De la memoria y la supervivencia

Una película como “Nickel Boys” nos ayuda a recordar que aún hay historias modernas de racismo y que la discriminación no es algo del pasado.

Es un error asumir que el progreso de la sociedad ocurre de forma lineal, natural, sin intervención humana. La idea de que nuestros derechos humanos se van revelando naturalmente al pasar de las décadas es errada, y da por sentado los esfuerzos que se han
hecho para reconocer la humanidad fundamental de las partes más abusadas históricamente.

Pero esta asunción tiende a ir de la mano con la suposición de que estos males del pasado están alejados de nosotros, en tiempo y espacio. Una película como “Nickel Boys” nos ayuda a
recordar que hay historias modernas aún de racismo y que la discriminación racial no es algo del pasado.

Dirigida por RaMell Ross, “Nickel Boys” es un filme del 2024 basado en la novela del mismo nombre escrita por Colson Whitehead. Es la historia de dos jóvenes, Elwood (retratado por Ethan Herisse) y Turner (Brandon Wilson), quienes se hacen amigos cuando son enviados a una escuela reformatoria, una mezcla entre colegio y cárcel que se puede diferenciar de instituciones modernas por su foco en reforzar las líneas raciales en su estructura.

La Academia Nickel es el lugar en el que vemos cómo se desenlaza toda la trama de “Nickel Boys”, así mientras que Elwood y Turner forjan su conexión, las tensiones de su situación aumentan poco a poco. Primero que nada, para discutir “Nickel Boys” se tiene que hablar de su enfoque formal. Es una película con una dirección experimental, que se encuentra casi todo el tiempo desde la
perspectiva del protagonista Elwood. Esta cámara subjetiva significa que “Nickel Boys” no emplea muchos trucos tradicionales del medio fotográfico, como el plano – contraplano en el que contrastas una visión del espacio con la visión desde el otro lado de ese espacio.

Pero la dirección de “Nickel Boys” es el elemento que permite que su historia sea tan conmovedora y tan afectiva, pues te centra a ti, como observador, en la perspectiva del protagonista. La perspectiva de “primera persona”, la cámara subjetiva del filme, no es una perspectiva que “Nickel Boys” inventó, por supuesto, pero sí me gustaría señalar que es el uso más elegante de este mecanismo que yo he visto. Tradicionalmente, esta perspectiva solamente se ve en el
mainstream para escenas o películas de acción, lo cual tiene un efecto de meramente emular la perspectiva de un videojuego de disparos desde la primera persona (“First Person Shooter”) como, por ejemplo, “Call of Duty”. Este tiende a ser un uso grotesco que ignora la razón de que esta perspectiva funciona en un videojuego, pero no en un filme – en un videojuego, tú no eres espectador sino jugador, y la perspectiva se siente más natural.

En una película de acción, ver escenas de acción desde la primera persona es confuso, y va en contra del lenguaje cinematográfico tradicional en una forma que no revela nuevas posibilidades, sino que marea y nos recuerda a un mal videojuego. Pero “Nickel Boys” no es una película de acción.

El uso de la cámara subjetiva en “Nickel Boys” es excelente. En primer lugar, funciona como una traducción directa de la narrativa en primera persona del libro original. Nos ayuda a situarnos dentro de la perspectiva de Elwood, y es un elemento que centra a nuestro
protagonista de una forma muy sutil y elegante – al ver el mundo como lo ve Elwood, le damos importancia a las cosas que él le da importancia, sufrimos los eventos que él sufre, y sentimos
lo que él siente.

Pero esta decisión cinematográfica de situar casi todas las tomas cómo ve el mundo Elwood además le otorga una característica etérea, parecida a un sueño, al filme. Es una decisión bien
interesante – “Nickel Boys” lidia con temas de racismo institucional y abuso infantil muy real, en escuelas reformatorias que en efecto existieron.

La sensación de la cámara suave no le quita el impacto a estos abusos, a este sufrimiento, sino que lo contrasta con la belleza del resto del mundo, o con los momentos de paz que los protagonistas logran encontrar dentro de su día a día. Es un balance que no cualquier director podría haber manejado con eficacia, y el hecho
que éste es solamente el segundo largometraje dirigido por RaMell Ross me deja asombrado.

Su talento natural para crear imágenes memorables y transferir una perspectiva literaria a la gran pantalla me deja con mucha emoción del cine que vaya a dirigir en el futuro. “Nickel Boys” recibió dos nominaciones a los pasados premios Oscar del 2025 – a Mejor
Película y Mejor Guión Adaptado – y no ganó ningún premio en aquella ceremonia. Sin embargo, es justo decir que la película fue un éxito desde el punto de vista crítico, debido a su gran número de nominaciones y premios ganados en distintas competencias.

Desde el punto de vista monetario, ahora, no es tan fácil decir. “Nickel Boys” ha ganado aproximadamente 3,2 millones de dólares en todo el mundo, con un presupuesto de producción de 23,2 millones de dólares. Es fácil proclamar que esto significa que falló sus objetivos de taquilla, pero al final del día, esta no es una producción hecha para obtener ganancias de box office.

La película existe, y si hay justicia en este mundo, generará futuro trabajo para RaMell Ross, Ethan Herisse, Brandon Wilson y el resto del excelente elenco.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.