Cuando todos dan por muerto a Castro y The New York Times lo resucita (III Parte)
En la embarcación “Granma” vienen 82 hombres. Fidel Castro es el máximo jefe de los expedicionarios. El yate encalla en una zona fangosa y llena de cangrejos. Las fuerzas aéreas y terrestres de Fulgencio Batista combaten a los insurgentes. La agencia de noticias UPI da por muerto a Castro. The New York Times lanza el tubazo: está vivo. Y lucha en la Sierra Maestra. Las huestes guerrilleras crecen. De Venezuela envían armas y municiones. Washington le quita apoyo a Batista el 17 de diciembre de 1958. Fidel habla por Radio Rebelde. El 8 de enero llega a La Habana. De ahí a la eternidad.
Fidel Castro llega a México el 7 de julio de 1955. No se da por vencido: su plan es derrocar a Fulgencio Batista. ¿Cuál es ahora el libreto? Organizar una expedición armada. Parece un sueño en el que se mezcla la figura de Marco Polo con la de Alejandro Magno. La conquista de los mares. La conquista del poder. Eso es lo que le quita el sueño al mozalbete que viene de La Habana. Ya es un gánster curtido. Un gánster que también se siente atraído por la política. La política fue lo que, en el pasado, lo conectó con el Partido del Pueblo Cubano, la tolda fundada por Eduardo Chibás y a cuyos militantes se les conoce como los ortodoxos. Chibás era el líder más importante de la Isla cuando estaban cerca de celebrarse las elecciones presidenciales de 1952. Pero se da un tiro en pleno programa de radio. Deja un vacío inmenso. Vacío que aprovecha Batista para dar un manotazo en marzo de 1952. Manotazo que aprovecha Fidel Castro para organizar un movimiento -guerra de guerrillas- que lo convertirá en el amo absoluto de la Isla bajo el estandarte del comunismo.
¿Cómo logra este abogado que apenas suma 28 años de edad cuando se instala en su base de operaciones azteca derrotar a un ejército compuesto por 40 mil hombres y apoyado, además, por la primera potencia del mundo? Hay que tener delirios de grandeza para aspirar a tanto. Los tiene. Una adrenalina sobrenatural es lo que puede explicar tanta hazaña. Castro es hijo de un rico terrateniente. El gallego Ángel Castro llegó a administrar 10 mil hectáreas. ¿Por qué no montar un bufete en La Habana y vivir cómodamente allí? La capital cubana es una ciudad cosmopolita. La describe muy bien Guillermo Cabrera Infante en sus novelas. Avisos. Luces. Cabarets. Restaurantes. Cafés al aire libre. Grandes empresas norteamericanas. Periódicos. Revistas. Carros de lujo. Televisión (uno de los primeros lugares de América Latina, si no el primero, al que llega la pantalla mágica). Qué tentación. Pero no. El joven que se ha graduado de bachiller en el prestigioso Colegio Belén de los jesuitas, y que ha egresado como doctor en leyes de la Universidad de La Habana, no aspira a llenar sus alforjas de dólares. Aspira a algo infinitamente superior. Aspira a la gloria.
A la gloria también aspiraba Eduardo Chibás. Vendió la mansión que heredó de su familia para costear sus gastos políticos. No le importaba el dinero. Le importaba conquistar el alma de las masas. Pero no a cualquier precio. Chibás no era un gánster. Y era anticomunista. Alérgico a la hoz y al martillo. Le repelía el joven Fidel Castro. Quizás por ese olfato de político corrido en siete plazas. O el olfato de un líder de raza cuando tiene frente a sí a alguien que está allí para desplazarlo. Para quitarle su puesto. No hizo falta. Qué suerte la de Castro. Chibás sale del camino por obra del azar. O como quiera llamársele. Y Castro se apoya en el legado de Chibás, en la legitimidad de Chibás, para montar su movimiento. La mayoría de los jóvenes que se van a enrolar en su causa -la de Castro- provienen de las filas de la ortodoxia. Esa juventud es la que se va a embraguetar en el asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, un golpe de escena que le permitirá a Castro colarse en la primera página de los diarios. Y fracasado este plan, viene el siguiente. México.
