Los males del Lago de Maracaibo: petróleo, cianobacterias y basura

Enormes son los retos que plantea la contaminación del Lago de Maracaibo hoy asfixiado entre los derrames de crudo, la eutrofización y la salinización de sus aguas. ¿Por dónde empezar?

Desde la distancia, el Lago de Maracaibo es esa referencia de un enorme cuerpo de agua tatuado en el imaginario del zuliano, reverenciado en canciones e idealizado en la espléndida visión del puente que lo cruza. Pero de cerca, hay zonas en las que apesta. Y cuando huele mal, hay alarma.

Ya ocurrió antes, con la aparición de la planta acuática lemna que en el primer trimestre del año 2000 ocupó vastas extensiones de su superficie y hubo que actuar en consecuencia. Y ocurre ahora, desde 2023 cuando se registró el explosivo florecimiento del llamado “verdín”, que es una floración algal derivada de la masiva presencia de cianobacterias.

En estos dos momentos críticos, la visión de la capa vegetal en las aguas del lago y la potente percepción olfativa de su natural descomposición operaron como disparadores: hay que hacer algo.

Desde la lejana perspectiva de la órbita de un satélite la visión llega a ser de pesadilla, como en aquellas imágenes de un torbellino verdinegro que captó la NASA en septiembre de 2021.

lago de maracaibo
Imagen de la NASA

Y las más recientes difundidas por el biólogo Eduardo Klein a través de su cuenta en X con enormes manchas de crudo en el centro del lago el 27 de febrero de 2024 y que el 7 de marzo del mismo año evidenciaban al menos 18 puntos de fuga y una masa de hidrocarburo estimada en 900 kilómetros cuadrados. O esa otra de 50 kilómetros cuadrados en la costa oriental captada el 16 de mayo de 2024. Y una todavía más cercana: 8 fugas en la costa oriental y en el centro del lago el 25 de agosto de 2024.

¿Cuál de los dos elementos es peor para el lago? En realidad si algo puede calificarse como “lo peor” es la conjunción de ambos. Pero hay que abordar esto con menos pasión y con más racionalidad y ciencia, porque lo que hay detrás del pavoroso momento actual es la consecuencia de no hacer lo primordial: entender al lago.

Ese es el punto de partida que propone, desde hace ya algunos años, la Asociación Civil para la Conservación de la Cuenca del Lago de Maracaibo, Aclama.

-Lo más importante que hay que hacer en el lago es entenderlo. Porque si no entendemos el problema, mal podemos empezar a estar inventando soluciones. Lo que no hemos hecho es entenderlo. Hemos desarrollado criterios, tesis, formulado hipótesis, pero el entendimiento supone algo formal para evitar todo lo subjetivo. Que exista la mayor suma de rigor académico para que los diagnósticos sean propositivos. Ese es el problema fundamental.

Esto es lo que responde el ingeniero Boris Castellanos ante la pregunta básica de qué es lo que no se ha hecho para encarar una situación que es de tan vieja data que se remonta a los inicios de la explotación petrolera en la zona.

“Aclama se fundó hace 20 años para la conservación de la cuenca del lago y en el momento de su fundación había un paradigma de que había que salvar al planeta. Y si había que salvar al planeta, por supuesto había que salvar al lago. Con ese paradigma estuvimos trabajando desde 2004 hasta 2017”, explica Castellanos: “En 2017 nos pusimos en unas jornadas de reflexión a ver si estábamos de verdad en posición de salvar al lago. Y llegamos a la conclusión de que lo que había que hacer con el lago era entenderlo”.

Ese giro llevó a profesionales agrupados en la asociación civil a organizar, analizar y sistematizar toda la data e información disponible sobre el Lago de Maracaibo para comprender sus dinámicas y su historia con el fin último de elaborar una propuesta más completa y ambiciosa, una que va más allá de apuntar la obviedad de que la industria del crudo debe hacer más eficaces sus procesos y responder con celeridad ante los accidentes con fugas.

