Hilario Guanipa: el tirano que destruyó su propia casa

Un partido político que actúe bajo la influencia de un "Guanipa", como el de la novela La Trepadora, está condenado al fracaso porque la imposición de una única visión, termina por alienar a sus miembros más valiosos.

Los actuales momentos nos llevan a reflexionar sobre la injusticia y la tiranía, también dentro de nuestros partidos políticos. Y para hacerlo pido a los venezolanos y, de manera especial a los militantes de Primero Justicia, que recurramos a las letras criollas. En La Trepadora, Rómulo Gallegos retrata con maestría a Hilario Guanipa: un personaje que, más allá de ser un hombre prepotente y autoritario, simboliza los peligros del abuso de poder. Guanipa encarna el perfil del tirano clásico: un hombre imposibilitado de reconocer límites morales y obsesionado con el control absoluto de todo y de todos. Su actitud, dictada por el orgullo y un océano de complejos en su alma, lo convierte en un traficante del terror. Alguien incapaz de construir un entorno de justicia.

“Aquí mando yo, y aquí nadie discute mis órdenes. El que no obedezca, que se largue”. Esta cita, contundente y sin matices, define el carácter de Guanipa. Para él, el diálogo y la negociación no existen; solo hay una línea de poder bruto que comienza y termina con su palabra. Este tipo de seudo liderazgo, basado en la coacción y la intimidación, resiente la paz en cualquier esfera humana.

Pero Guanipa no es solo un personaje de la literatura. Es el reflejo de un patrón de conducta. Una naturaleza autocrática que trasciende las geografías y los tiempos concretos. En ese sentido, es universal. Su relación con las personas que lo rodean está marcada por el miedo, no por el respeto. Su ineptitud para escuchar y su afán de aplastar con su voluntad, lo alejan de las cualidades de un líder auténtico. En su hacienda, los trabajadores no son más que piezas despreciables de un engranaje que él maneja a su antojo: “En esta casa se trabaja mientras yo lo diga, y se come cuando yo lo disponga”. Esta frase ilustra su ímpetu opresor y la forma en que pretende deshumanizar a quienes dependen de él.

El gran drama de Guanipa, más allá de sus propios miedos e inseguridades de autócrata, radica en su incapacidad para adaptarse a los cambios que se gestan a su alrededor, mientras no es protagonista de los acontecimientos. Como un caudillo que se resiste al progreso y a reconocer el liderazgo de otros, desprecia todo lo que no se ajuste a su visión de dominación. Por ejemplo: en lugar de construir una relación honesta con Victoria, su hija, basada en el entendimiento y la empatía respetuosa de la libertad de la persona humana, la enfrenta como a un enemigo y se niega a aceptar su independencia y anhelos: “Las mujeres están para obedecer, no para andar soñando con cosas que no entienden”,decía. Estos vocablos no solo reflejan su machismo, sino también su rechazo al cambio, que es una característica que lo condena al aislamiento, a la soledad y a la irrelevancia política.

Si trasladamos este análisis al contexto de los partidos políticos, Guanipa representa el perfil del líder que, lejos de consolidar un proyecto colectivo, destruye las bases de su propio grupo humano. Al igual que el tirano que gobierna a base de terror, se dedica a la manipulación y destruir las cualidades positivas de otros. Estos líderes, obsesionados con mantener siquiera una apariencia lejana de poder, sofocan las voces disidentes, ignoran las señales del sentido común y terminan destruyendo al mismo partido al que juran profesar amor y lealtad.

“El que no esté conmigo está contra mí, y yo no tolero enemigos en mis tierras”. Esta sentencia es el reflejo de su inhabilidad para manejar la legítima disidencia. En su mundo, no hay espacio para las opiniones divergentes, lo cual, por cierto, lo lleva a perder aliados valiosos. Se convierte en un ser humano ensimismado. Es el embelesamiento de la tiranía…

Un partido político que actúe bajo la influencia de un Guanipa está condenado al fracaso. Las decisiones a trompicones, el desprecio por la palabra libre y por la libertad de la conciencia, y la imposición de una única visión terminan por alienar a sus miembros más valiosos. Así como Hilario pierde el respeto de su hija y el control de su hacienda, un partido liderado por la tiranía pierde la confianza de su base y la agilidad de adaptarse a las demandas históricas de su tiempo.

«La Trepadora» nos advierte sobre los peligros del autoritarismo en cualquier ámbito, ya sea en una hacienda o en una organización política. Guanipa es más que un tirano. Es un recordatorio con el cual Gallegos nos hace comprender sabiamente, que la soberbia y el abuso de poder no construyen, sino que destruyen y causan devastación. Si se quiere evitar ese destino, debemos apostar por liderazgos basados en el respeto a la dignidad de la persona. Solo así se puede garantizar la supervivencia de una comunidad, una familia o, incluso, un partido. Lidiar al mismo tiempo con Maduro y con un Guanipa -que en esencia comparten naturaleza tiránica- es un peso insoportable en la lucha por la democracia. Pero se les puede y debe derrotar, así como Adelaida Salcedo derrotó a Hilario y triunfó la civilizad sobre la barbarie. Eso es lo que significa Victoria, la hija de ambos, que emblematiza lo mejor de la condición humana y lo mejor de la venezolanidad.

Animo a los militantes de los partidos que luchan por la libertad, principalmente a los de de Primero Justicia, a releer La Trepadora en clave de fututo democrático.

Otras citas de Hilario Guanipa

1. “El llano es mío, como son mías las bestias y los hombres que lo trabajan. Nadie me quita lo que me pertenece”.

2. “Aquí las cosas se hacen como yo digo, no como a nadie le parezca. Las decisiones no se discuten”.

3. “A quien no le guste cómo mando, puede irse del llano, pero con las manos vacías, porque nada se lleva de aquí”.

4. “Un hombre que no impone su ley en su tierra es un hombre que no merece respeto”.

5. “En mis tierras no hay espacio para débiles ni rebeldes. El que se cruce en mi camino, lo aplasto”.

6. “Las cosas se hacen en silencio y sin preguntas. Aquí no hay lugar para curiosos ni para mandaderos de la ciudad”.

7. “No necesito amigos, solo gente que haga lo que yo ordene. Para los demás, tengo mi machete”.

8. “Si las tierras están en pie, es porque yo las he domado. Nadie más tiene derecho a reclamar nada aquí”.

9. “En mi casa no se contradice al patrón. Aquí mando yo, y lo que digo es la ley”.

10. “La obediencia no es una opción, es una obligación. Al que no le guste, que lo intente, a ver hasta dónde llega”.

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