Machado se unió a la concentración opositora del 9 de enero

El balance agridulce del 9 y 10 de enero

«La primera pregunta que surge es: ¿por qué la élite gobernante, mediante sus agentes, detuvo a la persona que se volvió su némesis y luego la liberó a los pocos minutos?»

Y finalmente llegó el día que tuvo a toda Venezuela a la expectativa durante meses. La jornada que hizo a todo el mundo frenar sus planes hasta ver cómo adaptarlos a lo que ocurriera después. Muchos establecimientos en el país tradicionalmente extienden el asueto de diciembre a la primera y a veces hasta la segunda semana de enero. 2025 arrancó con esa tendencia más marcada de lo normal, por la incertidumbre política. Calles vacías y silenciosas, como si las primeras 24 horas del año se hubieran extendido por casi 14 días.

Lo que millones de personas veían como el día de definiciones terminó siendo un par de días, ya que la dirigencia opositora optó por convocar una manifestación pacífica a favor de su reclamo electoral, no el día de la toma de posesión del ganador de aquellos comicios de julio pasado, sino el anterior. Probablemente porque pensó que el mismísimo 10 de enero el gobierno tendría mayor vocación represora, no vaya a ser que protestas le empañen ante los ojos del mundo una jornada que quería que fuera apoteósica para sí. Todos sabíamos que los planes de Miraflores eran esos, así que no había que darle muchas vueltas al asunto. Mucho menos claro era lo que la oposición pensaba hacer y lograr entretanto. Ahora que dejamos los días clave atrás y sabemos qué pasó, me propongo hacer un balance sobre el desempeño opositor. Vamos, pues.

La cronología me obliga a comenzar con la movilización opositora del día 9. Sin duda, fue el momento de mayor brillo para los adversarios de la élite gobernante, al menos hasta mediados de la tarde. Era perfectamente razonable tener reservas sobre la asistencia a la convocatoria, habida cuenta del miedo a una persecución en los últimos meses que no ha tenido igual en toda la presente etapa histórica venezolana, lo cual es mucho decir. En tal sentido, a mi juicio la manifestación superó expectativas. No fue, por supuesto, de las dimensiones de aquellas protestas opositoras de antaño que llenaban largas avenidas. Pero creo que nadie esperaba tal cosa. Ese tipo de manifestación masiva se ha vuelto inviable mientras dure la presente hegemonía política. Vimos sus últimas muestras en los días finales de la campaña presidencial del año pasado. La propia dirigencia opositora lo ha asumido así. De ahí la estrategia del “enjambre” enunciada hace unos meses por María Corina Machado, la máxima líder de la oposición hoy. Pues bien, al final vimos “enjambres” a lo largo y ancho del país con participación en general decente.

Agreguemos que la propia Machado, acompañada de Juan Pablo Guanipa, hizo una aparición pública en la manifestación en Caracas, luego de pasar meses escondida para evitar la persecución gubernamental. Esto fue importante. Que los dirigentes compartan con la base los riesgos de la protesta es algo que brinda credibilidad en ellos, refuerza la confianza y la empatía y puede alentar la participación en futuros eventos similares. Machado y Guanipa, con su presencia, dieron un impulso no menor a la moral opositora.

Luego las cosas empezaron a ponerse menos favorables para la oposición. Casi de inmediato. Lo que pudo cerrar como un día de un triunfo opositor incuestionable, en tanto haya sido el objetivo mostrar que sigue habiendo resistencia a los designios del poder, se vio súbitamente opacado parcialmente por los enigmáticos hechos en torno a Machado justo después de la protesta. El propio entorno de la dirigente denunció que fue detenida. Luego el aparato de propaganda gubernamental negó tal detención y difundió un video en el que se ve a Machado, en circunstancias confusas, decir se encuentra bien y en libertad. Por último, el Comando con Venezuela, integrado por aliados de la dirigente, explicó que hubo una detención momentánea, durante la cual Machado fue “obligada a grabar videos”.