-Lo que proponemos en el momento actual es la elaboración de un mapa situacional.  En la medida en que ese mapa situacional avance, tiene 14 unidades de análisis, ahí tienen que concurrir todos los actores de la trama actoral del Zulia, que es la integración de todos los niveles de gobierno, de todos los integrantes de los sistemas educativos, financieros, comerciales, toda la red actoral completa tiene que involucrarse en los problemas de la región. Esa es la idea del plan prospectivo, no es lo que tiene que hacer el gobierno o lo que tiene que hacer Perico de los Palotes, es lo que tenemos que hacer todos porque al fin y al cabo el interés es común y el lago es la razón de ser de la región.

¿Por qué está verde?

A principios del año 2000 las plantas acuáticas en el lago generaron inquietud. “Causó bastante revuelo porque era algo que estaba ahí, visible y porque esa planta que estaba flotando por su mismo proceso moría y producía olores nauseabundos. Eso alertó a la población”, cuenta Beltrán Briceño, biólogo especializado en microbiología y docente de la Universidad del Zulia: “Primero se determinó que era lemna, luego que era lemna oscura. Se hicieron muchos estudios para saber por qué crecía, si era por el nitrógeno o por el fósforo. Y hubo un revuelo tal que llevó a que se tomaran medidas. Pero esas medidas se tomaron mientras estuvo visible. Después de que desapareció la lemna, se bajó la guardia”.

A mediados de 2023 hubo que volver a meter las manos en el agua a ver si esa masa verde era nuevamente lemna: “Cuando analizamos las muestras, nos dimos cuenta de que estábamos ante una floración algal producto de un sobrecrecimiento de cianobacterias”, explica Briceño, cuya área de experticia abarca la biotecnología de microalgas y cianobacterias.

Lo que ocurre en el lago es consecuencia de un proceso que en biología se conoce como eutrofización. La explicación del experto es clara y necesaria: “La eutrofización es definida como un proceso de enriquecimiento de nutrientes, principalmente nitrógeno y fósforo, que ocurre en los sistemas acuáticos. Ese enriquecimiento promueve el crecimiento de población de fitoplancton, que son microorganismos con la capacidad de hacer fotosíntesis, como las cianobacterias y las microalgas. Este crecimiento masivo de microalgas y cianobacterias provoca una serie de cambios biológicos y físico-químicos en el cuerpo de agua, que a la larga generan pérdida de su calidad”.

Y aquí llegamos a lo que trae el viento: “Al crecer microalgas y ocurrir floramientos algales, se crea una capa que impide que entren los rayos solares hacia el interior de la columna de agua donde están otras microalgas que ayudan al proceso de oxigenación. Al evitarse esa oxigenación se va a producir en el fondo una capa anóxica, una capa sin oxígeno, que conlleva a que actúen otras bacterias descomponedoras”. De ahí el olor del que se quejan los habitantes cercanos a la cuenca y los pescadores.  

“Eso al final repercute contra los invertebrados y va a modificar la cadena trófica”, añade el biólogo en referencia al sistema que ubica a unos seres vivos alimentándose de otros. Con ese equilibrio alterado, se pierde la vida. “Ese floramiento algal tiene un impacto negativo ya que altera el ecosistema”, recalca Briceño. “La anoxia por degradación de la materia orgánica genera problemas como mortalidad de peces por la ausencia de oxígeno”.

Las aguas del Lago de Maracaibo se vuelven verdes producto de un alga llamada popularmente «verdín»

¿Y por qué hay tal cantidad de nutrientes en las aguas del lago? Lo que indica esa presencia y el alto contenido de nitrógeno, no es nada alentador porque es producto de la descarga continua y sistemática de aguas residuales no tratadas previamente de las poblaciones y las industrias asentadas alrededor de la cuenca, de los residuos de agroquímicos utilizados no sólo en la zona, sino también en los estados andinos y que llegan con los ríos que aportan caudal a la cuenca e incluso con la  contaminación que arrastra el río Catatumbo desde el Norte de Santander, en Colombia.

