Grenell en Caracas: más deportaciones, ¿menos democracia?

"La noticia parece confirmar lo que algunos temían , la prioridad de Trump es limpiar su país en términos migratorios, y para lograrlo hará todo, incluso, pactar con regímenes no democráticos".

No hay manera de maquillarlo: la visita de Richard Grenell a Caracas representa un golpe brutal para la causa democrática en Venezuela. El enviado especial de Donald Trump se reunió con Nicolás Maduro con el supuesto propósito de tratar temas migratorios, pero el mensaje que envía esta reunión va mucho más allá de la agenda oficial.

Es un reconocimiento, más allá de lo tácito, de la administración Trump a Maduro como autoridad interna en Venezuela, debilitando así los esfuerzos de la oposición y profundizando la sensación de indefensión de quienes luchan por la libertad en el país. Poco importa el control de daños que hagan senadores y portavoces al respecto: la fuerza de la imagen de las sonrisas entre Rodríguez y Grenell es muy elocuente.

La noticia parece confirmar lo que algunos temían y otros evitaban aceptar: la prioridad de la nueva administración republicana va acorde a lo dicho por Trump en toda su campaña: “limpiar su país” en términos migratorios. Y para hacerlo, pareciera que los Republicanos harán todo lo que esté en sus manos. Incluso, pactar con regímenes no democráticos.

Son particularmente reveladores dos datos: que esta reunión ocurra antes de que Trump cumpla siquiera dos semanas en el poder, y que una de las primeras visitas de un alto perfil de su gobierno en la región sea Venezuela. Ya desde las primeras horas de su mandato, Grenell dejó claro que tenía la intención de conversar con funcionarios del gobierno de Maduro, sobre temas migratorios, lo que evidencia que este movimiento no es improvisado, sino parte de un plan mayor.

Pero la gran pregunta es: ¿dónde deja esto a la causa democrática venezolana? ¿Qué pasa con el reconocimiento de Estados Unidos a Edmundo González como presidente, tras las elecciones del 28 de julio? ¿Cómo se supone que la comunidad internacional mantenga su postura de desconocimiento a Maduro si, en paralelo, Washington se sienta con él a negociar?

No hay respuestas claras, pero sí un mensaje evidente: el régimen sigue moviendo sus fichas, intentando consolidar su poder y buscando espacios de legitimación para pasar la página. Mientras tanto, las fuerzas democráticas corren el riesgo de quedar atrapadas en una dinámica peligrosa. Maduro avanza con sus estrategias: elecciones parlamentarias y regionales, reformas constitucionales y negociaciones directas con Estados Unidos. El silencio de su contraparte, apoyada por la mayoría de los venezolanos, preocupa.

El reloj avanza y el margen de maniobra se reduce. La pregunta que realmente importa ahora es: ¿cuáles son los siguientes pasos?. De no dar respuesta, la oposición podría ser una mera espectadora de acuerdos que la excluyan como actor decisor del futuro del país, algo mortal luego de la gesta heroica del 28 de julio.

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