No se puede hacer el balance comprensivo que nos proponemos sin considerar estos hechos puntuales pero de inmenso impacto. La primera pregunta que surge es: ¿por qué la élite gobernante, mediante sus agentes, detuvo a la persona que se volvió su némesis y luego la liberó a los pocos minutos? De ser cierta la versión opositora del suceso, es posible que haya habido una orden de detener a Machado que luego fue anulada por una contraorden. Eso indicaría posibles desacuerdos en el seno de la élite gobernante sobre cómo manejar la situación. Si bien dicha élite por lo general actúa de forma cohesionada, en momentos de grandes desafíos e incertidumbre pueden surgir desavenencias que se traducen en comportamientos erráticos. Pienso que la élite gobernante venezolana, aunque ha mostrado en todos estos años una destreza impresionante para mantener el poder, en tiempos recientes ha tenido reveses y, aunque manteniéndose más o menos firme, no ha enfrentado los retos que le surgen con el desempeño óptimo de otras ocasiones. Verbigracia, el haber permitido la primaria opositora en octubre de 2023, a todas luces creyendo que sería un fracaso. Lo mismo puede decirse de su licencia a la candidatura de Edmundo González Urrutia, luego de haber bloqueado las de Machado y la profesora Corina Yoris. La hipótesis de la orden y la contraorden pudiera ser más de aquello. Es más, recordemos que no es la primera vez que algo así ocurre. En enero de 2019, cuando Juan Guaidó se encontraba en la cúspide de su popularidad (y, por lo tanto, cumplía un papel como el de Machado hoy) fue detenido brevemente por organismos de seguridad del Estado y liberado al poco tiempo. Eran esos días, como los de hoy, de grandes desafíos para el gobierno.

Otra posibilidad es que la detención y liberación haya sido planificada de antemano para evaluar reacciones nacionales e internacionales. Tiene sentido, ya que no tardaron en aparecer. Tan pronto como se denunció la detención, se dispararon las alarmas y hubo gestos de repudio en distintas latitudes. Pronunciamientos inmediatos del Presidente de Panamá y el canciller de Italia, entre otros. Aunque lo hizo después de que se supiera que Machado estaba libre, Donald Trump, el presidente electo de Estados Unidos, se unió al coro.

Ahora bien, la confusión por lo que pasó entonces, así como la explicación oficial opositora, podría ser problemática para Machado. Que ella reconozca que fue obligada a hacer algo por agentes del gobierno tal vez produzca la impresión en la base opositora de que la líder es más vulnerable de lo que se pensaba. Varios de mis conocidos me transmitieron opiniones de ese tenor. Experiencia anecdótica sin valor estadístico, claro. Pero permite cuanto menos sospechar que otras personas piensan igual.

Por último, examinemos los hechos del día 10. Maduro tuvo su acto de toma de posesión como tenía pautado. Repito: no me interesa detenerme en la agenda oficialista. Entretanto, la oposición estuvo a la espera de lo que sea que fuera a hacer González Urrutia, así como de más declaraciones de Machado. El diplomático retirado devenido en candidato presidencial ad hoc había pasado meses asegurando que no tendría una “juramentación” en el extranjero y que estaría en Venezuela en el día clave. Hasta se mostró dispuesto a asumir las represalias que el chavismo advirtió que caerían sobre él tan pronto como pusiera un pie en Venezuela. Incluso hubo adelantos de un supuesto plan de que González Urrutia llegaría acompañado de expresidentes latinoamericanos, como retando al gobierno venezolano a proceder contra él en medio de ese conjunto y hacer así más escándalo internacional.

Cuando se acercaba el final de la tarde, sin noticias de González Urrutia, Machado habló, explicando con mayor detalle su breve arresto y anunciando que González Urrutia no vendría a Venezuela y que su juramentación se daría cuando las condiciones lo permitan. Balde de agua fría. Helada. A solo milésimas de alcanzar el punto de congelación en grados Celsius. De inmediato hubo una avalancha de gestos de decepción y  molestia entre opositores de base, expresados en Twitter (ahora oficialmente X). Más o menos la reacción que esperaba cuando, en una emisión pasada de esta columna, sostuve que no veía cómo la oposición iba a concretar sus planes en torno al destino de González Urrutia y que se estaba creando así un riesgoso juego de expectativas.

A las pocas horas, el propio González Urrutia dio unas declaraciones en las que reafirmó su compromiso con el reclamo electoral opositor y exhortó a organismos de seguridad del Estado venezolano a unírsele en dicho reclamo. Diría que el discurso sirvió como control de daños, porque algunas de las personas desilusionadas manifestaron sentirse con nuevos ánimos luego de escucharlo. Pero hasta ahí. No ofreció pistas sobre lo que piensa hacer la oposición para hacer valer su reclamo. Y puede que no todos los decepcionados por su ausencia se hayan visto reconfortados por sus palabras.

En conclusión, el balance de la semana pasada arroja un resultado mixto para la oposición. Agridulce. Sigue habiendo incertidumbre sobre el futuro político del país, pero una cosa es segura: la oposición tendrá que seguir insistiendo con sus mecanismos de presión si quiere cumplir sus objetivos. Está por verse si el elemento dulce de este balance (entusiasmo en las manifestaciones, presencia de Machado y Guanipa) prevalecerá ante el agrio (el incumplimiento de expectativas sobre González Urrutia para el 10 de enero) en los ánimos masivos que harán falta.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.