Tortura, extorsión y barbarie
«No es suficiente describir al chavismo como un “mal gobierno”; es una tiranía que ha superado cualquier límite moral y ético, y que ha convertido a Venezuela en un campo de tortura y represión»
La historia reciente de Venezuela está marcada por una barbarie que no tiene parangón en América Latina desde hace muchas décadas. El chavismo, autoritario desde el día uno (que se remonta hacia la intentona golpista de 1992), es hoy el ejemplo lamentablemente perfecto de una tiranía que ha adoptado tácticas que recuerdan a los momentos más oscuros del siglo XX, pero con muchos más elementos que la hacen tan salvaje como brutal.
La barbarie del chavismo: tortura, desapariciones y secuestros
Recientemente terminé de leer la obra Historia de un alemán – memorias 1914–1933, escrita por Sebastian Haffner, que relata el ascenso del totalitarismo nazi en Alemania, documentando cómo la sociedad se desmorona frente a una régimen que no duda en emplear la violencia y la manipulación para consolidar su poder. Lo menciono porque, aunque el chavismo no ha logrado instalar un totalitarismo (no porque no lo desee así) y su esencia es puramente soviética, fue imposible no recordar mucho de lo ocurrido en Venezuela durante los últimos años mientras me adentraba en lo narrado por Haffner. Si bien el chavismo llegó al poder bajo la máscara de un proyecto revolucionario (cosa que nunca fue) y democrático (que tampoco fue), pronto reveló su verdadero rostro: un régimen represivo que, al igual que el nazismo o el estalinismo, utiliza el terror como instrumento de control. El pueblo venezolano ha sido testigo del desmantelamiento de las instituciones, la anulación de las libertades civiles y la utilización de la violencia de Estado para acallar cualquier forma de disidencia.
El chavismo ha implementado un aparato de represión que incluye torturas, desapariciones forzadas, secuestros y asesinatos. De hecho, la reciente actualización del informe de la Misión Internacional Independiente de Determinación de los Hechos de la ONU sobre Venezuela es una prueba contundente de esta realidad. Según el informe, la tiranía ha perpetrado crímenes de lesa humanidad. Solo por mencionar una de tantas atrocidades, describe el secuestro y tortura de 158 niños y adolescentes desde el 29 de julio. A varias niñas se les ha sometido a encierros junto a hombres adultos, quienes las han violentado sexualmente en lo que solo puede describirse como un horror indescriptible. Estas prácticas no son eventos aislados, sino que forman parte de una política sistemática de terror diseñada para desmovilizar, someter y destruir cualquier resistencia. Aunque, claro está, parte desde el básico y elemental odio que, quienes ocupan – por la fuerza – el poder, sienten contra los venezolanos. La “revolución” fue odio, no más.
El chavismo, aunque parezca una obviedad decirlo, tiene como objetivo único perpetuarse en el poder a cualquier costo. Su lógica es simple: eliminar o intimidar a cualquier persona o grupo que represente una amenaza, no solo política, sino incluso moral o ideológica. El caso de los niños torturados y abusados es solo uno de los muchos ejemplos de la crueldad sin límites del régimen pero también podemos sumar el tomar rehenes de otras nacionalidades para amenazar y obligar a “negociar” a otros Gobiernos. Usan la lógica terrorista. La barbarie chavista no tiene fronteras; destruye la vida, la dignidad y el futuro de un país entero pero, también, de la democracia misma como concepto y de la libertad como realidad.
El secuestro como herramienta de extorsión: el caso de Edmundo González Urrutia
Un elemento característico de las tiranías es el uso del secuestro como forma de extorsión. En Venezuela, como estamos frente a criminales que siempre buscan superarse a ellos mismos, hicieron lo propio con el presidente electo. Es decir, aquellos que no suman ni cuatro millones de votos, extorsionaron a Edmundo González Urrutia, quien sacó ocho millones de votos, bajo “presiones inenarrables y amenazas extremas” (dicho por él mismo) para obligarlo y permitirle (ambas cosas a la vez) su salida del país.
Los artífices de este crimen fueron Jorge y Delcy Rodríguez, figuras clave dentro del aparato chavista, quienes no solo buscaron humillar y doblegar a González Urrutia, sino que también utilizaron el poder del Estado para exiliarlo, todo ello, además, con la presencia y participación del embajador español siempre con los hilos bien manejados en las sombras o en la luz del inefable José Luis Rodríguez Zapatero.