¿No hizo lo mismo Martí en el siglo XIX? José Martí y Máximo Gómez se embarcaron en 1895 en el buque alemán Nordstrand. Esta nave los dejó en el litoral de Guantánamo. Allí lanzaron un bote en el que lograron tocar tierra cubana. ¿Por qué no intentarlo? Lo primero que hace Castro en México es organizar un grupo para que reciba entrenamiento militar. Los dirige un general que había participado en la Guerra Civil española. Alberto Bayo va a ser el instructor. El que los formará en táctica. Levantan un campamento en la Hacienda Santa Rosa, a 32 kilómetros de Ciudad de México. Castro le cuenta años después al periodista Ignacio Ramonet que Bayo no imaginaba que esa guerrilla podría dar lugar a un ejército. Un ejército para destruir al de la dictadura. Ese es el objetivo que se traza Castro: “Hay dos tipos de guerra: una guerra irregular y una guerra regular convencional. Nosotros elaboramos una fórmula para enfrentarnos a aquel ejército de Batista que tenía aviones, tanques, cañones, comunicaciones, todo… Nosotros no teníamos ni dinero ni armas. Tuvimos que buscar una fórmula, y, bueno, fue exitosa”, dice en el libro de Ramonet Cien horas con Fidel.
II
Desde luego que Castro necesitaba recursos para financiar la conspiración, aunque fuesen más modestos que los de Batista. Guerra asimétrica. Pero guerra. Así que, con este propósito, viaja a Estados Unidos para recaudar fondos. Uno de los principales sponsors es el derrocado presidente Carlos Prío Socarrás, cuyo gobierno había sido acusado de graves hechos de corrupción. No importa. La causa revolucionaria todo lo justifica. El político colabora con 100 mil dólares. De allí salen los fondos para comprar el yate Granma, en el que, el 2 de diciembre de 1956, Castro y otros 81 expedicionarios desembarcan en un punto cercano a la playa Las Coloradas, en el Oriente de la Isla. Habían salido del puerto mexicano de Tuxpan el 25 de noviembre. En la embarcación iban, entre otros, su hermano Raúl, Camilo Cienfuegos, Juan Almeida y un médico argentino de fe marxista: Ernesto Guevara, quien en el futuro será conocido como el “Che”.
“La expedición salió con gran alegría, aunque algunos amigos de México se hubieran negado a tomar parte en ella porque la consideraban destinada al fracaso. Llevaban a bordo dos cañones antitanques, treinta y cinco rifles con mira telescópica, cincuenta y cinco rifles Mendoza, tres ametralladoras Thompson ligeras y cuarenta pistolas ametralladoras ligeras. El viaje duró siete días debido a la mala dirección: el mareo y el hecho de ir tan apiñados hizo mella en la euforia, pero el 1 de diciembre cuando el Granma se aproximó a la punta sudoeste de la provincia de Oriente, volvió el entusiasmo”, cuenta Hugh Thomas en su libro Cuba. La lucha por la libertad.
Thomas agrega: “El 2 de diciembre, un poco tarde a efectos de coordinación, llegó el Granma a Cuba; el segundo de a bordo, exteniente Roque, se había caído por la borda y habían tenido que recogerlo. Era un mal presagio. El Granma, en vez de varar en Niquero, en un lugar apropiado para desembarcar, donde esperaban amigos que podían haberlos ayudado inmediatamente (allí era donde se los esperaba), por culpa de los retrasos se vio obligado a hacerlo en la Playa de Las Coloradas, cerca de Belic; y aquello no fue desembarcar sino irse a pique, embarrancando en un lugar lleno de algas y plagado de cangrejos diminutos”.
El plan era que el Granma llegara a Cuba el 30 de noviembre. Para ese día, estaba previsto que se activara un complot en Santiago. Y en efecto, el líder del Movimiento 26 de Julio en la zona de Oriente, Frank País, comanda a un grupo de cerca de 300 jóvenes que atacan la sede de la policía, las oficinas del puerto e incendian el edificio de aduanas. Después de causar estragos, País ordena la retirada. La ciudad, refiere Thomas, queda en estado de pánico. El historiador añade: “Al día siguiente volvió a la carga, con ochenta y seis hombres, incendiando las oficinas del puerto, ocupando edificios públicos y paralizando la ciudad. Batista suspendió las garantías en esta y en otras tres provincias y mandó, en avión, un refuerzo de 280 hombres bien entrenados. En un momento dado capturaron a un grupito de hombres del 26 de Julio y los aislaron en el principal instituto de enseñanza media, pero los rebeldes pudieron huir por una puerta trasera; la rebelión terminó cuando se vio frente a fuerzas enormemente superiores”.
