El deshonor

¿Qué busca en realidad la carta de renuncia de Henrique Capriles a la junta directiva del partido? ¿Terminar de dilapidar el caudal político que alguna vez ostentaron tanto el partido como algunos de sus miembros, hoy devenidos en sospechosos habituales?

Tengo que confesar antes de seguir adelante una verdad muy mía: nunca he sido devota del partido político Primero Justicia. Siempre tuve a buena parte de sus integrantes por niños sin real formación política ni ideológica, pero soñadores al principio. Tener un sueño siempre es el primer escalón indispensable para un proyecto; niños con aspiraciones individuales más que sueños, y aprovechadores, después. 

Tan solo el nombre de tolda política me crispó desde siempre por su parecido inevitable con un tipo de programa de televisión singular en donde se supone que se imparte justicia a ciudadanos comunes agraviados, pero de la forma más hortera imaginable, y en ocasiones, hasta burdo montaje. (Por no hablar de la sorna que me producía pensar que en algún lugar del mundo hubiera un movimiento político llamado “First Justice”. (En fin, son las deformaciones profesionales de quien vive de lidiar con palabras, ideas e idioma). 

Con excepciones, como ocurre en todo vistazo general, en el equipo siempre se salvan algunas caras, algunos nombres de club amarillo, algunas reputaciones. Y las bases inocentes de todo. 

Pero el tiempo si no me da la razón -siempre prefiero no tenerla en estos tiempos- al menos deja incólume mi intuición natural de analfabeta política. 

Viene al caso avisarlo porque quiero barruntar algunos apuntes, algunas interrogantes que me urgen, sobre los dimes y diretes recientes entre algunos de sus rostros más conocidos. 

¿Qué busca en realidad la  carta de renuncia de Henrique Capriles a la junta directiva del partido? ¿Terminar de dilapidar el caudal político que alguna vez ostentaron tanto el partido como algunos de sus miembros, hoy devenidos en sospechosos habituales como Julio, Carlos, Leopoldo? ¿Incluir de paso a reputaciones sin mácula hasta hoy, es decir, el breve reducto de honor y confianza popular que les quedaba? ¿No bastaba acaso con el desagrado y la desconfianza que desde hace rato producen los rumores de corrupción (Oderbrecht and beyond, por ejemplo), los rumores de traición, entrega de opositores, chivatería, sobornos grabados y holgados (a veces lujosos) exilios?

¿Por qué ahora, luego de la expulsión del supuesto agente rojo infiltrado en las filas amarillas y socio de Zapatero, el excandidato Henrique Capriles arremete contra algunos de sus colegas y más aún contra la propia tolda? ¿Ahora que finalmente todos estamos de acuerdo en que Zapatero es persona non grata y sus proxies también?  Es algo que no entiendo. 

¿Por qué es pública su incomodidad? ¿Por qué no es debate privado entre sus miembros? ¿A qué se debe el espectáculo?

¿No queda honor para salvaguardar?

Aunque el honor y la dignidad se relacionan estrechamente, hay una diferencia clave entre ellos. La dignidad se refiere a la valoración que una persona tiene de sí misma, mientras que el honor se refiere a la valoración que los demás tienen de ella. En otras palabras, la dignidad es una cuestión interna, mientras que el honor es una cuestión externa. Exponerlo no me parece la más astuta de las buenas intenciones.

En la vida pública, el honor se refiere a la reputación y la dignidad que se asocia con la actuación y los logros de una institución o una persona.

Según Aristóteles, el honor se refiere a la virtud y la moralidad. Según Platón, el honor se refiere a la justicia y la equidad. Según Kant, el honor se refiere a la dignidad y la autonomía asociadas a la conducta moral.

Sigue Kant diciendo que el honor se refiere a la libertad y la independencia que se asocia con la toma de decisiones éticas. Y no sigo con la moral y la ética porque no tengo la más mínima intención de dar una clase.

Solo agregaré que obviamente este asunto del honor nos viene desde la antigüedad. En la Grecia antigua, el honor se consideraba un valor fundamental para la construcción de una sociedad justa y equitativa. En la Edad Media, el honor se consideraba un valor esencial para la construcción de una sociedad pacífica y justa. Así pues llegamos hasta hoy.

Los líderes honorables no deberían temer la luz de la transparencia, más bien deberían buscarla como a la única herramienta posible para garantizar que sus acciones estén alineadas con el interés de todos. Donde hay políticos sin honor, no hay política; hay otra cosa, fea y turbia. Porque en política, el honor lo es todo. Y no importa que el político falle en sus planteamientos mientras luche con la fidelidad por delante. 

La dignidad humana reside, en realidad, en el fundamento del derecho al honor. 

De esta manera el derecho al honor no es otra cosa que la misma emanación de la dignidad humana, entendido como derecho a ser respetado también por los demás. En las acciones de una persona para con los demás, para con la sociedad y para con él mismo, en la coherencia en sus actos, en la responsabilidad en sus acciones y en el respeto, está el meollo de un hombre con honor. O sin él.

Volviendo a carta tan desgraciada (en el sentido de sin gracia, claro), se deduce, me parece entender, que la diatriba es entre quienes procuran y piensan que hay que pasar la página del 28 de julio para seguir adelante con buenas disposición o tal vez con las ganas de seguir pactando una jugosa medianía, y quienes pensamos que en Venezuela aún hoy es 28 de julio y no será 29 de julio o 2025 hasta hacer valer la voluntad y el voto de 8 millones de venezolanos y el trabajo de María Corina Machado y todo su equipo. 

Si ese es el nudo, si en realidad ese es el nudo, lo estamos haciendo muy mal.

Y es que esta carta -y luego un audio que me llegó del propio Capriles- no hacen otra cosa que confirmarnos a los ya desencantados venezolanos que todos los rumores sobre tratos, influencias, caciques, soplones, traidores, camuflados, convenidos, y ladrones que nos tienen estancados podrían, en efecto, ser ciertos. 

Por supuesto y por fortuna hay quien le ha salido al paso a este “auto suicidio” escrito (Blanca Ibáñez dixit), como el exdiputado Juan Pablo Guanipa, quien ha respondido en una carta a todas las objeciones y preocupaciones del candidato Capriles.  

Creo que es un texto que vale la pena leer, sobre todo, porque sea uno “justiciero” como su propio autor, o descreída y malpensada, como yo, tiene muchos puntos de sutura, de entre los cuales escojo tres que me parecen vitales para zanjar algunas heridas:

“-La verdad es que algunos tienen la idea de pasar la página del 28 de julio y normalizar todo, sin siquiera esperar el 10 de enero, mientras otros pensamos que nuestra obligación es defender, hasta con la vida, el abrumador resultado electoral del 28 de julio.

“-La verdad es que hay un pequeño grupo de dirigentes que no reconocen el liderazgo de María Corina Machado y tratan de producir un divorcio de ella con Edmundo González, lo cual violenta nuestra estrategia unitaria.

“-La verdad es que algunos tienen la idea de pasar la página del 28 de Julio y normalizar todo, sin siquiera esperar el 10 de enero, mientras otros pensamos que nuestra obligación es defender, hasta con la vida, el abrumador resultado electoral del 28 de julio”.

Yo me apunto en estas conclusiones. No me interesan de momento ni elecciones regionales, ni de reina de carnaval. No por ahora.

Mientras tanto, informa Refugges International, la salida de venezolanos por el Darien aumentó 51% en septiembre. Del total de 25.11% en ese mes, y 80% de los errabundos fueron venezolanos. Es decir, 20 mil. Digo, 20 mil más.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.