Te culparán por no estar muerto
Los hechos, trágicos muchas veces, hablan de lo extremo que puede llegar a ser el fanatismo del ser humano. Una semblanza de la intolerancia religiosa hasta la más extrema intransigencia política en nuestro Continente. Y la autora, luego de traernos al presente ejemplos muy duros de este fenómeno social, recala en que “el verdadero peligro para la democracia en Estados Unidos, y en el mundo, es que Trump sea de nuevo presidente de ese país”. Y acota: “Los venezolanos somos iconoclastas, que nuestro fervor por los líderes es efímero y que hoy se desvanecen, por indiferencia y olvido”.
El escritor italiano Roberto Saviano, amenazado y perseguido por la mafia, recuerda (en el diario El País) cuando conoció a Salman Rushdie, “… un hombre acosado por el islamismo radical, pero que profesa amor por la vida y la libertad. Cuando, hace casi 13 años, me convocaron junto a Salman Rushdie a la Academia Nobel de Estocolmo, me dijo públicamente: Te culparán por no estar muerto. No logré comprender del todo esta frase. Entendí, desde luego, su significado lógico, intuí su alcance simbólico. También comprendí que se refería a la desconfianza mediática que se genera cuando sobre alguien pende una sentencia de muerte, pero el condenado sigue viviendo. Sin embargo, no lo había entendido completamente. Hicieron falta años, deslegitimaciones, aislamiento y dolor para entender lo que me decía. Rushdie quería decir: no vivas como si ya te hubieran matado, no te obligues a sentirte culpable por no estar muerto, no te conviertas en un mártir que se ha salvado”.
Intuyo que para la mayoría de la gente medianamente informada el nombre de Salman Rushdie traía vagos recuerdos de una persecución por parte del islamismo radical. La publicación de su obra “Los versos satánicos”, hace 34 años, desató una ola de ira en el mundo musulmán y el 14 de febrero de 1988 el ayatolá Jomeini decretó una fetua contra el autor: “En el nombre de Dios. Somos de Dios y a Dios volveremos. Estoy informando a todos los valientes musulmanes del mundo que el autor de ‘Versos satánicos’, un texto escrito, editado y publicado contra el Islam, el Profeta del Islam y el Corán, junto con todos los editores y editoriales conscientes de su contenido, están condenados a muerte. Hago un llamamiento a todos los musulmanes valientes, dondequiera que se encuentren en el mundo, para que los maten sin demora, para que nadie se atreva a insultar las creencias sagradas de los musulmanes en lo sucesivo. Quien muera por esta causa será mártir, si Dios quiere. Mientras tanto, si alguien tiene acceso al autor del libro pero es incapaz de llevar a cabo la ejecución, debe informar a la gente para que sea castigado por sus acciones. ¡Que la paz y las bendiciones de Alá estén con ustedes!”.
Hubo decenas de atentados contra Rushdie, pasó 10 años en Inglaterra bajo estricta protección policial. Y cuando todo ese odio parecía disipado y se relajaron las medidas de seguridad, surge de la nada el joven candidato a mártir -Hadi Matar- un neoyorquino de origen libanés, de 24 años de edad, para cumplir con la fetua de Jomeini.
Uno de los peores males de este siglo, el de la más avanzada tecnología de las comunicaciones, el del metaverso, el de los viajes a la Luna, el del movimiento LGTB que implica respeto a las diferencias de género o preferencias sexuales, es el fanatismo. El islámico es el más notorio por violento. Son incontables los atentados a personas y a medios de comunicación e instituciones cometidos por esos fanáticos que incluso se inmolan por creer que tienen asegurado el paraíso con sus crímenes. El terrorismo que es una de las armas más letales del fanatismo, ha causado centenares de muertes y mutilaciones no solo en Israel sino también en distintas ciudades de Europa y en el mismo mundo musulmán en el que se matan entre sectas. Y lo más grave: es como una pandemia sin cura y sin fin porque se educa a los niños en ese odio, son las generaciones de relevo. El agresor de Rushdie es uno de ellos.