III
No está claro qué día se vieron por primera vez Fidel Castro y Ernesto Guevara. Se sabe, sí, que fue en el segundo semestre de 1955. El encuentro se produjo en casa de una exiliada cubana, María Antonia González de Palomo, en las Lomas de Chapultepec. Ya Raúl Castro lo conocía. El enlace había sido Antonio Ñico López, un cuadro del Partido Ortodoxo que había participado en el asalto al Cuartel Moncada. Guevara es un joven peculiar. De familia acomodada, pareciera que no encuentra acomodo en el mundo. Leía al poeta maldito Charles Baudelaire. Había recorrido América Latina en moto. En San José de Costa Rica se entrevista con el dirigente de Acción Democrática (AD), Rómulo Betancourt, de quien se decepciona por su postura antisoviética. Guevara le pregunta al fundador de AD por quién se inclinaría en caso de una conflagración entre Estados Unidos y Moscú. El líder adeco no vacila: Washington. La anécdota la comenta Jorge Castañeda en su libro La vida en rojo. Una biografía del Che Guevara.
El médico argentino era un nómada con vocación insurreccional. Cuando se produce su encuentro con Fidel Castro, viene de Guatemala, donde permaneció casi nueve meses y donde vivió una experiencia excepcional: el derrocamiento del coronel Jacobo Árbenz, que acrecentó su odio hacia Estados Unidos. En Guatemala, Guevara se dedicó a múltiples oficios para vivir. Hasta vendió enciclopedias. Y en México también se dedicaría a actividades extravagantes: por ejemplo, hace fotos en las calles de los turistas norteamericanos. “En palabras de Paco Ignacio Taibo II, Ernesto Guevara es, en ese momento, esencialmente un vagabundo, un fotógrafo ambulante, un investigador médico mal pagado, un exiliado permanente y un esposo intrascendente; en una palabra, un aventurero de fin de semana”, refiere Castañeda.
El futuro Che encuentra el proyecto que lo seduce cuando se cruza con Fidel Castro. Un flechazo mutuo. Dos burgueses ansiosos de pulverizar el statu quo. El costado bohemio de Guevara no debe malinterpretarse. El principal rasgo de su personalidad es la perseverancia. Castro le comenta a Ramonet que todos los fines de semana Guevara intentaba subir el volcán Popocatépetl. Nunca pudo coronar la cima, pero él seguía intentándolo una y otra vez. El asma era el gran obstáculo para lograr el objetivo. Pero esa misma enfermedad -esto lo dicen quienes han estudiado su vida- fue la que le dio el temple de acero que lo caracterizaba. A bordo del Granma sufrió una crisis asmática. Una de tantas. Era un momento crucial. Y no llevaba consigo su medicamento. Pudo. Siempre pudo. Por eso encajaba perfecto con lo que Fidel Castro necesitaba. Hombres capaces de desafiar los mares. Prestos para darle una patada al establishment. Guevara era un alumno aventajado en las prácticas de tiro que hacían en el campamento. El general Bayo lo catalogaba como el mejor alumno.
IV
La policía mexicana detecta a los conspiradores. Fidel Castro y Ernesto Guevara pasan casi dos meses presos. Ha transcurrido un año desde que el Movimiento 26 de Julio ha estado preparándose para desembarcar en Cuba. Cuando se producen los interrogatorios, Guevara afirma sin ambages que es comunista. Castro no suelta prenda. Quien intercede para la liberación de los reos es el ex presidente mexicano Lázaro Cárdenas. El historiador Thomas cita en Cuba. La lucha por la libertad la descripción que hace de Castro una escritora cubana que estaba exiliada en México, Teresa Casuso, quien observa a Castro en el patio de la prisión mientras conversa con un grupo. Ella también lo va a respaldar al comienzo del proceso revolucionario, va a ser embajadora del recién instaurado régimen cubano en la ONU y luego pedirá asilo en Estados Unidos. Escribirá un libro titulado Cuba y Castro, que será publicado por la editorial Random House en 1961, en el que ofrece detalles de la revolución.