A eso se suma, por supuesto, la basura y los constantes derrames de crudo. El resumen de Briceño es demoledor: “El Lago de Maracaibo es una mezcla de petróleo, de masas flotantes de cianobacterias y de residuos sólidos que cada día están más presentes”.

La base de todo

En un recuento muy general, el ingeniero Boris Castellanos apunta diversas fases en los usos primordiales del lago para identificar el problema de fondo. “El lago se utilizó como fuente de abastecimiento desde 1895 hasta 1938. Fue la fuente de lo que se llamó el Acueducto del Lago, que tenía una toma de agua en la punta de El Empedrado. De 1917 en adelante comienza a utilizarse de manera progresiva como sistema de navegación vinculado a la explotación petrolera. Eso marca un periodo muy importante. Y ya desde 1960 en adelante comienzan a aparecer dos fenómenos, la salinización y la contaminación”.

La contaminación por hidrocarburos es anterior. Un hito en este sentido lo marca el 14 de diciembre de 1922, cuando se produjo el llamado “reventón” del pozo Barroso II en la costa oriental. Aquello primero fue un momento de pavor, pero el paso de los años se ha ocupado de ubicarlo como un evento a celebrar: el inicio de la producción comercial petrolera del país, con un chorro que se elevó por más de 40 metros y que era visible incluso desde la ciudad de Maracaibo.

Las aguas del lago arrastran desechos manchados de petróleo

Así lo relata un texto en la web de la ONG Clima 21: “Durante nueve días el Barroso estuvo arrojando petróleo. El aceite negro cubría todo el terreno a sus alrededores e incluso caía sobre las casas y calles de Cabimas. Los trabajadores de la empresa de manera desesperada construían muros y zanjas e improvisaron barreras elaboradas con lonas para intentar contener el hidrocarburo acumulado que amenazaba con desbordarse y llegar hasta el pueblo y el lago”.

Y sigue: “Se calcula que el pozo arrojó cerca de 900.000 barriles de crudo hasta que el chorro cesó de manera espontánea. Trescientas hectáreas de terreno quedaron afectadas. La limpieza de la zona les llevó a los trabajadores más de seis meses”.

Para entonces, claro, no existía una tecnología capaz de contener esos “reventones” asociados a las labores de perforación, ni había una legislación que contemplara el cuidado ambiental. El concepto, de hecho, ni siquiera se planteaba. La industria extractiva transformó el lago. Hoy ni siquiera existe un consenso sobre la cantidad de pozos e instalaciones –muchas en estado de abandono- en el lago ni sobre la extensión de la compleja y obsoleta red de tuberías bajo el agua: se habla de entre 30 mil o 10 mil kilómetros de oleoductos en el fondo que hace muchos años dejaron de recibir el mantenimiento necesario para evitar fugas.

Ese problema, que es enorme, no es el mayor. La verdadera crisis actual del lago derivó de decisiones tomadas para facilitar la entrada de tanqueros.

En un documento de Aclama titulado “Guía para entender al lago” se hace recuento histórico de las consideraciones y momentos a lo largo del proceso de dragado de la zona conocida como “la barra” que conecta con el Golfo de Venezuela.

Los primeros estudios para el dragado y el establecimiento de ese canal de navegación datan de finales del siglo XIX. Entre 1935 y 1952 –dice la guía- el canal se estabilizó en una profundidad de 20 pies. En 1952, el Instituto Nacional de Canalizaciones inició los trabajos formales del dragado para lograr una profundidad en torno a los 33,5 pies, que luego, en 1962, se aumentó a 43 pies con el objetivo de permitir el paso de embarcaciones de mayor capacidad. Y como apuntó el ingeniero Castellanos, a partir de 1960 se registra la evidencia de la salinización como consecuencia de haber alterado el equilibrio natural entre las aguas del golfo y las del lago.

