La historia del 28 de julio (II)
Hemos aprendido a confiar en el país y volver a su nobleza y por eso ponemos en la Providencia aquello que no podemos controlar.
Para seguir relatando los acontecimientos ocurridos en esa histórica fecha conviene hacer énfasis en la dinámica de la Plataforma Unitaria Democrática. Su reglamento de funcionamiento establece tres mecanismos para la toma de decisiones: unanimidad, consenso y mayoría cualificada. La unanimidad exige el apoyo de las diez fuerzas políticas que la integran. El consenso demanda el concurso de ocho y la mayoría cualificada incluye a seis. Dada la envergadura de la decisión sobre la candidatura presidencial de la oposición, la mayoría de sus integrantes aspiraban que la decisión se tomara por unanimidad. Sin embargo, en el reglamento no existía impedimento formal para que se hiciera por mayoría cualificada.
Considerando lo anterior, Un Nuevo Tiempo dio signos de avanzar en dos frentes: opinión pública y operación política. El día 26 de marzo, después del cierre del periodo de postulaciones y cuando la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática aún estaba vacante, Manuel Rosales ofreció una rueda de prensa en la sede de su partido político en Caracas. La comparecencia destacó por su estridencia. El montaje y los mensajes no dejaban ver las dificultades políticas del momento ni su carácter provisional. Associated Press, agencia internacional de noticias, atinó en su titular: “A riesgo de fracturar a la oposición, Manuel Rosales se postula como candidato a la presidencia de Venezuela”.
Un día después, el 27 de marzo, el Gobernador del Zulia encabezó un evento que se llamó “Vota por Venezuela” y que se catalogó como “baño de pueblo” en la nota de prensa que distribuyó su oficina. Se realizó en el Palacio de Eventos de la ciudad de Maracaibo. Al encuentro asistieron aproximadamente 7000 personas, la mayoría de ellas llevaba camisas impresas con mensajes de la candidatura presidencial de Manuel Rosales. En democracia, este dato es anecdótico; en dictadura, es más que llamativo. En sistemas cerrados como el nuestro, pocos se arriesgan a imprimir camisas con mensajes opositores y la producción masiva de estos materiales es perseguida por el régimen. Sin embargo, ese principio de represión no aplicó a esta fuerza política, quien hizo el acto con transmisión en vivo de medios de comunicación masivos y sin restricciones de la dictadura. Tampoco le aplicó la férrea censura.
Ciertamente, estos datos son insuficientes para afirmar que hubo coordinación entre la dictadura y la candidatura presidencial de Manuel Rosales. Sin embargo, las coincidencias de las agendas y el accionar político del Gobernador del Zulia levantaron sospechas. Si la candidatura era para “no dejar a los venezolanos sin opción”: ¿Por qué hacer una rueda de prensa estridente? ¿Por qué imprimir material de campaña de manera prematura? ¿Por qué no buscar el apoyo de la líder nacional? ¿Por qué no se guardaron las formas? Son más las preguntas que las respuestas…
Fueron tales las críticas, que Manuel Rosales tuvo que declarar lo siguiente: “Yo inscribí mi candidatura, pero han desatado una guerra en mi contra en redes. Están gastando millones de dólares inventando, calumniando, diciendo mentiras. Que si yo soy el candidato de Maduro, que Dios y la Virgen me amparen y me favorezcan…”
Junto al trabajo de comunicaciones, Un Nuevo Tiempo también avanzó en la operación política, que se orientó a la construcción de la mayoría cualificada. Para comenzar, logró el voto favorable de Movimiento Por Venezuela, pero necesitaba el apoyo de cuatro fuerzas más. De esta manera, comenzó la búsqueda del voto de Primero Justicia. EL 01 de abril, en sesión ordinaria de su Junta de Dirección NacionaL, un miembro de ese cuerpo político propuso que se le diera su apoyo a la candidatura presidencial del gobernador del Zulia en la Plataforma Unitaria Democrática. Su planteamiento fue secundado por algunos. Sin embargo, la propuesta no logró ser mayoritaria y, por lo tanto, no se concretó.
