Yogi Berra versus Alex Saab
La liberación del diplomático de probeta en modo alguno debe tomarse como una derrota para los detractores de Maduro. O como la señal definitiva de que no puede haber cambio en Venezuela. Nunca más oportuna la frase del ícono del beisbol Yogi Berra: “el juego no se acaba hasta que se acaba”. La negociación es dando y dando. Maduro no lo ha dado todo. Pero Estados Unidos tampoco: ¿acaso ha retirado el cartelito que ofrece 15 millones de dólares por la cabeza de Maduro?
La gran pregunta que debemos hacernos es si después de las concesiones que ha hecho Estados Unidos al gobierno venezolano, finalmente Nicolás Maduro accederá a que se celebren en Venezuela unas elecciones presidenciales justas. Está por verse. Pero sumarse desde ya al coro que declara a Maduro como un campeón olímpico que se ha subido al podio con el pecho inflado de orgullo y atiborrado de medallas luce extemporáneo. La partida no ha terminado. Está en pleno desarrollo. Viene al dedillo la frase de Yogi Berra, estrella del béisbol norteamericano, tantas veces citada por Hugo Chávez: el juego no se acaba hasta que se acaba. Y el juego apenas ha comenzado. Ese es el argumento principal para pedirle a la fanaticada que controle sus impulsos.
Por supuesto que irrita ver al diplomático de probeta Alex Saab fuera de la cárcel después de que, según la información consignada por el portal Armando.info, quedara demostrado que urdió, junto con otras personas, una turbia red alrededor de los CLAP. Haber jugado (hablando de Yogi Berra) con el hambre de millones de personas constituye un crimen. Fue por ello que la Oficina de Control de Activos Extranjeros lo sancionó en 2019. La OFAC hablaba de empresas fantasmas, de sobornos, de lavado de millones de dólares y de un esquema de corrupción que arrojó grandes beneficios a Saab y a sus socios. Pues sí, ese abrazo fraternal que se dieron el plenipotenciario y Cilia Flores al pie del avión cuando Saab protagonizó lo que podemos llamar el operativo ‘vuelta a la patria’ puede confundirse con la victoria.
Pero no se puede hablar de victoria si el juego está en pleno desarrollo. He allí lo que hay que tener claro. Se puede cuestionar la excarcelación de Saab. Lo que no se debe es interpretarla como una derrota fulminante. Eso sería un grave error. Sería morder el anzuelo del Gobierno, que, por un lado, se hizo con otra joya de la corona al lograr el retorno de Saab (las dos anteriores fueron la liberación de los sobrinos de la pareja presidencial y el levantamiento de sanciones a PDVSA); y, por otro lado, si los detractores del régimen comen la venenosa carnada, también se alzaría con un trofeo fenomenal: la desmoralización de las filas opositoras.
Más bien hay que tomar la liberación como parte de una negociación de alto calado con miras a la contienda de 2024. Ese es el contexto.
El caso del diplomático de probeta se puede ver de dos formas. Los desconfiados pensarán que Joe Biden se ha pasado. Que Estados Unidos capituló ante el Gobierno. Que Maduro siempre gana. Que va invicto frente a Washington. No carecen de razón. La lucha ha sido frustrante. Cuando abrimos los ojos en la mañana, Maduro sigue ahí, como en aquel microcuento del dinosaurio de Augusto Monterroso. Pero podemos analizarlo de otra manera. En lugar de pensar que Biden ha claudicado en su pugilato con Caracas, podemos preguntarnos: ¿Y cuál será el precio que tendría que pagar Maduro a cambio de los diamantes que le ha entregado Estados Unidos? La respuesta apunta al tablero electoral. Esto hay que conectarlo con la postura que ha mantenido María Corina Machado: cautela. ¿Por qué cautela? Porque la criatura está en plena gestación.