Esto es lo que en términos técnicos se conoce como la estratificación de lago. “En el pasado este equilibrio se lograba con una mezcla que se producía en la bahía del Tablazo. Y después de la apertura esa mezcla empezó a profundizarse primero en el estrecho e incluso hasta en el saco y eso ha generado un sistema de estratificación que tiene una serie de perjuicios tanto en la dinámica del lago como en la dinámica de los nutrientes. De ahí viene la complejidad”, explica Castellanos.

“Hay un componente cíclico que tiene que ver con el histograma de caudales de agua dulce”, señala: “El lago tiene un aporte medio anual de 1.600 metros cúbicos por segundo, ese es un número bastante apreciable, que tiene picos mayores y valores más bajos. Cuando el pico es muy alto el lago produce más agua dulce que el agua salada que le entra, pero cuando tenemos periodos muy secos, disminuye ese caudal y se revierte ese equilibrio y tiende entonces a formarse el problema de estratificación salina en el saco del lago”.

En la estratificación, para entenderlo mejor, se forman capas de agua que impiden la mezcla de sus componentes y de esta imposibilidad derivan zonas de anoxia, es decir, de falta de oxígeno. Eso provoca “un predominio de compuestos nitrogenados que quedan atrapados en el lecho del lago”, detalla el ingeniero Castellanos. “Cuando vienen los periodos de lluvia ese fondo se mueve y se libera ese nitrógeno, se transforma en nitrógeno amoniacal y eso es un potenciador del afloramiento de algas verdiazules, que es lo que llamamos el verdín”.

La necesidad de desalinizar el lago no es un planteamiento reciente. En 1960 un estudio citado en la guía de Aclama propone opciones aunque más enfocadas a aprovechar el potencial de agua dulce. Estudios posteriores, incluyendo uno de 2014 encargado por el Ministerio del Ambiente, establecen los beneficios de romper con la estratificación del lago cerrando el canal de navegación y devolviendo la zona a la condición predragado.

¿Se hizo algo al respecto? La cuantiosa presencia del verdín en esas aguas evidencian que no.

Tareas pendientes

En julio de 2023 se creó por decreto la Comisión Presidencial para el Rescate, Conservación y Desarrollo Sostenible del Lago de Maracaibo, encabezada por el general Néstor Luis Reverol.

El profesor Beltrán Briceño reconoce que se hicieron reuniones y mesas de trabajo para abordar el complejo caso. Esto también dio pie a que inyectaran recursos en el hasta entonces abandonado Instituto para el Control y la Conservación de la Cuenca del Lago de Maracaibo, adscrito al Ministerio de Ecosocialismo, cuya sede fue reinaugurada el 23 de noviembre de 2023. Ese día, el comisionado Reverol aseguró que hasta ya se habían recogido más de 112 mil toneladas de desechos en la cuenca.

Kilos de desechos plásticos son arrastrados a las orillas del Lago de Maracaibo

“A partir de ahí se han hecho una serie de acciones, como recolección de residuos sólidos y concientización de las comunidades, pero eso no basta porque el problema es muy grande”, advierte Briceño: “El problema no solamente abarca a Maracaibo y la costa oriental, sino que abarca toda la cuenca del lago. Y cuando hablo de toda la cuenca hablo de los estados andinos y de la parte norte de Santander, porque muchos de sus residuos llegan a nuestro lago a través del río Catatumbo”.

De manera que Briceño propone un trabajo conjunto entre los estados que forman parte de la cuenca y hasta con el vecino colombiano. Y que se haga seguimiento a las tareas. Por ejemplo, una fundamental: “En esas reuniones se dijo que había que recuperar las plantas de tratamiento, en ese momento ninguna estaba funcionando y por lo tanto al lago llegaban todas las aguas residuales domésticas de manera cruda”.

