Varela: «Para ir a Venezuela debo asumir un estilo con el que ya no estoy acostumbrado»

Led Varela: para presentarme en Venezuela debo estar bajo las reglas del chavismo, prefiero no ir

El comediante, de 40 años, repasa en esta conversación por qué se fue distanciando del humor político, lo que percibe en sus giras internacionales y cómo ve la comedia en la Venezuela controlada por el chavismo

Para el comediante venezolano, radicado en Miami, el humor político en Venezuela murió, porque no es tolerado por el chavismo: “hoy es sólo entretenimiento, porque la crítica no es permitida”. Sin embargo, él está decidido a no someterse a la censura que impera en el país: “es que ni siquiera me gusta el tonito con el que se hacen los acercamientos para conversar sobre abrir un show allá”. 

Led Varela explica que las restricciones a libertades básicas en el país llevan tanto tiempo, que mucha gente las ha normalizado y asumido como un “mecanismo de defensa” ante la crítica a la realidad actual de Venezuela. “Siento que, al final, están en negación”, sostiene. 

Con mucha inteligencia Varela retrata en su show, y en esta conversación, vivencias migratorias personales que conectan de inmediato con la inmensa mayoría de los venezolanos que están en el exterior y hace una radiografía descarnada de situaciones que se han vuelto comunes para miles de compatriotas: “me pasó que mi papá estaba sin dientes y a mi mamá le faltaban varios y yo no sabía”. 

Varela acaba de cerrar su gira “Locura” que duró dos años. En el stand up destaca los obstáculos migratorios que enfrentó mientras vivió en México y luego de mudarse a Estados Unidos. «Yo lo estaba haciendo mientras yo mismo vivía un problema migratorio, que era que no me salía la visa y tenía que estar posponiendo shows con todo lo que eso implica», contó a La Gran Aldea.

¿El protagonismo que le da a sus vivencias migratorias es una herramienta para conectar con la realidad de los venezolanos en el exterior que van a sus shows? 

Cuando la gira comenzó solo estaba previsto ir a ciudades en Estados Unidos, porque no me terminaba de salir la residencia americana y no podía viajar a otros países. Así que el material que usé cuando finalmente pude presentarme fuera del territorio americano estaba muy madurado. Como la historia es real, suena muy honesta y genera una conexión especial entre el público y yo. Todas las audiencias se sienten muy identificadas con el asunto de los papeles migratorios, porque de una u otra forma, sea en Suiza, Inglaterra o Perú, todos han tenido que pasar por ese proceso largo y estresante, por eso hay un vínculo importante en esa parte del espectáculo.

¿Cuál es la principal preocupación que percibió de la comunidad de venezolanos que lo fue a ver?

El tema más constante pudiera ser el de la xenofobia. Lo noté en países como Perú, Colombia o Chile, porque en una parte del show digo que ser venezolano migrante, es vivir preguntándose si hay problemas: si hay problema con que yo esté aquí, si hay problema en que trabaje aquí, etcétera. En ese momento sentía una especie de liberación en la audiencia, había una identificación muy visible con lo que estaba relatando. 

Ha dicho que se distanció del humor directamente político, ¿por qué? 

En una combinación de cosas, estuve muchos años trabajando con comedia política y ya estaba medio harto, o cansado de pensar en chistes políticos; después, empecé a percibir que la gente estaba recibiendo mal los comentarios que hacía y entendí que quienes iban al show querían desconectarse y no hablar de política explícitamente. 

Pero su stand up sigue teniendo mucha relación con la política, la mayoría de los temas que toca tienen su raíz en la crisis venezolana 

Ciertamente hago muchas referencias políticas, pero surgieron de manera orgánica y producto de la improvisación. Solo que, como funcionaron, se quedaron en la rutina que hago; pero no fue una decisión premeditada, simplemente salieron de manera natural, porque, además, nunca he creído en eso de desvincularse de ser venezolano, de no hablar sobre cosas de Venezuela.

Dijo que ha corrido la arruga para presentarte en Venezuela, ¿teme algún tipo de retaliación del chavismo?

