El 94,7% de los zulianos vive en pobreza, y el 77,9% en pobreza extrema, según Zulia Barómetro.

El Zulia marginado y sin un real 

Manuel Rosales, prepara su reelección con la narrativa de que los tiempos oscuros pasaron y que la alegría colma las calles, sin embargo, el informe Zulia Barómetro, coauspiciado por su propia gobernación, devela un panorama humanitario que lo contradice.

Los fuegos articiales iluminaron la noche marabina el 10 de diciembre. Rosales había preparado un acto para celebrar los avances de su gestión en el majestuoso Palacio de los Cóndores, sede de la gobernación del Zulia. 

Nada iba a impedirlo, ni siquiera las detenciones arbitrarias de Nabil Maalouf, alcalde de Cabimas por Un Nuevo Tiempo (UNT), y Jesús Armas, miembro del Comando Con Venezuela, ocurridas esa misma tarde. 

Rosales evitó mencionar estas detenciones en su discurso y aseguró que en las calles del Zulia se respiraba algarabía por el movimiento del comercio y el regreso de las familias. 

Según Rosales, el Zulia cambió la tristeza por “esa alegría que embarga las calles”. Paradójicamente, ese mismo día AZB Consultores, publicaba el informe ZuliaBarómetro, que expone con datos una realidad opuesta a la que el gobernador busca proyectar en su carrera por la reelección. 

Tierra arrasada 

«¿Qué más te puede pasar que no te haya pasado?», se preguntaba Ricardo Aguirre en su legendaria gaita Maracaibo Marginada, un himno al abandono que ha sufrido la capital zuliana durante décadas.

Lamentablemente, esos versos están más vigentes que nunca. Maracaibo, que alguna vez fue el epicentro económico y cultural del occidente venezolano, ha perdido su brillo. 

El informe Zulia Barómetro expone los siguientes datos: el 94,7% de los zulianos vive en pobreza, y el 77,9% en pobreza extrema. El PIB regional se ha desplomado un 92% desde 2014, superando incluso la caída nacional del 76%. Un panorama económico y social devastador. 

El Zulia también encabeza la crisis migratoria. Al menos 1,2 millones de zulianos han abandonado el estado, ya sea rumbo al extranjero o hacia otras ciudades del país como Caracas y Valencia. 

Testimonios recogidos por el informe reflejan el profundo dolor de quienes han tenido que partir. Una migrante zuliana reubicada en Caracas afirmó: 

«Mudarse de Maracaibo fue como venir de otro país. Caracas parece otro mundo.» 

La producción petrolera se ha desplomado un 88,7% desde 2002, y con ella, se esfumaron los empleos y riqueza que generaban. El sector petrolero, que alguna vez convirtió al Zulia en el faro energético del Hemisferio Occidental, colapsó.  La infraestructura está destruida, los servicios básicos son precarios y la cotidianidad de los zulianos, se ha convertido en una lucha diaria por la supervivencia. 

Frente a este panorama, los fuegos articiales y los actos públicos no logran ocultar una realidad devastadora. La «alegría» de la que habla Rosales no se refleja en las cifras, ni en los rostros de quienes caminan por las calles de Maracaibo, golpeados por la carestía económica y una crisis humanitaria que se agrava cada día. 

El Zulia no solo ha sido marginado. Como en los tiempos de Guzmán Blanco, desde Caracas han tratado de reducirlo a una playa de pescadores, todo con la anuencia de un gobernador dispuesto a callar, a cambio de que lo dejen tranquilo.

El Zulia está primero, a costa de Venezuela 

Los partidarios de Rosales justifican las condiciones expuestas en la sección anterior, con el argumento de que las condiciones humanitarias escapan de la competencia de la gobernación. 

Pero esta excusa no hace más que evidenciar la verdadera naturaleza de los espacios regionales en dictadura: no sirven para mejorar la calidad de vida de la gente. 

La crisis eléctrica, la falta de agua potable y la escasez de gas doméstico, han convertido al Zulia en un territorio hostil para la vida cotidiana. Pero el silencio del gobernador ante estos problemas no es casual: forma parte del pacto implícito que le permite hacer una gestión de papel sin ser perseguido como otros dirigentes opositores. 

Hace un par de años, en Politiks mencionamos los detalles de este pacto de élites políticas y empresariales contra los venezolanos, quienes abandonaron la aspiración de libertad a cambio de su supervivencia política. 

Mientras Rosales gobierna sin incomodar a la estructura de poder chavista, otros líderes opositores son perseguidos por encabezar la disidencia contra la ignominia que pretenden imponer desde Miraflores. 

La firme resistencia zuliana 

Incluso en medio de la devastación, el Zulia sigue siendo tierra de resistencia. En las elecciones del 28 de julio, aportó casi un millón de votos a la histórica victoria de Edmundo González Urrutia, la mayor votación en todo el país. 

La resistencia también se hace visible en las calles de Maracaibo. En las últimas semanas, carteles en importantes avenidas han reclamado la ilegitimidad de Nicolás Maduro, tras el fraude del 28 de julio.

El compromiso y la gallardía de sus líderes locales son un ejemplo para toda Venezuela. Ángel Machado y Desiree Barboza, líderes de Voluntad Popular Zulia, regresaron al país para participar en la concentración pautada para el 9 de enero, a pesar de tener órdenes de captura. 

Avilio Troconiz, presidente de Primero Justicia Zulia, sigue liderando con determinación, mientras que Rafael Ramírez Colina, alcalde de Maracaibo, cumple cuatro meses detenido arbitrariamente en El Helicoide, por su trabajo al frente de la ciudad. 

Pero el mayor símbolo de la resistencia zuliana es el exgobernador Juan Pablo Guanipa, quien lucha desde la clandestinidad junto a María Corina Machado, para hacer respetar la voluntad popular expresada el 28 de julio. 

El Zulia resiste. Cada voto, cada cartel, cada líder que desafía la aspiración del régimen de desmoralizar, es prueba de que este estado no se doblega. 

Los zulianos, con su inquebrantable espíritu, continúan luchando por recuperar su dignidad, su futuro y el brillo de una región que tiene la necesidad histórica de ser la primera de Venezuela.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.