No hay una solución puntual. Ni sencilla. “Se necesita un esfuerzo mancomunado, tanto de la sociedad civil, de la parte académica y la parte política. Todos deben trabajar en conjunto”, señala el biólogo: “Debemos comenzar desde las comunidades que hacen vida alrededor del lago para hacer concientización de que no debemos verter residuos sólidos, de que no debemos tirar aguas residuales a las cañadas. Comencemos con la concientización porque es un problema de todos, no solo del Estado”.

Esto, sin embargo, requiere que esas comunidades tengan una mejor infraestructura de servicios, invertir en recolección de desechos, en canalización de quebradas, en disposición de agua, plantas de tratamiento…

El Estado tiene una tarea inmediata y práctica: “El gobierno debe reactivar todo lo que tiene que ver con las plantas de tratamiento de aguas y hacer nuevas plantas. O implementar otras medidas que pudieran ayudar a eliminar esos residuos, esos desechos agroindustriales y domésticos que llegan al lago. Se ha propuesto hacer humedales, que ayudan a disminuir la carga orgánica que llega al lago y que además pueden servir como espacios de recreación”.

Entre las múltiples cosas por hacer, queda claro que si no hay un tratamiento previo de las aguas servidas, la eutrofización del lago persistirá. 

“Con relación a las aguas servidas, se desarrollaron las plantas de tratamiento sur, las plantas de Cabimas, de Ciudad Ojeda, las particulares, pero somos muy malos operando sistemas”, apunta el ingeniero Castellanos: “Yo tuve un profesor que nos decía ‘si no vamos a mantener las obras, no las hagamos’. Ese es un mensaje con destino. Hemos hecho muchas obras, pero así como las hacemos, las abandonamos. Las obras necesitan mantenimiento. ¿Qué ha desmejorado? Ha desmejorado el mantenimiento de las obras públicas como consecuencia del debilitamiento de las instituciones. No del impacto de la visión política, sino del impacto del centralismo como modelo de gestión. El centralismo debilita el desarrollo de la provincia. La pérdida de autonomía de gestión se siente mucho en el Zulia”.

Acerca de las fugas de hidrocarburo, Briceño tiene una posición cautelosa porque no es su área de investigación: “Tenemos una industria petrolera bastante extensa,  sobre todo en la costa oriental, y siempre va a haber fugas, siempre hay accidentes y se activan los planes de contingencia, pero no son suficiente para contenerlas. Pienso que sí se ha bajado la guardia. Sin embargo, la industria sigue con sus planes de contingencia. Habrá que ver si tienen que innovar, buscar alternativas más  efectivas. ¿Que a lo mejor las fugas son más frecuentes que antes? Puede ser”.

Aunque se han hecho jornadas de recolección de basura en el lago, la vereda dos, en Maracaibo, continúa repleta de plásticos

“Se nota un incremento de los pasivos ambientales con motivo de la desinversión de la industria”, confirma Castellanos. “La producción se focalizó en el oriente del país y disminuyó en la zona del lago y eso hizo que muchas instalaciones quedaran fuera de servicio, abandonadas, y eso ha tenido un impacto negativo en pasivos ambientales”.

En sintonía con Briceño y con la idea que anima las acciones de Aclama, Castellanos plantea que no se logra nada con buscar culpables. Los retos son muchos y de enormes dimensiones: “Para nosotros el lago es el eje articulador de nuestro desarrollo sustentable. Siendo la complejidad de una cuenca como esta tan extensa y con tantas posibilidades de desarrollo, petrolero, navegación, hidráulico, agricultura, ganadería, pesca, con ese potencial por delante tenemos que ser muy ordenados para poder desarrollarlo. No podemos estar a estas alturas evaluando si es que el gobierno lo hizo mal o si puede hacerlo mejor, o si la culpa es de que Songo le dio a Borondongo. Eso no me interesa: el hecho es que todos somos miembros de la red actoral y tenemos que integrarnos y coordinar nuestras actuaciones”.

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