Hay varios elementos, el primero es la censura y la autocensura que es necesario adoptar para poder presentarse en el país. Eso ya lo viví cuando trabajaba allá y todo el tiempo había que estar jugando con las reglas del régimen, a pesar de que siempre tratamos de encontrar alguna opción para expresar la idea que teníamos. Siempre tuve un conflicto con eso, porque no pienso que quienes creen que le buscan una vuelta a la censura sean unos héroes, puesto que al final, en mayor o menor medida, aceptan hacer lo que quiere el régimen. Entonces, estoy claro en que para ir a Venezuela debo asumir un estilo con el que ya no estoy acostumbrado. Tendría que estar midiéndome en todo momento y eso sería volver a estar bajo las reglas del chavismo, cosa que me da mucho fastidio. Prefiero no presentarme. 

Es que ni siquiera me gusta el tonito con el que se hacen los acercamientos para conversar sobre abrir un show allá, porque viene alguien y te dice: “no vas a tener problema, porque ese rubro lo maneja no sé cual chavista y eso ya está controlado”. Me parece absurdo que necesitemos el permiso de un carajo que no tiene absolutamente nada que ver con lo que yo escribí, ni con la comedia, ni con el arte para poder abrir una presentación en Venezuela. Ahí es cuando concluyo que no quiero hacerlo y que, lamentablemente, hasta que no estén las condiciones dadas no podremos hacer un espectáculo allá. Tampoco puedo arriesgarme a que me anulen el pasaporte por algo que diga y les moleste, porque eso significaría quedarme sin trabajo.   

¿Qué opinan de esa postura sus colegas humoristas que siguen en el país? 

Hay de todo, desde los que me dicen que ni de vaina vaya, hasta los que me preguntan que por qué no hago un show, si Venezuela es “normal, como cualquier otro país del mundo”; haciéndose los huevones directamente. Por eso digo que hay de los dos lados: los que se hacen los pendejos y los que están más claros del panorama y me dicen que presentarse allá implica un riesgo. 

Esas posturas de quienes se hacen los “pendejos”, ¿puede ser producto de que ya mucha gente ha normalizado y asumido la censura y la falta de libertades básicas que hay en el país?

Absolutamente, la gente se acostumbra. Al punto de asumir esa actitud normalizadora como mecanismo de defensa, por ejemplo, hace unos días vi en redes que un puertorriqueño decía que fue a Venezuela y vio mucha pobreza; ahí mismo empezaron a atacarlo diciéndole que cualquiera cree que en Puerto Rico no hay pobres… Es una demostración de cómo la gente se ofende y lo toma como una agresión personal. A mí me han dicho: “deja la lloradera por la censura, ¿por qué te interesa tanto? Yo simplemente les respondo que sí me interesa y que para mí es importante trabajar sin esas trabas. Como viven dentro de ese ecosistema, siento que, al final, están en negación. 

¿El trabajo humorístico que se hace en Venezuela sigue siendo una trinchera o un contrapeso al autoritarismo y a la dictadura?

No, no creo. Siento que es solo entretenimiento y ya. Más de ahí ya no se puede, la crítica política no es permitida desde hace rato. Sin embargo, aún hay gente intentando ganarse la vida y lograr audiencia y espacio.

¿Qué sintió cuando supo que aparecía en una caricatura de Súper Bigote?

Me pareció bizarro. Yo no entendía, porque me empezaron a mandar el dibujo nada más; hasta que alguien me explicó que eso estaba en un cómic de Súper Bigote que está dentro de una revista llamada Presidente, que está en los aviones de Conviasa. Me ponen ahí como una especie de zombi, algo así, pero es muy loco, y muchísima gente me mandó la foto. Te confieso que me llamó la atención lo bien hecho que está, en eso hay que tirarle sus flores al chavismo, porque siempre han tenido muy buen manejo gráfico para las campañas propagandísticas.

¿Piensa que haberlo incluido en ese panfleto evidencia que el chavismo lo considera un enemigo? 

Yo creo que ese tipo de decisiones vienen de la mano de los creadores del contenido o el supervisor de la historieta. Hay gente que le parece que lo más antichavista son las hermanas Morillo, otros piensan que es Luis Chataing y así va… Seguramente quien hizo el cómic es un carajo de mi generación y consideró que yo soy la imagen actual del imperialismo, pero no siento que sea más que eso. Veo difícil que la orden venga de una directiva arriba que pase todo el día diciendo: “maldita Lele Pons” o “maldito Led Varela”, ¿sabes? Siempre he sido abiertamente antichavista, pero tampoco me considero una persona que esté pegado con el tema.

Nicolasito Maduro era fanático del programa que hacía Luis Chataing con ustedes en Televen y trascendió que quiso conocerlos, ¿sabe usted si tiene fanáticos de su show en la cúpula del chavismo?

