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Metástasis autocrática
La verdad vence al miedo y mientras haya voces dispuestas a decirla, la esperanza está viva. La fuerza del pueblo venezolano, liderado por quienes se niegan a rendirse, demuestra que el cáncer va a ser derrotado.
El régimen de Nicolás Maduro es un cáncer de naturaleza aún desconocida. No es una simple autocracia ni una dictadura convencional. Es un tumor político sin precedentes en la historia de la humanidad. Sus fibras están compuestas de militarismo, crimen organizado, una inicial dosis de marxismo, terrorismo y una red internacional de solidaridad autocrática que conecta a Venezuela con Rusia, Cuba, Irán, Nicaragua y Corea del Norte. Es un tejido maligno que ha infiltrado cada rincón del país, corrompiendo instituciones, descomponiendo el entramado social y devorando la esperanza de millones de almas. Y lo más trágico, es que ese tumor es venezolano…
Aceptar esta naturaleza tumoral del régimen es el primer paso para una cura. Solo el paciente que reconoce su enfermedad puede emprender el camino hacia la recuperación. Sin embargo, en Venezuela hay un intento de negación colectiva liderado por los “radicales de centro” que, afortunadamente sin eco en la población, dificulta enfrentar la magnitud real del problema. Muchos siguen viendo la situación como una crisis política más, restándole drama y gravedad. Y esta negación nos aleja de la salud política y democrática que tanto anhelamos.
Tratamientos fallidos y errores de cálculo
En la lucha contra la dictadura criolla han sido aplicados todos los tratamientos posibles. Se ha intentado de todo. Desde la vía electoral hasta las estrategias más sofisticadas de presión nacional e internacional. Pero ha sido la fuerza de la gente, la voluntad ciudadana concretada en la soberanía del voto genuino y lleno de contenido, la que más ha desafiado al régimen. El liderazgo valiente de María Corina Machado al frente del proceso de las primarias del 22 de octubre de 2023, revitalizó la lucha democrática. Con su claridad y firmeza encendió una llama de esperanza en millones de venezolanos que creían que el cambio era imposible. Y esa esperanza se consolidó cuando Edmundo González Urrutia ganó la presidencia el 28 de julio de 2024, demostrando que el pueblo venezolano quiere un futuro distinto.
La dictadura, aunque arrogante, cometió errores de cálculo que abrieron grietas en su fachada de poder. Pero esas grietas no bastan para alcanzar la democratización cuando no se adversa una enfermedad encapsulada -pues no es solo Maduro- sino metastásica.
Metástasis en la vida cotidiana
El problema más serio que tenemos no es solo, repito, la figura de Maduro, sino cómo su régimen ha logrado normalizar la corrupción, el cinismo y la amoralidad en la sociedad venezolana. La metástasis está presente en el vecino que se beneficia del sistema, en los intelectuales que callan, en los empresarios que negocian con el régimen, en los religiosos que sirven más al César que a Dios, y en los políticos que prefieren la comodidad de su status quo, antes que la lucha por la libertad.
La pelea por la democracia es, entonces, más ardua de lo que parece. Porque no es solo contra Maduro y las dictaduras del mundo. Es también contra la cotidianidad amoral a la que Maduro aspira a reducir lo venezolano. Y digo amoral para referirme a algunos que, creyéndose astutos, piensan que pueden burlar al régimen sin claridad respecto de lo bueno y de lo malo, de lo justo y de lo injusto, mientras colaboran con su perpetuación.
Solución: palabra libre y verdad
La única terapia posible ante esta metástasis es aceptar la realidad y decir la verdad. Este cáncer autocrático nos obliga y, al mismo tiempo, nos legitima a usar el arma más poderosa que tenemos: la palabra libre. La verdad es el antídoto más potente contra la mentira estructural del régimen. Como decía Václav Havel, la verdad tiene una fuerza que ni la más férrea de las dictaduras puede sofocar. Y como enseñó Aleksandr Solzhenitsyn, la palabra libre puede demoler los cimientos de los regímenes más opresivos.
Maduro -cáncer desparramado en metástasis- es como la estatua descrita en las sagradas escrituras por el profeta Daniel: un ídolo gigante y metálico con pies de barro. Aparentemente fuerte, pero profundamente débil en sus pies de tierra y arcilla. Su base de barro es el mal que inevitablemente se devora a sí mismo. La mentira, la corrupción y el cinismo que lo soportan frágilmente, son también los gérmenes de su caída.
La lucha por la democracia en Venezuela es una batalla de la conciencia. La medicina para la metástasis es la verdad que confronta la debilidad del régimen, exponiendo su putrefacción intrínseca. Maduro es un becerro de oro, que es falso en sí mismo, aunque algunos lo adoren (especialmente aquellos con boina de opositores bravíos e hiperrealistas, pero pusilánimes). Su poder es una ilusión sostenida por el miedo y la mentira.
Pero la verdad vence al miedo. Y mientras haya voces dispuestas a decirla, la esperanza está viva. La fuerza del pueblo venezolano, liderado por quienes se niegan a rendirse, demuestra que el cáncer va a ser derrotado.
Digamos la verdad y mantengamos el esplendor de la palabra libre. Porque en la verdad reside la cura y en la palabra libre la promesa de un futuro mejor.