Hombres sin pecho

La historia nos muestra que el coraje moral define el destino de las naciones.

A los jóvenes de Primero Justicia

En La abolición del hombre, C.S. Lewis advierte sobre una de las tragedias más profundas de la posmodernidad: la formación de hombres sin pecho. ¿Qué significa esta expresión? Lewis nos dice que el pecho es la sede de las emociones ordenadas, de la virtud, del carácter que armoniza la razón con los deseos de la voluntad. Es en el pecho donde reside el coraje moral, la capacidad de actuar conforme a lo que es bueno, justo y verdadero. El hombre sin pecho es aquel que ha perdido esa conexión entre lo que sabe que es correcto y su voluntad de actuar en consecuencia. Es un ser que razona y desea, pero no tiene el temple para transformar su pensamiento en acción virtuosa.

Este drama no es solo personal, sino social. La ausencia de pecho afecta el florecimiento de lo humano en todas sus dimensiones. Porque sin carácter, sin la firmeza que viene del coraje moral, las sociedades se deslizan hacia la idiotez, la apatía, la cobardía y la injusticia. En tiempos de crisis, cuando las naciones enfrentan desafíos políticos, la diferencia entre hombres con pecho y hombres sin pecho puede definir el destino de un pueblo.

En Venezuela esta tragedia no es una abstracción. Lo vivimos a diario. Recuerdo claramente una conversación de hace algunos años con un dirigente político muy experimentado que, ante la represión y la amenaza del régimen, optó por el silencio: “No vale la pena arriesgarse. Si quieres sobrevivir, cállate”, me dijo con un suspiro resignado. Esa frase me hirió. Me resonó porque no era la primera vez que la escuchaba. En Doña Bárbara, Lorenzo Barquero le dice algo similar a Santos Luzardo en el capítulo El espectro de la Barquereña: “No vale la pena luchar”. Esa resignación, ese abandono del deber moral, es el sello del hombre sin pecho. 

Cuando aplicamos esta categoría a la lucha contra la injusticia, el contraste se vuelve evidente. Los hombres sin pecho son aquellos que, frente a la tiranía, eligen el silencio o la complicidad. Prefieren la comodidad de la neutralidad antes que el sacrificio que exige la defensa de la verdad. Por el contrario, los hombres con pecho son los que, aun en circunstancias adversas, alzan la voz, arriesgan su bienestar y se convierten en faros de esperanza para los oprimidos. Lo lamentable es que quien no lucha, quien rechaza la virtud de la justicia por considerarla como algo irreal o irrealizable, acaba obedeciendo a los tiranos como algo inevitable. Conozco decenas de políticos así…

La historia está llena de ejemplos que ilustran esta distinción. Konrad Adenauer, tras la caída del régimen nazi, no se dejó arrastrar por la desesperanza ni la mediocridad política. Con visión y carácter, lideró la reconstrucción de Alemania Occidental, guiando a su nación hacia la democracia y la prosperidad. Winston Churchill, durante la Segunda Guerra Mundial, fue la encarnación del coraje frente a la adversidad. Mientras otros pedían negociación y rendición, él sostuvo la llama de la resistencia contra el nazismo, inspirando no solo a su pueblo, sino al mundo entero. En Venezuela, José Antonio Páez no dudó en sacar pecho para cuidar la patria frente a los conspiradores de la entonces Colombia y plantar cara ante la tiranía del monagato cuando la República estuvo en peligro. Su pecho fue escudo qué intentó evitar caer en el abismo del despotismo y del nepotismo.

Pero no hace falta ir tan lejos en la historia. En la Venezuela contemporánea también hemos visto ejemplos de hombres con pecho. Pienso en los estudiantes que en 2007 y 2014 salieron a las calles con el pecho descubierto ante los perdigones y las bombas lacrimógenas. También en 2017. Pienso en los médicos que, en medio de la pandemia y sin recursos, eligieron salvar vidas a pesar del abandono del Estado. Ellos son la prueba viviente de que, incluso en los tiempos más oscuros, el coraje moral puede brillar. Se inflan los pechos.

Estos ejemplos contrastan con los innumerables hombres sin pecho que, a lo largo de la historia, han facilitado el avance de la tiranía. Políticos que, en altos cargos de conducción, por miedo o conveniencia, eligen ocultarse ante las injusticias. Supuestos líderes que, en vez de defender a su gente, negocian su dignidad por migajas de poder. La tiranía no solo avanza por la fuerza de los déspotas, sino por la falta de pecho de quienes deberían oponerse a ella.Hoy, en Venezuela, vivimos la calamidad de los hombres sin pecho. La dictadura de Nicolás Maduro se sostiene por la represión y el fraude, y también por la ausencia de carácter en muchos de nuestros líderes. Frente a la devastación económica, la crisis humanitaria y la violación sistemática de los derechos humanos, hay quienes eligen la indiferencia o la complicidad disfrazada de pragmatismo o realismo. Políticos que negocian con el régimen, que maquillan la realidad, que prefieren la apariencia de normalidad antes que enfrentar la cruda verdad. He visto con mis propios ojos a dirigentes que ayer denunciaban al régimen y hoy posan sonrientes en actos oficiales o se alistan a prestarse para eventos que favorecen al poder, como el evento convocado por Maduro para el 25 de mayo. Como si la sangre derramada en las calles o nuestros compañeros presos y torturados hubieran sido solo un accidente histórico.

Pero Venezuela saldrá de este abismo con hombres y, sobre todo, mujeres con pecho. La reconstrucción de nuestra República exige líderes con carácter, con el coraje de pensar en las futuras generaciones. Estadistas que no se dejen arrastrar por la ideología ni por los intereses mezquinos, sino que actúen guiados por la convicción de hacer lo justo. El pecho es el lugar donde se forjan estos líderes, donde la razón y la pasión se encuentran para dar forma a la virtud republicana.

La historia nos enseña que el carácter no es un lujo en tiempos de crisis, sino una necesidad. Necesitamos líderes que, como Adenauer, Churchill y Páez, estén dispuestos a enfrentar la adversidad con sentido de dignidad humana y con firmeza. Venezuela clama por hombres y mujeres con pecho, que no teman al sacrificio y que entiendan que la libertad y la justicia no se negocian, se conquistan.

Con pecho podremos reconstruir nuestra nación y devolverle a Venezuela la dignidad republicana que merece.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.