La AN de 2015 no era el principio del fin, pero visibilizó a María Corina Machado, la líder de hoy
El hundimiento del “gobierno interino” fue también el hundimiento del respaldo a los partidos del G4, al cual siguió el sorprendente ascenso de María Corina Machado hasta convertirse en líder máxima de la oposición
Los últimos meses de 2024 en Venezuela estuvieron marcados por una especie de pausa tétrica, luego de las bruscas secuelas inmediatas de las elecciones presidenciales de julio. Tétrica porque, mientras que la oposición quedó prácticamente desmovilizada en cuanto a su reclamo electoral, siguió una persecución feroz de adversarios del gobierno. María Corina Machado, Edmundo González Urrutia y otros dirigentes hacían llamados sucesivos a mantener la esperanza en que un cambio político es posible, pero sin muestras de cómo pensaban liderar el proceso para lograrlo. Con la gira internacional de González Urrutia y la convocatoria a una manifestación en Venezuela para esta semana, hay nuevamente un plan, cuyos detalles y efectividad están por verse.
Pero volvamos a los últimos meses. No hubo mucho que discutir en política venezolana, más allá de la continuidad de patrones que emergieron de la supresión de las primeras protestas postelectorales. Sin caer aún en la desesperanza y la despolitización que siguió a fracasos de iniciativas previas, las masas se retrotrajeron hasta cierto punto con respecto a la política, tratando de sobrevivir en medio de un entorno duro, a la expectativa de que el liderazgo opositor haga su siguiente movida. Hubo no obstante un hecho que dio de qué hablar poco antes de que 2024 llegara a su fin. Como veremos a continuación, no fue un tema de interés a nivel masivo, pero sí en los pequeños cenáculos de ciudadanos que en todo momento están pendientes de la política y que comentan y debaten al respecto, sobre todo en redes sociales. Me refiero a la “renovación del período” de la Asamblea Nacional electa en 2015 por un año más.
La razón por la que la discusión no adquirió dimensiones masivas es porque ese parlamento desde hace mucho ha quedado reducido a una entelequia cuya finalidad y relevancia se desconoce. Probablemente la inmensa mayoría de los ciudadanos ni siquiera recuerda que existe.
Los detractores de la preservación del ente señalaron el manejo opaco de recursos, a lo cual yo me pregunto, sin que eso constituya una defensa de la AN de 2015, si siguen manejando recursos. De todas formas, ya los han manejado, y la falta de transparencia es sin duda un problema. Pero si los opuestos a la continuación esperaban que de esa forma su disenso se volviera un clamor masivo, vaya que se equivocaron. No había manera que eso ocurriera. Pienso que al ciudadano común, al menos en tiempos de gran carestía generalizada, sí le molesta la administración opaca de recursos públicos. Pero en Venezuela hay recordatorios palpables de esa realidad por doquier: uso de bienes del Estado para proselitismo gubernamental, espectáculos propagandísticos mientras escuelas y hospitales están en condiciones deplorables, aparición de lujosos edificios en Caracas cuyos constructores luego la propia élite gobernante vincula con tramas corruptas de altos funcionarios, etc. No pasa lo mismo con la AN de 2015, precisamente por su carácter de entelequia. Sus miembros están regados por el mundo y llevan vidas en general discretas.
Aun así se formaron bandos opuestos sobre el destino de la AN de 2015. Los favorables a la “extensión del período” incluían a Voluntad Popular y una facción de Primero Justicia. Los opuestos, a Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo y la otra facción de Primero Justicia. Partidarios de ambas tendencias pasaron días intercambiando insultos y acusaciones en redes sociales. ¿Y para qué? ¿Por qué esos furores de cara a una cuestión con poca o nula capacidad para sumar apoyos a alguno de los enfrentados?
Creo que la respuesta radica en un atavismo. Recordemos los orígenes de esa legislatura. La oposición conquistó la Asamblea Nacional de forma aplastante en los comicios de diciembre de 2015. Nunca antes había tenido un triunfo tan contundente. Se formó un inmenso entusiasmo colectivo en torno al parlamento. Los diputados eran vistos como héroes. La gente, harta de ver su calidad de vida irse por el despeñadero, pensó que era el principio del fin de la hegemonía chavista. Casi todos los protagonistas de ese fervor eran, justamente, los diputados de los cuatro partidos que una década más tarde estarían peleando por el futuro de la entidad: PJ, AD, UNT y VP. Estas fueron las cuatro toldas más votadas y con más diputados dentro de la coalición opositora.
Dado que la élite gobernante procedió de inmediato a confiscar al parlamento todas sus funciones, el llamado “G4” no adquirió ningún poder estatal. Pero sí adquirió un poder inmenso dentro de la oposición. Fueron por años los partidos con mayor influencia sobre las acciones opositoras. Con mayor capacidad para decidir, no siempre de manera unánime, cuándo se dialoga y cuándo no, cuándo se protesta y cuándo no. Al formarse el “interinato” de Juan Guaidó, producto este de la Asamblea Nacional, fueron esos partidos los que se repartieron la mayoría de los cargos importantes en aquella estructura.
¿Saben quién estuvo ausente de eso? María Corina Machado. Ella y su partido, Vente Venezuela, solo tenían un diputado principal (Juan Pablo García, por Monagas) y un puñado de diputados suplentes. Durante todo el apogeo del G4, Machado y Vente en general eran vistos como actores marginales, que hacían mucho ruido pero tenían poca influencia. A menudo marcaban distancia con las decisiones de los grandes partidos y las criticaban con dureza, sobre todo cuando favorecían la participación en diálogos y elecciones.
El hundimiento del “gobierno interino” fue también el hundimiento del respaldo a los partidos del G4, al cual siguió el sorprendente ascenso de Machado hasta convertirse en líder máxima de la oposición. A mi juicio, no se puede entender una cosa sin la otra. Es decir, precisamente porque Machado era ajena al G4, la gente estuvo dispuesta a darle una oportunidad como conductora de la disidencia. Así quedó más que claro con su triunfo aplastante en la primaria de octubre de 2023.
La AN de 2015 representa el último resquicio de una era que ya caducó. La era del G4. De ahí que sean esos partidos los que se hayan caído a ofensas y acusaciones sobre el porvenir del ente. Parecen creer, anacrónicamente, que a las masas les importa. Y no. Las masas están pendientes de lo que decida el liderazgo que eligieron en una primaria que fue, también, un gesto de rechazo al G4. No sorprende entonces que Machado no haya tomado parte en la disputa. Ella ha de saber que el foco está en otro lado: sobre ella misma. Los acontecimientos de los próximos días serán determinantes para su capacidad para mantenerlo ahí.