A Televen iban muchos chavistas importantes, porque los invitaban al programa de José Vicente Rangel. Sé que Nicolasito fue un día y quiso conocer a Luis, porque era súper fanático del programa que hacíamos, y, evidentemente, todo el mundo se quedó loco, en vista de que, en teoría, el programa debería molestarles; y no solo no les molesta, sino que se cagan de la risa. Ahí queda reflejado el cinismo con el que ellos ven todo. A míno me ha pasado algo así con una figura grande del chavismo, pero tampoco me extrañaría, porque parte de la crisis de ellos es que no tienen celebridades a su lado. Aunque yo conozco a unos cuantos que ideológicamente son casi chavistas, pero no se atreven decirlo abiertamente, porque le tienen miedo a que el público los cancele. Es decir, la razón por la que no lo dicen no es por lo devastador que ha sido el chavismo, sino para no ser cancelados o rechazados por la gente. 

¿Qué piensa de Winston Vallenilla?

No creo que quede nada de su lado artístico, ya son personajes totalmente politizados y muy rechazados por la audiencia. Yo diría que hasta por el mismo público chavista, porque cuando ellos toman esas posiciones, dejan de hacer lo que hacían para ser queridos por la gente. Si tú eres cantante o comediante y en lugar de estar grabando un disco o haciendo shows, estas todo el día en un mitin; eso significa que ya no eres ni cantante, ni es un comediante; sino un actor político directamente. Por eso la gente no los ve como artistas, sino como otra vaina; porque es difícil procesar a alguien como artista si no hace nada artístico.

¿Nacho lo ha contactado para hacer las pases? 

No, no, no. Eso no ha pasado.

¿Ha perdido oportunidades por las limitaciones que representa ser un migrante venezolano?

Cuando vivía en Venezuela, mi papá me dijo un millón de veces que me sacara la nacionalidad a uruguaya y siempre me pareció absurdo, porque no hay forma de que alguien imagine que su gobierno va a dejar de emitir pasaportes. O sea, ni en tu fantasía más bizarra se te ocurre pronosticar que el Estado va a llegar a ese nivel de degradación. Por eso cuando me la saqué, fue por un acto de desesperación tal cual como lo cuento en el show. Ciertamente me ha impactado mucho el obstáculo que representa ser venezolano, porque te piden visa y un millón de cosas que con otra nacionalidad no necesitarías. Además, la dificultad de sacar un pasaporte, es realmente grave, tengo amigos comediantes que no van a países donde les piden visa, para ahorrar páginas del pasaporte, por ejemplo, no se presentan en Lima, porque la visa peruana te ocupa una página entera y en ese espacio te caben cuatro sellos de cuatro países que no pidan visa.

Uno de los momentos de mayor interacción de su monólogo es cuando cuenta que se enteró de que a su papá se le habían caído los dientes por una videollamada casual.

Sí, es uno de los momentos donde hay más reacción en la gente porque, desafortunadamente, es situación muy común. Ahí lo que yo cuento es que tenía años sin ver a mis papás, debido a que sólo hacíamos llamadas normales o chateábamos, hasta que un día hicimos una videollamada y vi que a mi viejo se le habían caído los dientes. La conexión de esta historia con el público es muy alta, porque a mucha gente le ha pasado lo mismo, e incluso, me ha sucedido que después del show, me escriben personas para decirme que llamaron a su familia y resulta que a la mamá se le cayó un ojo o al papá las dos orejas…  Lo delicado es que todo esto es producto de la miseria y de que hay mucha gente pasándola muy mal, con el agravante de que sus hijos y nietos en el exterior tampoco están demasiado bien. 

Eso se traduce en que así como hay gente que pide real diciendo “a ti te va bien allá, manda para acá”; también hay otros que tienen la actitud opuesta y por no querer molestar o ser una carga, pasan cosas como la que me pasó a mí, que mi papá estaba sin dientes y a mi mamá le faltaban varios y yo no sabía. Cuando me enteré estaba horrorizado, pero, obviamente, con lo que les mando, no les daba para comprarse unas prótesis que cuestan miles de dólares y ellos simplemente no quisieron decirme que necesitaban ese gasto extra.  

Hace un estilo de comedia que es muy directo y que no tiene demasiados filtros, ¿cómo es el trato de la gente cuando lo reconocen en la calle?

