
El cierre de VOA aumenta el silencio en la ya censurada Venezuela
La agencia de noticias con sede en Washington, pero con corresponsales en todo el mundo, cesó operaciones el sábado. El medio estadounidense producía diariamente contenidos desde Venezuela que ya no harán contrapeso en un país donde la censura (y autocensura) impera.
El desmantelamiento de la Voz de América (VOA), por decisión de la administración de Donald Trump, deja un vacío en el reducido ecosistema de medios independientes que intentan desentrañar las complejidades de Venezuela.
Con cinco corresponsales en el país, VOA no solo ofrecía al mundo un retrato diario de la crisis humanitaria, los dilemas políticos, la persecución a la disidencia y las precariedades económicas. También era un insumo fundamental para alimentar, con sus reportajes audiovisuales y escritos, a medios digitales como La Gran Aldea, cuya capacidad de producción de contenido diario es limitada.
Durante la crisis poselectoral, VOA fue uno de los principales medios internacionales en exponer la represión contra testigos, el asedio del chavismo a los opositores que formaron parte de la campaña de Edmundo González y las detenciones arbitrarias de adolescentes y ciudadanos por el simple hecho de encontrarse cerca de una concentración política.
El mismo régimen ya había cargado contra VOA. En agosto de 2023, Nicolás Maduro acusó a la agencia de «mentir» y de llevar a cabo una «campaña» contra su gobierno por informar sobre la recesión económica.
En los últimos 20 años, en Venezuela han cerrado 408 medios y al menos 60 portales de noticias están bloqueados, según la ONG Espacio Público. Las televisoras y radios que continúan al aire solo reproducen el discurso oficial o dan espacio a aquellos voceros que cuentan con el visto bueno del chavismo o que no representan una molestia para la coalición gobernante. La salida de VOA, entonces, es una ventana más que se cierra para líderes comunitarios, familiares de presos políticos y dirigentes opositores, cada vez más censurados.
Con sede en Washington y financiada por los contribuyentes de EE.UU., la Voz de América fue fundada en 1942 con el objetivo de combatir la propaganda nazi. A partir de entonces, su misión fue servir de contrapeso en naciones con regímenes autoritarios como Cuba, Nicaragua, Irán y Venezuela. Tal como escribió su director, Michael Abramowitz, al conocer la decisión de acabar con VOA: «Durante más de 89 años, Voice of America ha sido un activo invaluable para los Estados Unidos, jugando un rol esencial en la lucha contra el comunismo, el fascismo y la opresión (…) En muchas dictaduras, VOA es a menudo la única fuente confiable de noticias».
Hoy, Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Miguel Díaz-Canel y otros autócratas celebran la salida de esta institución. Pero ante la censura y el silenciamiento de voces críticas, el periodismo independiente tiene un deber ineludible: persistir. Es ahora, más que nunca, cuando los medios que siguen en pie deben redoblar esfuerzos para informar, documentar y hacer eco de las historias que el poder intenta borrar. El cierre de VOA es un golpe más contra la verdad en Venezuela, pero también un recordatorio de la urgencia de seguir alzando la voz.