La presión sobre Primero Justicia -especialmente sobre María Beatriz Martínez, su presidente y Juan Carlos Caldera, su representante ante la Plataforma Unitaria Democrática- fue especialmente fuerte. Incluyó episodios de persecución y operación política. La dictadura, y quienes compartían circunstancialmente sus intereses, pensaban que, logrando el apoyo prematuro de este partido, se podría atraer el voto de otras fuerzas políticas y conseguir el apoyo de la Plataforma Unitaria Democrática a la candidatura presidencial de Manuel Rosales. Este resultado le hubiese caído bien tanto a la dictadura como a un sector de la oposición. Sin embargo, hubiese puesto en riesgo el triunfo electoral del 28 de julio.
Sumado a estas dificultades, la oposición tenía pocas opciones en la búsqueda un candidato unitario que sustituyera a Edmundo González en el tarjetón electoral. Dada una lectura irregular, tendenciosa y ventajista de la legislación electoral, el Consejo Nacional Electoral impuso que el sustituto del candidato tapa debía ser alguien que hubiera sido inscrito durante el periodo de postulaciones en otra tarjeta.
En resumen, la dictadura acudió a todos los mecanismos que tenía a su alcance para propiciar que la oposición cometiera errores y no tuviera un candidato unitario que contara con el favor del país. Las tensiones políticas descritas en líneas anteriores profundizaron las diferencias de agenda en el bloque opositor. Hubo dos posturas: los protonormalizadores y los democratizadores. Los primeros, proponían sacrificar la unidad de las fuerzas opositoras y avanzar con un candidato potable, que fuera aceptado por la dictadura. Justificaban su postura en un aparente realismo político y alegaban conocimiento pleno de las dinámicas internas del régimen. En pocas palabras, aseguraban que Nicolás Maduro no iba a ceder y, por lo tanto, había que conceder.
Los segundos, nos empeñamos -me incluyo en esta tendencia- en luchar por un candidato unitario que contara con el apoyo de todos los partidos políticos de la Plataforma Unitaria Democrática y de María Corina Machado. Todos los estudios de opinión revelaban que, sólo en unidad, podríamos tener la opción de ganar. De lo contrario, perderíamos la elección y, lo que es peor, contribuiríamos a la legitimación electoral de un sistema no democrático. Para nosotros, el 28 de julio solo tenía sentido si lograba desafiar a la dictadura, movilizar al país y ganar la elección por una avalancha de votos. Ciertamente, esta postura era aventurada y no tenía ninguna certeza de éxito. Sin embargo, fue la que prevaleció.
Durante este periodo, la diferencia de agendas -una protonormalizadora y otra democratizadora- se hizo transversal en los distintos sectores de la sociedad venezolana y de la comunidad internacional. La primera postura, liderada por Manuel Rosales y por Un Nuevo Tiempo, hizo eco en sectores empresariales, religiosos, académicos e internacionales. Y la segunda, fue acogida por la mayoría de los votantes opositores.
Más de dos décadas de lucha democrática han afectado las dimensiones anímicas y psicológicas del país y de la dirigencia opositora. Llegamos a este momento de liberación con una historia de desencuentros y desconfianzas que el régimen se encargó de profundizar. Predominaba la sospecha, la cautela, el escepticismo, la frustración, el dolor y el miedo. Sin duda alguna, estas emociones negativas afectaron el trabajo político e hicieron irreconciliable el trato entre actores clave. Estas reticencias y prejuicios afectaron gravemente el trabajo político.
Junto a estas circunstancias, hubo un asunto medular. Por primera vez en nuestra historia política, el liderazgo recayó en una mujer: María Corina Machado. Sin duda alguna, esto incomodó y confrontó a algunos sectores y actores. No en pocas oportunidades, hubo comentarios misóginos y machistas, en el chavismo y en la oposición. Incluso, el nombre despectivo que le acuñó el régimen fue “La Sayona”, en alusión a una leyenda venezolana que describe a una mujer que perdió la cordura y se convirtió en un espanto. Junto a María Corina Machado, también estaban María Beatriz Martínez -presidente de Primero Justicia, Delsa Solórzano, presidente de Encuentro Ciudadano y Andrea Tavares, secretaria Nacional de la Causa R, entre otras. Este cambio cualitativo también afectó la dinámica política.