La otra pregunta que podríamos hacernos: ¿Queda alguna otra carta con la que Estados Unidos pueda presionar a su contraparte? Ya ha dicho Washington que, si Maduro incumple lo acordado, volverían las sanciones. Pero no solo eso. Es que Biden cuenta con otras armas para que su contendor ceda. Recordemos que en marzo de 2020 el Departamento de Justicia anunció que se adelantaba una acusación penal contra Maduro por, según la versión que ofreció el entonces fiscal general William Barr, haber “conspirado” junto con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para “inundar de cocaína” a los Estados Unidos. Washington colgó su clásico cartelito: wanted.Y ofreció 15 millones de dólares de recompensa por la cabeza de Maduro. Que se sepa, esa investigación sigue en curso y el cartelito no ha sido retirado.
La reportera de CNN, Osmary Hernández, no pasó por alto este detalle. En la rueda de prensa que ofreció Jorge Rodríguez esta semana, flanqueado por el propio Alex Saab y su esposa, la periodista le preguntó si en el marco de las conversaciones que se han celebrado entre el Gobierno de Venezuela y Estados Unidos estaba contemplado el retiro del nombre de Nicolás Maduro de la lista de personas por las cuales el Departamento de Justicia ofrece recompensas. Rodríguez, hábil como es en los corredores de la retórica, evadió dar una respuesta concreta (Ver min 41: 24). Así que tengamos claro que, si bien Saab es un pez gordo, tampoco es Poseidón, el rey de los mares. Aquí el Poseidón es Maduro. La liberación del diplomático creado in vitro en modo alguno constituye el triunfo final del régimen.
También entra en esta compleja trama la investigación que lleva a cabo la Corte Penal Internacional (CPI) contra Maduro por supuestos crímenes de lesa humanidad. Podría argumentarse que esta instancia es perezosa a la hora de actuar. Y que en consecuencia su capacidad de coacción es limitada. Pero a nadie le gusta tener una cuenta pendiente en La Haya. Esta sería la oportunidad perfecta para que Maduro se desembarazase de este fardo. Y si Maduro quisiera quitarse ese lastre de encima, allanar el camino para que en el país se celebren elecciones justas y libres sería un buen paso.
El tema electoral también está estrechamente vinculado al juicio en la CPI. El artículo 16 del Estatuto de Roma contempla taxativamente que el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas puede solicitar a la Corte que suspenda una investigación o un juicio que esta haya iniciado. Es precisamente este artículo el que se suele citar cuando se cuestiona la independencia de la CPI, que está obligada a cumplir el mandato del Consejo de Seguridad. Por esta ventana podría colarse Maduro.
El Consejo tiene 15 miembros, de los cuales apenas cinco ejercen poder de veto: Estados Unidos, China, Rusia, Francia y Reino Unido. Una iniciativa encabezada por Washington para frenar la investigación que cursa ante la CPI podría fácilmente contar con el apoyo necesario para ser aprobada. El preámbulo del Estatuto de Roma habla asimismo del principio de complementariedad, según el cual la primera jurisdicción es la que corresponde al Estado que es señalado y, en su defecto, se activa la jurisdicción internacional, que es lo que ha ocurrido en el caso de Venezuela. Pero si Maduro colabora para retomar los cánones democráticos pudiera ser que la CPI se apartara para facilitar una transición democrática en el país.
Saab escapó a pesar de que en Estados Unidos el poder judicial goza de relativa independencia. Pero falta Maduro. Y ya vemos que hay forma de que también se libere del cadalso. Existe una alternativa a lo punitivo. Es el arte de la negociación. Nada es gratuito. Es dando y dando. La negociación no es un dechado de ética, es verdad. Pero en ese intercambio de fichas hay que tener bien claro cuál es el objetivo superior. La meta es salir de esta espantosa crisis político-económica de manera pacífica. Con elecciones. El Gobierno exhibe a Saab como un trofeo para sembrar la desesperanza. Para desanimar a esos votantes que el 22 de octubre participaron en la Primaria. Para abortar cualquier ilusión de quienes crean que en las presidenciales podrán barrer con el sistema. Pero los signos de ruptura que se palpan en la sociedad son evidentes. El descontento es una roca sólida. Hagamos una plana con la frase de Yogi Berra. El juego no ha terminado.