran de sus ciudadanos y parcialmente de su clase política. Nunca escuché que hablara de la poca disposición de los empresarios del país con respecto a la competencia extranjera en boga de las aperturas en esa década de los 90 o la existencia de instituciones económicas extractivas en el país que favorecían a un número reducido de agentes económicos como él.
Y la graduación, claro. Después de cinco años estudiando y ser uno de los estudiantes con mejor récord en conducta en la institución, una de las directoras del colegio me dijo en privado: “No vayas a estudiar nada en la universidad para ayudar a otra gente. Eres demasiado genial para este pueblo condenado”. Obviamente eso no era muy coherente con todo el discurso de que Venezuela no funcionaba debido a una ciudadanía individualista y poco solidaria, pero qué importaba. Quien creaba el discurso público desde el poder puede darse el lujo de contradecirlo en privado. Una vez, en esos videos que nos pasaban sobre el embarazo precoz (obviamente para prevenirlo), una telenovela en formato de media hora, la misma directora admitía que habría hecho lo mismo que la familia del muchacho que había embarazado a la chica en el video, es decir, desentenderse del problema del bebe no deseado como si nada tuviera que ver.
Aprendí en ese entonces que las élites de este país no sienten que tienen el deber de cumplir con el discurso que dan al pueblo llano. Ellos son diferentes y además no tienen que dar el ejemplo, mucho menos el andamiaje institucional para que lo que predican se cumpla.
Una parte de las élites fracasadas en el proceso de modernización en el país tuvieron éxito en convencer al ciudadano común que Venezuela no terminó de modernizarse por la tara cultural del venezolano de a pie, no de ellos de crear instituciones sólidas en lo político y económico. No estamos hablando sólo de la política que obviamente tiene mucho que ver con esto. Se auto absuelven no sólo los políticos, sino empresarios, intelectuales y miembros de élites de otras esferas del país. Construir instituciones no es lo suyo, sino liderar como amos de una plantación a las masas que componen a una sociedad. El dilema es que nadie puede liderar a quien desprecia.
El problema para ellos no fue que nunca lograron crear el andamiaje institucional en lo político y económico para que el venezolano internalizara los valores de la democracia liberal y la economía de mercado. No. Siempre es el venezolano hecho de “meado y mierda”, que es imposible de moldear para algo decente. Las élites son perfectas y si no lo son, es porque provienen de esas detestables masas que ellas mismas desprecian y no pueden construir una institucionalidad que lleve al país al progreso, creándose un círculo vicioso eterno. Instituciones que regularan la libertad de ciudadanos frente a otros y que, fuese ya por altruismo o interés egoísta, llegar a acuerdos para un bien común en el país era una tarea imposible para ellos. Por algo Bolívar decía sobre arar en el mar en América Latina, mantra que ellos repiten sin cesar.
Según ellos nunca han sido culpables, ni con el ascenso del chavismo. 26 años de gobierno autoritario y no pueden admitir sus errores, mucho menos buscar corregirlos. Todo depende de la ciudadanía, que parece que tiene el deber de emular la toma de la Bastilla o el Palacio de Invierno, para poner fin a esta pesadilla. No de ellos de intrigar, fracturar y cooptar las partes de este gobierno cansado de este caos para salir de eso. Mucho menos reformarse para tomar decisiones más racionales y con mayor participación de los ciudadanos en su formulación. En cambio, estas élites o partes de ellas, nos llaman a conservar el actual status quo por el bien del país, aunque eso lleve al exterminio de la nación.
Cinismo es poco, pero las palabras que se merecen son demasiado escatológicas para ponerlas aquí.
Y actualmente estoy enfermo, con crisis de ansiedad y depresión tanto por la situación del país, como todo lo que esos líderes de la sociedad exigían de uno tanto como individuo como parte de un colectivo para salir de esto. Sintiéndome culpable de cosas que nunca he hecho y culpable de no concretar cosas que me eran imposible de hacer. Dar tu vida, afectos, bienes materiales y otras cosas porque ERA el deber era uno como ciudadano que vive en una jungla sin instituciones y no de las élites de haberlas construidos fuertes y robustas antes del ascenso del chavismo para controlarlo, domesticarlo y expulsarlo del poder según las reglas democráticas y constitucionales.
Esto no es un manifiesto populista que llama a la supresión de las élites en un país. Es absurdo que, en una sociedad dada, incluso las más igualitarias y libres, no haya élites. Pero nos merecemos unas mucho mejores que las que hemos tenido desde hace décadas. No saltamos de Betancourt a Chávez y Maduro en un lustro. Fue un proceso progresivo de decadencia continuada y autocomplacencia permanente, y no precisamente del ciudadano de a pie. Es momento de autocrítica y corrección y dejar el discurso del fatalismo antropológico en que Venezuela no funciona por una tara cultural del venezolano y enfocarnos en las instituciones que regulan la conducta ciudadana e internalizan los valores de la democracia. El problema es que, a parte de las élites del país, no les conviene eso. Es momento de saber que parte de ese liderazgo debe ser expulsado de la dirigencia del país para que este prospere y cual debe permanecer.
Venezuela se merece algo mejor que sus habitantes de a pie sean los eternos acusados de todo lo malo que pasa con ella.