Como no pudieron (mediante un fraude) colgarse la medalla de vencedores en una elección que perdieron 70-30, la tiranía chavista decidió mostrar como logro un crimen que titularon «tun-tun», la creación de campos de concentración y la extorsión bajo amenaza a un presidente electo. El chavismo, lejos de ser un proyecto político legítimo, es un sistema de terror basado en la coerción y la violencia. Es, reitero, la barbarie.
La destrucción de Venezuela y el exilio de millones
El resultado de dos décadas de chavismo ha sido la completa destrucción de Venezuela. El país, que una vez fue una de las naciones más prósperas y democráticas de América Latina, se ha convertido en una zona de desastre humanitario. Un desastre diseñado, valga decir- La crisis económica, combinada con la represión política, ha obligado a más de ocho millones de venezolanos a huir del país, convirtiéndose en la mayor crisis migratoria del mundo y la más grande en la historia de la región. Esta diáspora no es solo el resultado de la falta de oportunidades, la desigualdad y el hambre, sino también del miedo y el terror generado por un régimen que no duda en asesinar y torturar a su propio pueblo. Y hasta lo goza.
“Lo más inquietante resultó la desaparición de un número de personas inofensivas, que formaban parte de la vida diaria: El locutor de radio desapareció en un campo de concentración; los actores y actrices se esfumaron de la noche a la mañana. La famosa actriz Carola Neher se convirtió de repente en una traidora expatriada; el cadáver destrozado del adorado actor Hans Otto fue encontrado en el patio de un cuartel de la SS, (se dijo que tras ser detenido se había precipitado por la ventana de un cuarto piso “en un momento de descuido”); el humorista gráfico más conocido de Berlín se suicidó; otros simplemente dejaron de estar presentes sin que se supiera si habían muerto, si estaban detenidos o si habían emigrado. Habían desaparecido”. Eso ocurría en la Alemania nazi, según el relato de Haffner. Y sigue ocurriendo, pero en otras latitudes, con un régimen también liderado por un sujeto con bigotes, también malvado y también acomplejado, pero este lo hace diciendo que es de izquierda, lo cual, digamos, le ha servido para que varias organizaciones, colectivos y “defensores de derechos humanos” ejerzan su derecho al silencio cómplice.
El chavismo ha dejado a su paso un legado de muerte, destrucción y sufrimiento. Tal como ocurrió en la Alemania de Haffner, donde las personas fueron forzadas a huir o enfrentarse a una represión brutal. En Venezuela millones han optado por el exilio, buscando escapar de un régimen que no muestra piedad. Tan es así que hay madres que han tomado la decisión de cruzar la selva del Darién a pie o el mar en lanchas con sus pequeños hijos. Imaginen la desesperación de alguien que ve, en esa decisión, una posibilidad mejor que permanecer en la Venezuela chavista.
El chavismo como la peor amenaza para Latinoamérica
El chavismo representa una amenaza sin precedentes para Latinoamérica. Es un régimen que basa su poder en el miedo, la violencia, la destrucción de las instituciones democráticas (las propias y las del resto de los países) y el terrorismo en todos sus sentidos. Sus crímenes, documentados por organismos internacionales como la ONU, deben ser condenados sin ambigüedades. No es suficiente describir al chavismo como un “mal gobierno”; es una tiranía que ha superado cualquier límite moral y ético, y que ha convertido a Venezuela en un campo de tortura y represión.
La comunidad internacional tiene la responsabilidad de actuar. La indiferencia ante los crímenes del chavismo es complicidad. No es momento de callar, es momento de exigir justicia para las víctimas y de trabajar para que Venezuela recupere su democracia. Los crímenes de este régimen deben ser juzgados y sus líderes deben rendir cuentas ante la justicia internacional. Porque solo así, Venezuela podrá comenzar a sanar las profundas heridas que el chavismo ha causado en su sociedad.
Permitir que Nicolás Maduro siga en el poder luego de todo lo que ha hecho y sigue haciendo, significa abrirle la puerta a cada potencial tirano que vea la oportunidad de desconocer la voluntad de su gente a través de la violencia, sabiendo que no habrá consecuencias.Hay que lograr derribar el muro. Es barbarie o libertad.