La banalidad del diálogo y el librito azul que tanto manoteaba Hugo Chávez
El chavismo ya tiene su plan de avanzar con la reforma, la consulta con "opositores" solo pretende darle algo de legitimidad, no es una oportunidad para cambiarlo, ni mucho menos detenerlo.
Bajo la excusa de buscar el entendimiento común, el diálogo político en Venezuela se ha convertido en una grandiosa oportunidad, para comer pasapalos democráticos con un whiskycito pacífico.
Pintan el diálogo como una cosa magnánima, a la que solo los grandes hombres y mujeres pueden acceder. Porque dialogar no es para todo el mundo. Entender al otro y hacerse entender, sin llegar a la violencia, es para gente iluminada, tolerante, inteligente… como Claudio Fermín, el Foro Cívico y algún alcalde de Fuerza Vecinal.
No cualquiera puede negociar con su adversario. Para hacerlo hay que saber respetar las ideas ajenas, no solo hacer respetar las propias. ¿Te imaginas, lector, entablar un diálogo con tu secuestrador?, y entender su punto de vista: que él te tiene que tomar como rehén porque las circunstancias lo obligan, porque la presión externa le exige hacerte daño, aunque no quiera. ¿Tienes la valentía de respetar a tu secuestrador, ese trabajador digno? Si no, entonces, el diálogo elevado no es para ti.
En estos días, se dio a conocer que la embajada de Suiza en Venezuela convocó a un diálogo a académicos, actores políticos y otros personajes influyentes de la vida nacional, sobre una reforma constitucional, propuesta por el usurpador de la presidencia de la república. En la lista, por cierto, no aparece ningún representante de Edmundo González ni de María Corina Machado. Red flag. Y no me refiero a la bandera suiza.
El problema es que, al parecer, ahora sí es necesaria una nueva Constitución, luego de que la írrita Asamblea Nacional Constituyente de 2017-19, no sancionase ninguna. De tanto dialogar consigo mismo, el chavismo no terminó de entenderse. No se decidían entre ilegalizar a la oposición y transformarse finalmente en un régimen totalitario de partido único, por lo que la Constituyente terminó con un “después vemos”.
La llegada del después…
Vayan a dialogar con ellos, entonces, con pasapalos pagados por Suiza, el país neutro por excelencia. “Yo quiero democracia”, dirán tímidamente algunos. “Yo quiero cárcel para todos los fascistas”, comentará otro. «¿Quieren fondue con arepitas?”, preguntará un suizo.
¿Se atreverá alguien a decir: “yo quiero que se respete el resultado electoral real del 28 de julio”, sin atorarse con una raclette, o es una proposición demasiado radical, polarizada y tóxica para un diálogo de altura?. Recordemos que ser un buen dialoguista requiere no definirse como radical, ni extremista, ni maximalista, ni fanático. Es decir, no se puede ser uno de los 7.443.584 radicales, que votaron por un cambio y exigen que el resultado se respete.
Este año, se cumplen 25 años de que Hugo Chávez convocara el referéndum para aprobar la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, redactada, en parte, por el diputado Nicolás Maduro Moros. Ya ese librito azul que tanto manoteaba el galáctico no es suficiente. ¿Cuáles artículos serán los que ya no encajan en este régimen político? ¿El artículo 5, que habla de la soberanía popular?. Suena muy problemático para el chavismo, que el pueblo tenga derecho a que se acate su decisión. ¿Será que ahora la soberanía sólo residirá en el primer mandatario y Venezuela volverá a ser una monarquía?.
Dialoguen lo que dialoguen, el chavismo ya tiene su plan de avanzar con la reforma. “Consultar” con voces opositoras solo es un paso para darle algo de legitimidad a ese plan, no una oportunidad para cambiarlo, ni mucho menos detenerlo. Al fin y al cabo, un secuestrador te puede preguntar si quieres que te libere, y digas lo que digas, no va a cambiar su decisión. Ni que lo digas, 7 millones de veces.
Pero, usando las palabras de los dialoguistas, el “juego” se puede “destrancar”, si el secuestrador deja el negocio. Eso sí es tarea de la filosofía, y hasta de la astrología y de la providencia divina, porque a estas alturas, ya necesitamos una «ayudaíta» del más allá, para solucionar este problema, que ya va para su segunda Constitución y su tercera década. Se nos va la vida entre tanto diálogo y pasapalo. Cuidado y se atoran entre palabra y tequeño.