Fueron días de presión cruzada. Mientras la agenda democratizadora era silenciada y solo se ventilaba en redes sociales, la protonormalizadora se desplegaba libre de censura en radio y televisión abierta. Y, junto a esta sobreexposición en el espacio público, se desplegó un trabajo de cabildeo político para promover la candidatura de Manuel Rosales entre el cuerpo diplomático y las organizaciones políticas de la Plataforma Unitaria Democrática.
En estos esfuerzos, destacó la reunión que se llevó a cabo en la Universidad Católica Andrés Bello el 08 de abril de 2024. Alejandro Hernández, director de La Gran Aldea, narró con detalle el contenido del encuentro. Escribió que “se realizó una reunión convocada por factores políticos de la oposición; individualidades, como el presidente de Datanalisis Luis Vicente León y representantes de instituciones de la sociedad civil como el Foro Cívico y la Compañía de Jesús”. Seguidamente, Hernández precisó el objetivo de la reunión: “lograr articular un comunicado conjunto a favor de la ruta electoral protagonizada por el Gobernador del Zulia y rechazar que se retome sanción alguna contra el régimen de Nicolás Maduro, por parte de Estados Unidos”.
Entre los asistentes estuvieron S.J. Arturo Peraza, rector de la Universidad Católica Andrés Bello, quien presidió la reunión; S.J. Alfredo Infante, Provincial de Venezuela; Luis Vicente León, director de Datanalisis; Michael Penfold, analista político; Colette Capriles y Mariela Ramírez, del Foro Cívico. También Gustavo Duque, Alcalde de Chacao y dirigente de Fuerza Vecinal; Tiziana Polesel, vicepresidente de Fedecámaras; Stalin González, de Un Nuevo Tiempo; Henrique Capriles, Rafael Ramírez, Tomás Guanipa, Paola Bautista de Alemán y María Beatriz Martínez, de Primero Justicia, entre otros. En su participación, Martínez ofreció unas ideas que evitaron que se cumplieran los objetivos políticos de la reunión. La presidente de Primero Justicia destacó con vehemencia la necesidad de tener un candidato unitario y ganador. Después de su intervención, Luis Vicente León puso fin al encuentro, no sin antes agradecer a la Compañía de Jesús el apoyo prestado.
Debo hacer un inciso. El rechazo a la candidatura de Manuel Rosales no atendía a razones personales. Era una posición sustentada en estudios de opinión. La decisión de buscar una opción ganadora se tomó con encuestas en la mano. Todas nos decían que el país no acompañaba esa opción y la líder de la oposición opinaba lo mismo. La candidatura de Manuel Rosales le hubiese dado a la dictadura el escenario por el que estaban trabajando: división y abstención.
Esas semanas nos debatimos entre la certeza de un candidato perdedor y la incertidumbre de uno ganador. Y apostamos a lo segundo. El único candidato ganador que se veía en el horizonte era Edmundo González Urrutia, el candidato tapa. Su perfil, aunque provisional, era ideal. Un venezolano honorable, de familia y sin militancia partidista. Para avanzar, lo que se debía procurar era que el Embajador aceptara el desafío de enfrentar a Nicolás Maduro en la contienda presidencial. De esta manera, las semanas previas al 19 de abril, fecha límite del periodo de sustituciones de candidaturas asignado por el Consejo Nacional Electoral, se adelantaron conversaciones entre la ganadora de la primaria y el Embajador. Fueron encuentros privados que se manejaron con total reserva. En esta coyuntura, se corroboró la importancia del celo y la prudencia estratégica. Después de varios encuentros, González aceptó ser candidato presidencial y acordaron mantenerlo en secreto hasta el último momento.
Llegó el 19 de abril. Teníamos candidato, pero pocos lo sabíamos. En horas de la tarde, Omar Barboza convocó a los integrantes de la Plataforma Unitaria Democrática a una reunión de urgencia para definir la candidatura presidencial, la cual se llevó a cabo en la sede del partido político Encuentro Ciudadano. El lugar estaba rodeado de funcionarios de seguridad del Estado. Algunos de ellos iban uniformados, otros de civil. Motos sin placas iban y venían por la avenida Francisco de Miranda. El ojo avizor de los periodistas y de los activistas permitía identificarlos. Cumplían labor de represión y de intimidación.
