El año apolítico
“La destrucción nacional ha quedado consumada y la tragedia social se reproduce todos los días, con la diáspora ciudadana a la vanguardia. A pesar de eso, al menos en lo tocante a la política, calibrando los relieves informativos y el estado actual de la opinión pública, con mucha probabilidad ha sido este el año más sereno que ha vivido Venezuela en los 23 años de revolución bolivariana”.
Salvo que ocurra algún evento imprevisto que afecte su desempeño en el último trimestre, podríamos afirmar que 2022 ha sido completamente atípico dentro del contexto de la conflictividad crónica que el chavismo ha impuesto con su llegada al poder en Venezuela. Un año particularmente despolitizado, con pocos relieves, con escasas novedades, una especie de tregua generalizada.
La destrucción nacional ha quedado consumada y la tragedia social ocasionada se reproduce todos los días, con la diáspora ciudadana a la vanguardia. A pesar de eso, al menos en lo tocante a la política, calibrando los relieves informativos y el estado actual de la opinión pública, con mucha probabilidad ha sido este el año más sereno que ha vivido Venezuela en los 23 años de revolución bolivariana.
El agotamiento y la sobre-politización de la vida cotidiana ha hecho un cortocircuito sistémico sobre el ánimo de la población. Varios estudios de opinión lo atestiguan. Hasta el chavismo parece estar agotado. Con Nicolás Maduro a la cabeza, se adelanta un repliegue en el terreno económico y algunos ajustes discursivos que persiguen fortalecer sus opciones de perpetuidad. Si antes se hostilizaba, ahora se hostiliza menos: se trata de vender por la televisión una ilusión de armonía fundamentada en artificios y llamados a la inversión.
El 2022 guarda, acaso, un parecido al bienio 2004-2006, tiempo en el cual, después de haber triunfado en el Referéndum Revocatorio, Hugo Chávez ensayaría una tímida narrativa reformista, -inspirada en las estrategias del leninismo-, que también perseguía pulir y asentar el control en los mandos neurálgicos del Estado venezolano para consolidar sus ánimos dictatoriales. Fue el tiempo en el cual comenzó a hablarse de “trascender el Estado burgués” para crear un Estado revolucionario.
No hay ninguna novedad: cada vez que las gestiones marxistas y filomarxistas se entrampan en sus inconsistencias y vuelven a evidenciar su dimensión fallida, agravando aún más el contexto donde obran, corren a pedir ayuda al empresariado que antes habían demonizado para invitarlo a invertir. En 2005 Miraflores pasó un buen tiempo desmintiendo rumores sobre expropiaciones e instando al empresariado y a la oposición política “a trabajar por el país” después de haber llevado a Venezuela al extremo del tormento conflictivo desde 1999.
Una vez consolidada la barrida electoral de 2006, usando camisas de color azul en la campaña electoral y hablando de amor, Hugo Chávez inició 2007 con plomo cerrado: fue clausurada Radio Caracas Televisión, se aprobó la reelección indefinida, se desplegó la nueva geometría del poder y se inició una ola masiva de nacionalizaciones y estatización de activos. Se aumentó el espectro del adoctrinamiento de las Fuerzas Armadas y se armó con mayor método a brigadas civiles facistoides organizadas para reprimir. Desde 2007 hasta 2019, con el asedio político, el caos económico o con el hampa, Venezuela no ha conocido la paz.
Un olvido en clave de tregua
De acuerdo a los estudios de opinión más recientes, el alejamiento con la política y el desinterés con los políticos es un hecho incontestable en la Venezuela actual, pero no necesariamente configura una circunstancia definitiva. Casi 70% del universo de consultados suele manifestarse en favor de la necesidad de un cambio político en Venezuela, juzgado como “urgente”, o “muy urgente”.
La renuencia a salir a protestar contra el Gobierno es en este momento manifiesta. Pesa mucho el recuerdo de la brutal represión de los cuerpos de seguridad del chavismo. Sin embargo, el interés en votar, el pulso por hacerle seguimiento al desarrollo de una candidatura alternativa que haga posible un rescate pacífico de la democracia -independientemente de la enorme complejidad que entraña tal enunciado-, sigue estando muy presente en la mayoría de la ciudadanía.
La molestia y decepción con la dirigencia opositora es otra circunstancia relevante de este momento. Pero la intención de voto en unas consultas primarias del universo democrático pensando en un liderazgo para 2024, es más alta de lo que algunos se imaginan. Parece imponerse una necesidad generalizada en centrar los esfuerzos individuales para mejorar económicamente, tomar decisiones personales, sustraerse de un debate público redundante y recalentado, idiotizado y plagado de lugares comunes.
El interés por emigrar, la intención manifiesta de hacerlo, que presentaba unos dígitos escandalosos en las encuestas hace unos años, se ha reducido drásticamente en las últimas mediciones, consumado ya un éxodo que tiene proporciones históricas. El ensayo aperturista de Maduro, y el modesto alivio cotidiano en la situación económica del momento, han permitido al líder bolivariano recuperar algunos puntos en las encuestas, en un momento en el cual las opciones de la dirigencia opositora cruzan, de nuevo, un tupido bosque de críticas y descrédito.
Comienza a dar la impresión de que Maduro trabaja para ser candidato e intentar ganar una consulta que sea lo menos antihigiénica posible, en la cual tenga que emplear elementos extra-políticos que pueda diluir en medio de un caudal de apoyo popular. Un triunfo que sea lo suficientemente discutible como para regresarle nuevos niveles de legitimidad interna y externa y extender su mandato a 2030, como también hizo Chávez en su momento. Tampoco luce nada sencillo. Los números de aprobación del liderazgo chavista, de sus valores y objetivos, siguen estando en cotas muy bajas.
Sería ese eventualmente, también, un buen momento para endurecer de nuevo el puño autoritario, acabar con cualquier disimulo democrático y pasar factura a la sociedad civil con un oportuno barrido legal. Escoger, el propio Maduro, un candidato opositor de pacotilla e imponer irreversiblemente las disparatadas directrices revolucionarias a una población que ya no las quiere.
Habrá que ver qué tipo de respuestas ofrece la disfuncional, inoperante e inconducente oposición política nacional para ese entonces.