Esta es la impresión que le causa Castro a Casuso: “Alto y bien afeitado, y con un cabello castaño muy rizado, vestido sobria y correctamente… destacando del resto por su aspecto y su porte… Daba la impresión de ser noble, seguro, pausado, como un gran perro de Terranova… eminentemente sereno… Me saludó con emoción contenida, y con un apretón de manos que era cordial sin ser exagerado. Tenía una voz tranquila, una expresión grave, un aire calmado, afable… tenía la costumbre de sacudir la cabeza como un caballo de pura sangre… Su punto básico, la estrella fija, era «el Pueblo»… Fidel mostraba que había leído mucho a José Martí, quien, desde luego, parecía ser el espíritu que guiaba su vida… Los planes que revelaba parecían estar fuera de su alcance, y yo sentí una especie de lástima por este aspirante a libertador, tan lleno de confianza y de firme convicción, y me conmovió su inocencia… [Sin embargo] no pude sustraerme a la intensa admiración que inspiraba a su grupo de jóvenes… Fidel y su banda de jóvenes me parecieron una causa perdida”.
V
El desembarco del Granma ese 2 de diciembre de 1956 había sido un desastre. Los rebeldes tuvieron que dejar sus pertrechos. Y huir. A esconderse. Batista estaba al tanto de la llegada de la expedición. El 5 de diciembre las fuerzas del ejército y de la aviación sorprenden a los rebeldes en un área conocida como Alegría de Pío. Los expedicionarios se dispersan. Norberto Fuentes en La autobiografía de Fidel Castro (primer tomo) señala que de los 82 que venían en el yate, 20 murieron entre el 5 y el 8 de diciembre; 21 lograron escapar de la persecución; 21 fueron detenidos y sometidos a juicio; y 20 finalmente se internaron en la Sierra Maestra. Entre los que se atrincheraron en la montaña que después sería legendaria estaba Fidel Castro. Pero en el momento no se supo que había sobrevivido. La agencia norteamericana United Press International (UPI) lo dio por muerto. Batista sonreía. Pensaba que sus enemigos estaban neutralizados.
El tubazo en el que se informa que Fidel Castro está vivo lo da The New York Times en su edición del 24 de febrero de 1957. El periódico titulaba en primera plana: “Rebelde cubano visitado en su escondite”. En el sumario se anunciaba que Castro seguía vivo y luchando en las montañas. La nota iba ilustrada con un dibujo del guerrillero (fusil en mano) y debajo de la imagen estaban estampados su firma, el lugar y la fecha. La primicia la daba el veterano corresponsal de guerra Herbert Matthews. El periodista subió a la Sierra Maestra el 17 de febrero de 1957 de manera clandestina y entrevistó a Castro. Solo permaneció allí unas horas. Para que no hubiera lugar a dudas, posteriormente el Times publicó una fotografía donde aparecía Fidel Castro junto a Matthews.
El espaldarazo que le brindó este veterano corresponsal de guerra, y el trampolín que suponía para esta especie de Robin Hood figurar en la primera página del medio impreso más importante del mundo, marcó la génesis del mito que se crearía alrededor de la figura del guerrillero cubano. “La personalidad del hombre es arrolladora”, escribió Matthews, a quien muchos consideran el hombre que inventó a Fidel Castro. “Puedes estar seguro de que no tenemos animosidad hacia los Estados Unidos y el pueblo estadounidense”, le dijo Castro al periodista norteamericano.
El mismo día en que Matthews hace la entrevista se celebra en la Sierra Maestra la primera reunión de la Dirección Nacional del Movimiento 26 de Julio. Esta fue una jugada de Castro para impresionar al corresponsal de The New York Times. Hacía desfilar a una y otra columna en una especie de reciclaje para hacerle creer que contaba con más tropa de la que realmente tenía a su disposición. Desde temprano el líder rebelde se percató de que la intriga, el suspenso, la propaganda y la exageración resultaban fundamentales para su proyecto. Castro traza su propia narrativa al margen de la verdad.