Cayó la tarde. Poco a poco, fueron llegando los convocados. Acudieron todos los jefes de los partidos políticos, María Corina Machado y Gerardo Blyde, representante de la Plataforma ante la mesa de negociación de Barbados. El encuentro fue a puerta cerrada y sin teléfonos celulares. Se quiso evitar así que se filtrara información al régimen y que hubiera presiones indebidas en tiempo real. Me atrevo a decir que esta decisión marcó la diferencia. Los protonormalizadores entraron a esa reunión a ciegas. Y, el régimen, se quedó con las ganas de entrar.
La prensa esperaba afuera y el país estaba atento. Había conciencia sobre la importancia del momento que estábamos viviendo. La reunión fue breve. Omar Barboza la inició e inmediatamente después, Delsa Solórzano, en representación de una coalición de partidos de la Plataforma Unitaria propuso que la candidatura de Edmundo González Urrutia dejara de ser provisional y pasara a ser permanente. La primera reacción de Un Nuevo Tiempo, Acción Democrática y Movimiento por Venezuela fue de rechazo. Alegaban que el régimen no permitiría la postulación porque violaba el compromiso de provisionalidad adquirido el 26 de marzo. Sin embargo, no contaban con que ese compromiso nunca se dio.
En ese momento, Gerardo Blyde aclaró que la inscripción de Edmundo González Urrutia ocurrió el 26 de marzo después de acordarlo con Jorge Rodríguez, quien nunca especificó su naturaleza temporal. Aclaró que, sencillamente, se permitió su inscripción, sin más. De esta manera, despejada la duda de la provisionalidad, todos los partidos políticos apoyaron por unanimidad la candidatura presidencial del Embajador González Urrutia. Siendo que la figura de candidato tapa no existe en la legislación, bastó con dejar la inscripción como estaba. Seguidamente, Manuel Rosales retiró su candidatura presidencial y Un Nuevo Tiempo y Movimiento por Venezuela se adhirieron a la candidatura de la tarjeta de la Mesa de la Unidad Democrática.
Después de esta filigrana política, ocurrió lo que tantas veces ha pasado en nuestro país: lo transitorio terminó siendo definitivo. Edmundo González Urrutia pasó a ser el candidato presidencial de la oposición venezolana. La ruta de “Unidad y voto” había triunfado.
¿Cómo avanzamos hacia la democracia?
Llegamos a la campaña presidencial del 28 de julio con un escenario que muchos consideraban imposible: candidato unitario, líder nacional, unidad perfecta y apoyo del país. Y, aunque es pronto para ofrecer lecciones aprendidas, me atrevo a terminar este texto con una idea que me dejó el periodo narrado y que recordé recientemente mientras leía la biografía de Angela Merkel.
Señala la excanciller alemana en “Libertad”: «durante toda mi carrera política, nunca me han echado tanto en cara una frase de cómo lo lograremos, ninguna ha generado más polarización. Sin embargo, para mí fue una frase banal que expresaba mi actitud. Se le puede denominar fe en Dios, confianza o, simplemente, decisión a la hora de solucionar problemas, superar y dejar atrás los reveses, crear algo nuevo. Lo lograremos, y allí donde algo se interponga en nuestro camino, lo superaremos, trabajaremos en ello. Así es como he hecho política”-dijo.
He visto de cerca la magia que le imprime a la acción política la disposición que describe Merkel. He visto la mirada de ese liderazgo que nos anima a vencer fronteras y a avanzar en medio de las dificultades. También he escuchado las voces que confunden convicción con irresponsabilidad y valentía con temeridad. Y, desde mi experiencia, no dudo en afirmar lo siguiente: en el difícil contexto que nos tocó vivir, hemos aprendido el beneficio de tomar decisiones con la tenacidad de quien sigue su recta conciencia y con la humildad de quien entiende las verdaderas dimensiones del momento.
Hemos aprendido que la comprensión de la realidad es un desafío que muchas veces trasciende nuestras capacidades políticas e intelectuales. Hemos aprendido que la realidad es tan compleja que no cabe en nuestro entender. Hemos aprendido a confiar en el país y volver a su nobleza. Y, por eso, ponemos en la Providencia aquello que no podemos controlar. No dudo en afirmar que, en este sentido trascendente de la política, radica la verdadera fortaleza de nuestro movimiento de liberación…