El régimen que tortura a los hijos de Venezuela

Lo que está haciendo el régimen chavista es lo más aberrante que ha ocurrido en Latinoamérica en muchas décadas. Su odio a los venezolanos no tiene precedentes. No hay una sola justificación para no desear y trabajar, con todas las fuerzas, para que semejantes criminales dejen el poder desde donde hacen tanto daño.

Mientras yo escribía estas líneas de indignación, dolor y rabia, y mientras usted las lee, hay cientos de venezolanos inocentes siendo torturados por los bárbaros que ocupan, por la fuerza bruta, el poder. Muchos de ellos son niños y niñas, como sus hijos o los míos, como sus hermanos pequeños, nietos o sobrinos. No cabe en el pecho la tristeza ni en la mente el entendimiento de semejante crueldad, porque para un ser humano promedio, tanta maldad es mucha. Nos sobrepasa. Y eso… eso es el chavismo.

Hannah Arendt, en Los orígenes del totalitarismo, describió cómo los regímenes totalitarios despojan a las personas de su humanidad, convirtiéndolas en simples objetos a los que se puede manipular y destruir sin remordimientos. Esta deshumanización permite que la violencia, incluso la más brutal, se normalice en ellos, en quienes forman parte de esa pequeña élite (incluyendo a los cómplices habituales).

Por otro lado, la psicóloga Alice Miller, en Por tu propio bien, habla del «gusto por la crueldad» que ciertos individuos y sistemas desarrollan cuando sienten que tienen poder absoluto sobre otros. Esta crueldad se expresa no solo como un medio para perpetuar su dominio, sino también como un reflejo del desprecio que sienten hacia su propia gente, a la que perciben como sumisa o traidora. ¿Y son traidores unos niños de 13, 14, 15 y 16 años? Para Nicolás Maduro, para Diosdado Cabello y para los ejecutores de las torturas, sí.

Los jóvenes y niños son hoy, para la barbarie chavista, los objetivos principales. Ellos, que nos odian profundamente a todos los venezolanos, ven en los más jóvenes su principal obstáculo, pues ni con todo el dinero del mundo pudieron colonizar sus mentes. Los chamos que no conocen ni la democracia ni la libertad, quieren ser libres y piden democracia. Ellos son la razón por la cual nuestra República, que han intentado extinguir, sigue existiendo.

Y todo ese desprecio que la tiranía venezolana siente por los jóvenes, lo han demostrado siempre. Lo demostraron en las protestas de 2014, 2016, 2017 y 2019. Lo demostraron destruyendo el sistema educativo y las universidades. Lo demostraron dejando ciego a Rufo Chacón (de 16 años). Lo demostraron separando a tantas madres presas políticas de sus hijos. Lo demostraron y demuestran cada día cuando obligan a cientos de padres, con sus pequeños en brazo, a cruzar el Darién o montarse en una balsa mal hecha para huir del país. De su país. De nuestro país. Porque Venezuela es y así lo reafirmamos el 28 de julio, nuestra. No de ellos que la odian.

Pero como la maldad de estos sujetos no se diferencia en nada a la maldad de la que antes se regocijó Adolf Hitler, Iósif Stalin o Jorge Videla, quisieron ir más allá y, desde que Edmundo González Urrutia ganó las elecciones por casi 40 puntos de diferencia, decidieron mostrar una peor cara de lo que ya habían mostrado (si aquello era posible) y a los crímenes de lesa humanidad por los que fueron juzgados en Argentina y son investigados en La Haya, decidieron agregar la tortura sistemática a menores de edad. Con alevosía, con saña y con mucho disfrute. Sí, disfrutan dañar a niños y niñas. Hasta la fecha, al menos, a 158 de los cuales más de 40 siguen secuestrados en mazmorras destinadas a vejar, humillar y destrozar.