Ya para el 28 de mayo de 1957 los insurrectos atacan la guarnición militar de El Uvero, ubicado en la costa de la Sierra Maestra. Este enfrentamiento entre las fuerzas de Batista y los castristas fue el que -en palabras de Guevara- le otorgó la mayoría de edad al Ejército Rebelde. La refriega, que ganaron los militantes del Movimiento 26 de Julio, dejó un saldo de 21 muertos y 27 heridos. ¿Cuál era la situación para finales de 1957? Thomas la pinta así: “Los visitantes, sobre todo los norteamericanos, seguían exagerando la magnitud de las fuerzas de Castro. Así, Charles Ryan, que subió a la Sierra en marzo, había bajado en octubre con la noticia de que había 1.000 hombres; un periodista del New York Herald Tribune, Donald Hogan, hablaba de 2.000 hombres, de los cuales la mitad estaban bien equipados. Ninguna de estas cifras era verdadera. A finales de año, Castro aún no tenía 300 hombres bajo las armas”.
VI
El 12 de julio de 1957 se produce la firma del Manifiesto de la Sierra Maestra. El documento contemplaba la celebración de elecciones libres en el término de un año una vez que fuese derrocado Batista. Los comicios generales se celebrarían con arreglo a la Constitución de 1940 y al Código Electoral de 1943. Ello garantizaría la pulcritud de la contienda. También se planteaba la creación del Frente Cívico Revolucionario, que aglutinaría a las distintas corrientes de la oposición. Asimismo, se declaraba que el FCR no aceptaría la creación de una junta militar que gobernara provisionalmente la Isla ni la intervención o mediación de ningún país extranjero en los asuntos internos de Cuba. También, se solicitaba a Estados Unidos que suspendiera el envío de armas mientras perdurara el régimen que vulneraba los derechos humanos.
El documento lo suscriben Fidel Castro, el economista Felipe Pazos y Raúl Chibás, hermano de Eduardo Chibás. Fue publicado el 28 de julio en la revista Bohemia. Jorge Castañeda comenta en su libro sobre el Che cómo veía este pacto el guerrillero argentino: “Guevara comprendió a la postre que el compromiso con Pazos y Chibás, así como otras alianzas ulteriores, resultaban indispensables para mantener el flujo de recursos y armas a la guerrilla, y para evitar el aislamiento. Les atribuía un carácter provisional a los acuerdos. Durarían el tiempo que el proceso revolucionario lo permitiera. Encerraban una dosis de engaño: no a los consignatarios, que eran todo menos neófitos en la política cubana, pero sí a esferas determinadas de la opinión pública isleña. Estas podían efectivamente creer que los límites del programa del 26 de Julio se plasmaban en el Manifiesto”.
Resulta claro que mientras Fidel Castro aupaba a sus correligionarios para que accionaran sus fusiles también trataba de ganarse el apoyo de la oposición moderada. Su objetivo principal era desalojar a Batista del poder, pero sin que ello significara que el control hegemónico que tenía en mente corriera peligro alguno. Cuidado con un golpe. Nada de juntas militares. En enero de 1958, Castro declara al periodista húngaro Andrew St. George, que en realidad era un espía al servicio de Estados Unidos, según asegura Thomas, que las nacionalizaciones debilitan a la empresa privada. “Aquí siempre serán bienvenidas las inversiones extranjeras”, jura el jefe de los insurgentes, quien para febrero de ese año ya cuenta con un periódico (Cubano libre) y con una emisora que hará historia y que le permitirá manejar los hilos propagandísticos a su favor: Radio Rebelde.
No solo la radio. No solo el periódico. No solo el apoyo de los moderados. El round que marca un hito en el proyecto revolucionario es la decisión que tomó Estados Unidos en marzo de 1958 de suspender el envío de material bélico al régimen de Batista. El presidente Dwight Eisenhower se hallaba bajo una gran presión de la opinión pública. Le cuestionaban que las armas estadounidenses se usaran para que un dictador violara flagrantemente los Derechos Humanos. Pese al embargo, el régimen logra sostenerse. En mayo de 1958 lanza una gran embestida contra el Ejército Rebelde. Es la denominada “Operación Verano”. Pero en junio las fuerzas de Batista tuvieron que replegarse. El Oriente es territorio de la guerrilla. Una guerrilla que ya cobra impuestos a los centrales azucareros. Un Estado dentro del Estado. Esta cifra puede dar una idea del poder que acumularon los insurgentes como agentes recaudadores: cuando triunfa la revolución, disponían de un millón de dólares en efectivo. Al menos eso le cuenta Castro a Ramonet.