A nosotros los comediantes nos pasa algo muy bonito, y es que apenas la gente te reconoce, te sonríe. Es lo contrario a lo que genera un político, que la gente los ve y de inmediato les pone cara de culo. Con nosotros siempre hay un gesto de complicidad que es muy significativo, porque viene de personas que no conocemos, pero que se identifican con nosotros. Para mí esa conexión viene por la risa que generamos; en mi caso, pienso que es la razón del enorme cariño que he recibido en la calle. Una cosa que para mí ha resultado conmovedora, es cuando me aborda alguien que ha pasado por una depresión fuerte o por una situación emocional difícil y me dice que en esos momentos duros, se distraía viendo los shows, escuchando el podcast o consumiendo comedia. Ahí entendí que los comediantes tenemos una labor importante cuando la gente la está pasando mal.  

¿Qué lectura tiene de la situación política del país?

Veo muy difícil la cosa en Venezuela, porque el chavismo tiene todo el poder y las armas, mientras que la oposición es pacífica. Eso hace todo muy desigual e injusto. Cuando vi el documental «Todos lo saben«, que hicieron ustedes en La Gran Aldea, me dio mucha arrechera el fragmento donde aparecía la gente leyendo las actas y se ve esa explosión de celebración de quienes estuvieron ahí hasta última hora diciendo: ¡ganamos, ganamos, ganamos! Las elecciones se ganaron y ver que ellos se quedan igual, es muy duro. El chavismo sabe que para seguir en el poder, deben aumentar la opresión y están dispuestos a pagar la factura que eso conlleva. Para mí, la situación allá está complicada al máximo nivel, aunque siempre hay cambios y giros políticos inesperados, ojalá sea el caso, pero lo veo difícil. 

¿Puede ocurrir que la opresión sea tan fuerte que el trabajo humorístico en general dentro del país se agote?

Yo creo que sí puede ocurrir que se agote. Días posteriores a la elección fui a una especie de abasto que hay por mi casa y es atendido por unas cubanas, y cuando estaba listo para pagar, me fijé que estaban diciendo que Cuba es un desastre, que está llena de ladrones, etcétera; pero el nivel de disgusto era tal, que no se daban cuenta de que yo estaba parado al frente esperando por ellas. Al punto que una se voltea y me dice: “ay, señor, disculpe, ¿usted habla español?”. Cuando le respondo que sí, porque soy venezolano, aprovecho para preguntarle que si veían posible algún cambio en Cuba. En ese momento la mujer se me quedó mirando y me dijo: “ay, señor, ya nosotros ni siquiera hablamos de eso”. Como diciéndome que para ellos esa posibilidad ya no existe y no la contemplan.  Su comentario me voló la cabeza, porque me hizo sentir que soy un pendejo por pensar que es posible salir de la dictadura venezolana. Sin embargo, pienso que aún no estamos en su situación y por eso todavía hablamos del tema. La opresión en Cuba lleva setenta años y debe verse hasta raro estar hablando de si este año va a caer.

Volviendo a tu pregunta, en nuestro caso, no creo que desaparezca el humor, porque creo que es parte natural del venezolano, pero la comedia política, sí creo que ha desaparecido ya por completo.  

¿A qué atribuye que su generación de humoristas haya logrado presentarse en lugares donde ni siquiera los cantantes más representativos que tuvimos llegaron a entrar?

Creo que hay dos razones primordiales, la primera es la migración, obviamente; y lo segundo, es que el comediante venezolano se ha profesionalizado mucho. Antes nuestros humoristas hacían giras, pero se presentaban en restaurantes, en una arepera o en un barcito por ahí; y fue esta generación la que entró, por ejemplo, en todo el circuito de los bares de comedia en Estados Unidos y clubes importantes en otros lugares. Hoy el artista nacional no quiere sólo presentarse frente a una buena cantidad de gente, sino que intenta conseguir el mejor teatro posible para que la experiencia sea espectacular.  Entonces, creo que ha sido eso, una mezcla de migración con la profesionalización del sector.  

¿Qué mensaje le da a los humoristas jóvenes que están dentro y fuera del país? 

Que no pierdan la esperanza, sigan trabajando mucho los comediantes y preséntense todo lo que puedan, porque hay una audiencia esperándolos. Si algo tiene increíble tiene el público venezolano, es que apoya muchísimo a sus artistas y eso permite que cualquiera pueda lograr una posición, si trabaja fuerte. 

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.