Si bien el más violento de los fanatismos religiosos es el islámismo radical, no olvidemos que fue un joven fanático judío quién asesinó a Itzhak Rabin, primer ministro de su país. Fue un hecho aislado pero conmovió las bases de esa democracia pluricultural y multirreligiosa que es Israel. Y son judíos fanáticos -los haredim- quienes acuden cada cierto tiempo a Irán para apoyar a las autoridades de ese país en su propósito nunca superado de destruir a Israel.
Ni el Antiguo Testamento, ni la Torá, ni el Nuevo Testamento base del cristianismo ni el Corán, propician la violencia, el genocidio y la destrucción. Se supone que las religiones son guías para la paz, el amor y la concordia. El problema reside en que quienes interpretan los libros sagrados son seres humanos con sus odios, prejuicios, resentimientos y problemas psíquicos. En el caso concreto de “Los versos satánicos” que dio origen a la persecución y venganza contra su autor, la escritora española Nuria Campos dice: “El ataque parece un episodio más de una historia que ha dejado tras de sí un tortuoso rastro de sangre y cuyo detonante fue un error de traducción. Aunque el error de origen procedía de la traducción de los orientalistas británicos, en el viaje de ida y vuelta del árabe al inglés y del inglés al árabe, el título tomó la parte por el todo y se transformó en blasfemia. El poder de una fetua, como el de toda maldición, se mide por el terror que provoca el espectáculo cruento de sus víctimas. Tras la condena de Jomeini, Rushdie desapareció, pero la fetua encontró su camino de sangre para mantenerse viva. El traductor al japonés de ‘Los versos satánicos’ Hitoshi Igarashi, fue apuñalado hasta morir en 1991. Unos días antes, en Milán, un desconocido atacó con un cuchillo al traductor al italiano, Ettore Capriolo. En 1993, en Sivas, una ciudad turca, extremistas islámicos incendiaron el hotel donde se hallaba Aziz Nesin, el traductor al turco. Ese mismo año, el editor noruego de la novela de Rushdie fue tiroteado por la espalda. ¡Qué pavoroso resultaría comprobar que, en un mundo marcado por la fugacidad, el fanatismo haga semejante gala de paciencia. Ojalá la baraca de Rushdie lo siga protegiendo”.
Orhan Pamuk, escritor turco y Premio Nobel de Literatura en 2006, ha escrito -ante el atentado a Rushdie un artículo titulado “La cultura ha sido acuchillada: “… quienes aprietan el gatillo no leen libros. También resulta deprimente ver la manera en que este atroz atentado a Salman Rushdie ha recibido la aprobación, el aplauso y la alegría conspicua no solo en Irán, sino también en muchos otros países musulmanes. Aquellas personas de los países musulmanes que sinceramente deploran y condenan el atentado solo lo hacen a puerta cerrada y entre amigos, e incluso quienes defienden la libertad de expresión se niegan a pronunciarse. Algunos amigos que saben que estoy escribiendo este breve artículo me han advertido, con razón, que tenga cuidado. Aún sabiendo que estoy protegido por guardaespaldas”.
¿Qué es el fanatismo? Según el diccionario de la RAE: “Apasionamiento y tenacidad desmedida en la defensa de creencias u opiniones, especialmente religiosas o políticas”. Así arribamos a otro fanatismo, el político, que aunque no siempre llega al crimen lo exalta o lo acepta. En la historia abundan esos fanatismos con resultados trágicos, hoy existe uno que realmente preocupa y es el que amenaza a la considerada una democracia ejemplar en el mundo, la de los Estados Unidos de América. El periodista Guillermo Ortiz escribió: “Hay en el Partido Republicano de los últimos cincuenta años, al menos cuatro grandes movimientos internos: el todo vale de Nixon, el liberalismo tranquilo de Reagan, el conservadurismo de los Bush, llevado al extremo años después por el Tea Party y, por último, el culto al líder, reflejado en la adoración a la figura de Donald Trump”.