VII
Los rebeldes reciben apoyo del extranjero. Desde Venezuela, el presidente provisional Wolfang Larrazábal envía un lote de armas al Movimiento 26 de Julio. Fidel Castro le agradece el gesto mediante una carta que escribe desde la Sierra Maestra. ¿Cómo puede pasarle por la cabeza al contralmirante que ha sido clave en el rescate de la democracia en Venezuela que le está entregando municiones a un jefe guerrillero que a la vuelta de 40 años se convertirá en el mentor de Hugo Chávez, quien, con su proyecto autoritario, será el terminator de la democracia instaurada en 1958?, ¿cómo puede suponer Larrazábal que ese puente aéreo que se crea entre Caracas y la Sierra Maestra para llevar fusiles, medicinas, soldados y alimentos es una alfombra roja -lo del color es literal- que se le está tendiendo al hombre que hará de Venezuela su protectorado? No, no puede imaginarlo. Como tampoco pudo sospechar Eduardo Chibás que su suicidio también despejaría el camino para que Cuba desembocara en un régimen comunista que confiscaría todas las libertades. Todas: incluida la de la propiedad privada. Las vueltas que da la historia. Hay que hacerse preguntas ociosas: ¿Qué habría pasado si Chibás hubiese permanecido en el tablero político y hubiese ganado las elecciones presidenciales, como estaba previsto que ocurriera? La de Fidel Castro -probablemente-habría sido otra historia. Y la de Venezuela, también. Conjeturas. No se sabe. De lo que sí hay certeza es que el suicidio del líder ortodoxo, un tribuno cuya oratoria era comparada con la del colombiano Jorge Eliécer Gaitán, dio un giro a los acontecimientos en la Isla y, por esas ironías del destino, selló indirectamente la suerte de Venezuela.
Pese a que el Ejército Rebelde gana espacio, Batista no se da por vencido. Promueve unas elecciones que tendrán lugar en noviembre de 1958. Su candidato es Andrés Rivero Agüero, que gana en medio de denuncias de fraude. La idea de Batista era que su ficha asumiera el mando en una transición ordenada del poder. Pero las fuerzas armadas cubanas ya no le eran leales al dictador. Conspiraciones aquí y allá. El pueblo, que antes le sonreía, ya no lo soportaba. El nivel de rechazo que generaba el mulato –como lo llamaban en la Isla- llevó a Washington a tomar una decisión que sería tan o más importante que la del embargo de armas. El 17 de diciembre de 1958 el embajador de Estados Unidos en La Habana, Earl Smith, dispensa una visita a Batista para anunciarle que ya no contará con el respaldo de su país. El dictador huye en un avión en la madrugada del 1 de enero.
Fidel Castro se enteró de que Batista había escapado de Cuba porque escuchó la noticia por la emisora Radio Continente de Venezuela. Se puso en alarma. ¿Qué hará el general Eulogio Cantillo, uno de sus rivales?, ¿qué pasa en el Campamento Columbia, la importante fortaleza militar? ¡Un complot! Su mayor temor era que el poder quedara en manos de los militares. De un grupo que él no controlara. Castro le cuenta a Ramonet que de inmediato tomó los micrófonos de Radio Rebelde y lanzó una consigna: “Huelga general revolucionaria”. Y ordenó a sus tropas que siguieran avanzando. Nada de alto al fuego. Las demás emisoras del país también transmitieron su mensaje. Fue una cadena de radio y televisión. Castro entró a La Habana -triunfante- el 8 de enero de 1959. De la Sierra Maestra a la eternidad.
PD: En la próxima y última entrega: la información secreta (ahora desclasificada) de cómo vivió Washington la caída de Batista, y qué pensaban en el Departamento de Estado de Fidel Castro y su movimiento revolucionario.