Lauriannys Cedeño, de 16 años, fue secuestrada el 14 de agosto (y “liberada” sin cerrarle la causa un mes después). “Lau”, como le dicen, se acaba de graduar de bachiller, pero no pudo celebrarlo bien porque la “operación Tuntún” (ese crímen constante que anuncian por televisión ellos mismos) llegó a su casa en Carúpano, estado Sucre, pues ella había reenviado unos mensajes vía WhatsApp por el descontento ante los resultados de la elección presidencial y por esto, fue denunciada por Nilsa López de Mata, miembro de la Unidad de Batalla Bolívar Chávez (UBCh) y trabajadora de la alcaldía de Carúpano. Lauriannys sufrió un colapso nervioso en el momento de su detención que le ocasionó daños cerebrales. Desde entonces, presenta convulsiones y ataques de pánico.

Como a Lau, el régimen chavista le ha dañado la vida a muchas, muchas niñas. De hecho, a varias inocentes secuestradas se les ha sometido a encierros junto a hombres adultos, quienes las han violentado sexualmente en lo que solo puede describirse como un horror indescriptible. También se conoció que siete menores de edad (entre ellos una niña de 16 años) fueron pasados a juicios ilegales en los tribunales de la tiranía en el estado Carabobo. Algunos de ellos perdieron piezas dentales producto de las golpizas y otro tiene las tetillas quemadas, porque le pusieron electricidad. Seguimos esperando, claro, que UNICEF, ONU Mujeres y los diferentes colectivos feministas se pronuncien.

El mismo día que inició leyendo sobre semejante atrocidad, terminó con los audios de los gritos desgarradores de madres e hijos escuchados en el Centro de Detención Preventivo de Adolescentes y Féminas de Caraballeda en La Guaira (estado Vargas, como siempre será), donde permanecen ocho adolescentes acusados de terrorismo. ¡Vaya cosa!, en Venezuela, quienes han creado el más horrible terrorismo de Estado de nuestra historia, llaman terroristas a unos niños que solo quieren vivir en libertad.

“Ahí hay ocho menores de edad, hoy no nos dejaron recibir visitas y eso fue una tortura para nuestros hijos, porque lo que recibieron fue golpes. Pido que nos ayuden, esto es demasiado, les botan la comida y les pegan cuando quieren”, denunciaron las madres que escuchaban con angustia como golpeaban a sus muchachos. Duele. Duele mucho. Y da rabia. Mucha rabia.

Erich Fromm en El miedo a la libertad señala que muchos tiranos proyectan en sus ciudadanos los aspectos de sí mismos que más odian. Así, el maltrato a los niños y la violencia gratuita se convierten en una forma de purgar ese odio, canalizándolo hacia quienes no tienen capacidad de defensa. Estas dictaduras, en su sed de control, disfrutan de la tortura y del sufrimiento ajeno porque eso reafirma su poder y perpetúa el terror. No hay nada que describa mejor a los criminales que oprimen a Venezuela. Disfrutan el dolor de los demás y si son inocentes indefensos, como los niños, lo disfrutan más.

Lo que está haciendo el régimen chavista es lo más aberrante que ha ocurrido en Latinoamérica en muchas décadas. Su odio a los venezolanos no tiene precedentes. No hay una sola justificación para no desear y trabajar, con todas las fuerzas, para que semejantes criminales dejen el poder desde donde hacen tanto daño. Hay que lograrlo por nuestros hijos, porque si Andrés Eloy Blanco escribió que “cuando se tiene un hijo, se tiene al hijo de la casa y al de la calle entera, se tiene al que cabalga en el cuadril de la mendiga y al del coche que empuja la institutriz inglesa y al niño gringo que carga la criolla y al niño blanco que carga la negra y al niño indio que carga la india y al niño negro que carga la tierra”, entonces nosotros tenemos, también, al niño torturado que grita con desespero. Y hay que liberarlos, a ellos y a su país todo. No tenemos otra opción.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.