El fanatismo representado por el culto al líder, logró su apoteosis con Adolf Hitler en Alemania, persiste en Argentina con Eva Perón, lo conocimos en Venezuela con Hugo Chávez solo mientras vivía y ahora amenaza la continuidad democrática de EE.UU. con la presencia tóxica de Donald Trump. El verdadero peligro reside en que el filotrumpismo trasciende las fronteras de los Estados Unidos de América y se extiende por el mundo. Hay filotrumpistas o adoradores del mito Trump en Venezuela, en España, en Francia, en muchos otros países. Y no solo entre personas comunes y corrientes sino también entre gobernantes que violan todas las reglas de la democracia y de la decencia, para parecerse a Donald Trump.
Los fanáticos de Trump no creen que el asalto al Capitolio el 6 de de enero 2022 fue un ataque inspirado, promovido y aplaudido por Donald Trump. Toda la investigación que el Congreso de los EE.UU. ha llevado a cabo sobre este episodio trágico en la historia norteamericana, es “una conspiración”. Tampoco creen que los tres jueces de la Corte Suprema nombrados de manera tramposa por Trump, son parciales y han seguido sus líneas al prohibir el aborto y echar por tierra la ley del Estado de Nueva York para regular la venta de armas y las normas ambientales del presidente Joe Biden.
Les resbala que Donald Trump haya sido el orador estrella de un acto de la Asociación del Rifle, a pocos días de la matanza de 19 niños y dos maestras en una escuela de Uvalde, Texas, y en una ciudad situada a 500 kilómetros de esta. Creen que el registro del FBI en la residencia de Trump en West Palm Beach ha sido un atropello del gobierno demócrata de Biden, y no una orden del Fiscal General Merrick Garland quien aprobó “personalmente” el allanamiento a la mansión de Trump y pide revelar la orden. Por cierto, Garland tiene la bien ganada fama de ser apolítico, estricto e incorruptible.
Aún no sabemos cuáles serán los justificativos de los fanáticos trumpistas frente al caso de Allen Weisselberg, que fuera durante cinco décadas director financiero de la Organización Trump y uno de los escuderos más fieles del magnate y quien se ha declarado culpable en un juzgado de Manhattan (Nueva York) de 15 delitos de fraude fiscal, tras llegar a un acuerdo con la fiscalía a cambio de una reducción de condena.
Tampoco he leído comentarios sobre el juicio contra Steve Bannon, ex asesor del ex presidente Trump, detenido por los federales en Estados Unidos acusado de fraude y conspiración en la campaña de recaudación de fondos para la construcción del Muro con México. Fue liberado tras pagar una fianza de cinco millones de dólares. Bannon fue además el creador y propulsor de la teoría de la conspiración conocida como QAnon.
QAnon (abreviación de Q-Anónimo) es una de las principales teorías de la extrema derecha estadounidense, que revela una supuesta trama secreta organizada por un supuesto «Estado profundo» contra Donald Trump y sus seguidores. En agosto del 2019 el FBI publicó un informe en el que calificaba a QAnon como una fuente potencial de terrorismo doméstico. Según el análisis de la organización Media Matters for America, en octubre de 2020, Trump había amplificado los mensajes de QAnon al menos 265 veces al retuitear o mencionar 152 cuentas de Twitter afiliadas a QAnon, a veces varias veces al día. QAnon ha sido considerado como una actualización de los Protocolos de los Sabios de Sion.
Muchas personas, incluso algunas muy cercanas y estimadas, son fieles creyentes en las virtudes y superpoderes de Donald Trump. Están convencidas de que solo él habría acabado con el régimen de Maduro. Espero que todas me sigan queriendo después de leerme. Por suerte ellas no votan. El verdadero peligro para la democracia en Estados Unidos, y en el mundo, es que Trump sea de nuevo presidente de ese país.
Y para concluir, nunca como ahora he sido tan feliz al constatar que los venezolanos somos iconoclastas, que nuestro fervor por los líderes es efímero y que hoy se desvanecen -por indiferencia y olvido- como los grandes murales que retrataban a Hugo Chávez. Sus ojos que nos perseguían como vigilándonos, desde carteles en autopistas y carreteras, han sido sustituidos por propaganda de papitas fritas, refrescos o bodegones. ¡Bravo por eso!