Trump regresa en un Estados Unidos muy cambiado

Inició su segundo período como presidente de Estados Unidos, pero el país sobre el que gobernará es uno radicalmente distinto al de su llegada a Washington en enero de 2017.

Hace ocho años, su triunfo electoral sorprendió al país, al propio Trump y a su partido Republicano, cuyos líderes estaban listos para desecharlo, pero tras su victoria se acoplaron para rodearlo e intentar contenerlo. El mundo empresarial y demás élites del país eran distantes y escépticas , y la oposición Demócrata fue frontal ante un presidente que veían con poca legitimidad, entre otras cosas por haber perdido el voto a nivel nacional (aunque se impuso en el Colegio Electoral).

Ayer, en cambio, Trump tuvo su coronación. En primera fila, los hombres más ricos del país, líderes del mundo digital, quienes en pocas semanas han cambiado sus políticas y declaraciones públicas para acercarse a la visión del nuevo gobierno. En segunda fila, sus nominados al gabinete, varios de los cuales hubiesen sido bloqueados por el Senado hace unos años, pero ahora parecen dirigirse al gobierno con pocos obstáculos. Todos bajo la cúpula del Capitolio, mismo sitio donde centenares de seguidores de Trump se habían colado a la fuerza para intentar torcer a su favor la elección de 2020.

En 2025 no hay secretos ni sorpresas con Trump. Ha sido protagonista del país por 10 años, presidente por cuatro, aun no admite que perdió la elección pasada y su campaña fue muy transparente con sus prioridades en migración y políticas económicas. Todo esto en vez de afecarlo le dio su mejor resultado electoral, el triunfo a nivel nacional y los mejores números para un candidato Republicano con latinos, afroamericanos y asiáticos en la historia reciente. La gente piensa sobre todo en la economía, pero también concuerda con Trump en limitar la migración y dejar de lado las ideas “woke”, que tanto parecen representar al partido Demócrata.

Recién juramentado, Trump comenzó donde había dejado las cosas hace cuatro años: llamativas declaraciones (amenazando a Panamá, o renombrando el Golfo de México), medidas polémicas (orden ejecutiva para acabar con el derecho constitucional a la nacionalidad de todo el que nazca en territorio estadounidense), y todo frente a las cámaras (firmando sus medidas frente a 20.000 de sus seguidores y repartiendo sus marcadores).

El problema para Trump es que, probablemente, por estos días esté viviendo su punto más alto. Como todo presidente reciente, es probable que la pequeña “luna de miel” que tiene con la población empiece a agotarse en unas semanas. Al estar en su segundo, y último, mandato, sus aliados empiezan a pensar más en ellos que en Trump, y buscarán distancia en medidas controversiales, que puedan afectarles en futuras elecciones. Con el paso de las semanas, apuntar al ex Presidente Biden por dificultades en economía, seguridad u otros temas irá perdiendo fuerza y todas las miradas estarán puestas en Trump. 

Su enfoque en la migración ya comenzó, pero deportar millones de migrantes indocumentados no parece viable, y redadas en distintas ciudades dejarán duras imágenes. La guerra en Ucrania no parece estar cerca del fin, y los precios en el mercado pueden dejar de subir, pero no bajarán a niveles pre pandemia. La reducción del tamaño y gasto del gobierno es posible, pero no si se piensa crear una nueva agencia gubernamental (para manejar los aranceles), aumentar el número de agentes fronterizos, mantener el gasto militar y no tocar los beneficios para personas retiradas.

La incógnita de Venezuela

Las señales sobre la política con Venezuela del nuevo gobierno han sido mixtas. Tener a Marco Rubio de Secretario de Estado señalaría claramente la intención de volver a algo parecido a la estrategia de “máxima presión” de 2019-2020, pero la distancia de Trump con la elección del 28J (sobre la cual nunca se expresó con claridad), y su interés principal de deportar a miles de venezolanos, hace pensar que no le ha cerrado la puerta a un acercamiento con Maduro.

Este lunes dijo, tras ser cuestionado por un periodista, que “probablemente” su país no le comprará más petróleo a Venezuela, sin mayores detalles. Y esto vino horas más tarde de que su asesor en política exterior Richard Grenell, dijo que había estado conversando con funcionarios en Venezuela y que mantendría sus primeras reuniones este martes. 

Trump ha mostrado que puede dar giros completos en muchas de sus políticas, desde Corea del Norte a más recientemente su apoyo a mantener TikTok abierto en Estados Unidos. También, como demuestran Mark Zuckerberg y otros antiguos críticos, está claro que Trump puede ‘perdonar’ y establecer una relación transaccional con quienes puedan ofrecerle algo útil. Con Venezuela habrá que ver si pesan más las visiones de Rubio, el Asesor de Seguridad Nacional Mike Waltz y otros dirigentes en su mayoría de Florida, o si un acuerdo sobre la migración puede generar puentes entre Miraflores y la Casa Blanca. 

Estados Unidos y las Instituciones

Es probable que el gobierno de Trump no llene las muy altas expectativas de sus seguidores, ni cumpla las peores pesadillas de sus críticos. Pero, al igual que hace cuatro años, las instituciones del país serán retadas como pocas veces en el último siglo.

La partidización extrema, la poca confianza en los medios de comunicación, la manipulación en redes sociales, y las propias amenazas del Presidente de revancha y expansión territorial, presentan un complejo panorama para estos cuatro años. Flaco favor hizo Joe Biden, al dejar la presidencia tras haber perdonado a su hijo, quien había sido sentenciado por una corte, y haber emitido perdones “en adelantado” a aliados políticos y familiares, rompiendo todo tipo de normas históricas.

Pero la justicia sigue siendo muy independiente, y Senadores y Congresistas mantienen un grado de autonomía, siempre que les convenga electoralmente. Y justamente ahí está la mejor defensa frente al autoritarismo, en la costumbre estadounidense de “castigar” a quien está en el gobierno y pronto quitarle parte, o todo, el poder que en algún momento le otorgó.

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