El pensamiento cautivo y los siervos de la tiranía chavista

Czesław Miłosz describió en El pensamiento cautivo al intelectual que termina sirviendo al régimen. En Venezuela, estos Delta abundan: justifican la tiranía, atacan a la resistencia y embellecen la opresión.

Publicado en 1953, El pensamiento cautivo de Czesław Miłosz es un análisis descarnado de cómo los intelectuales y figuras públicas de Europa del Este sucumbieron ante el totalitarismo comunista. A través de una serie de perfiles, Miłosz describe los distintos mecanismos psicológicos que llevan a las personas a justificarse, adaptarse y finalmente colaborar con el régimen opresor. Uno de estos perfiles es el Delta, el intelectual que, aunque inicialmente reacio, termina doblegándose y convirtiéndose en propagandista del poder, justificando sus atrocidades y atacando a quienes se resisten.

Czesław Miłosz, por tanto, nos legó en este libro una radiografía de la sumisión intelectual ante el totalitarismo. Su disección de la mente atrapada en la red del poder resulta hoy, en la Venezuela de la tiranía chavista, un espejo implacable para un diminuto pero ruidosos y hoy conocido grupo. Porque no solo son los carceleros quienes perpetúan la opresión; también están esos “académicos”, políticos, periodistas, empresarios y falsos defensores de derechos humanos que se han convertido en engranajes de la máquina criminal.

El Delta de Miłosz no es el verdugo abierto ni el cínico que actúa por conveniencia consciente. Es el que ha interiorizado la mentira, el que se ha convencido de que la servidumbre es el único camino posible y busca que los demás también se resignen. En Venezuela, estos han adoptado el lenguaje de la dictadura, han aprendido a justificar lo injustificable, a embellecer la opresión y a tildar de radicales a quienes se resisten; es decir, al 90% (o más) del país.

Son ellos quienes, con su pluma servil y su verbo domesticado, escriben en defensa de la «paz» mientras la tiranía tortura a inocentes en centros oficiales y clandestinos de reclusión. Son los que nos hablan de «normalización» mientras los verdugos asesinan por placer, como ocurrió en 2014, en 2016, en 2017, en 2019 y en 2024. Son los que dicen que «hay que ser realistas», que «la democracia se construye con acuerdos» y que «es mejor participar» en cualquier farsa electoral aun cuando el chavismo perpetró el fraude electoral más grande de nuestra historia con las bayonetas afiladas. Son los siervos del poder que creen (o venden) que podemos vivir dentro de la jaula siempre que nos den migajas suficientes para no morir de hambre… claro, mientras ellos, abrazados al poder, viven en su burbuja llena de los lujos que la nomenklatura les permite, siempre y cuando no caigan en desgracia con algún miembro de la élite.

Son ellos quienes, con sonrisa de analistas y pose de estadistas, repiten que “son las sanciones” pero nunca la tiranía, «hay que pasar la página», como si la tragedia nacional fuera un simple desacuerdo político y no un régimen criminal cimentado en la sangre y el hambre. Pero no, no es pasar la página. Es cambiar el libro. Es negarse a aceptar que la historia de Venezuela debe escribirse con los mismos torturadores de siempre, con los mismos corruptos reciclados, con los mismos impostores que hoy simulan ser opositores mientras negocian su cuota de ¿poder? con el chavismo.

Estos colaboradores del horror tienen nombre y apellido. Los conocemos. Se visten con la apariencia de la moderación y el pragmatismo, pero no son más que correa de transmisión de la dictadura. Se justifican con la cobardía y la conveniencia, pero su acción es la de cualquier otro esbirro: perpetuar la opresión, hacerla más llevadera, convertir la indignación en resignación. Y todos ellos, juntos, ya fueron barridos tanto en octubre de 2023 como en julio de 2024.

En su exilio, Miłosz advirtió que los totalitarismos no solo triunfan por la represión, sino porque logran moldear conciencias y fabricar intelectuales serviles. En Venezuela, aunque la palabra “intelectual” les queda grande, los Delta son los que le dicen al pueblo que «esto es lo que hay», que «la política es así», que «no se puede hacer nada». Son los que pretenden convencer a los libres de que también deben vivir de rodillas. Pero no nos rendiremos. No seremos siervos. No seremos Delta. Decidimos ser libres y así será, a pesar de los bárbaros y sus cómplices.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.