El primer Nobel venezolano

El reconocimiento trasciende su figura: abraza a todo un pueblo que ha resistido al terror y la opresión. Es un homenaje a los caídos, a los presos políticos, a los desaparecidos y a cada ciudadano que se ha negado a rendirse.

Los venezolanos despertaron de golpe la mañana de este 10 de octubre para conocer que María Corina Machado ha recibido uno de los reconocimientos más importantes del mundo: el Premio Nobel de la Paz.

Su nombre ya figura junto a personajes como Martin Luther King Jr., líder de los derechos civiles en Estados Unidos; Lech Wałęsa, jefe del movimiento Solidaridad que llevó la democracia a Polonia; y Nelson Mandela, expresidente de Sudáfrica.

Machado ha acaparado titulares en todo el mundo al conocerse la noticia. En sí mismo, ese reconocimiento es hacia ella —la primera estadista venezolana del siglo XXI— y hacia la nación venezolana que hoy resiste al terror que pretenden imponer desde Miraflores.

Pero el primer Premio Nobel de Venezuela es también un recordatorio de la inmensa responsabilidad que tiene esta nación de sacar a la dictadura y traer de vuelta la libertad.

Un reconocimiento a las víctimas

Sería imposible explicar el Nobel de la Paz de María Corina sin contar la historia de personas como Jesús Manuel Martínez.

Martínez fue testigo electoral el 28 de julio de 2024 y secuestrado al día siguiente. Sufrió condiciones carcelarias inhumanas: contrajo necrosis en ambas piernas y padeció una diabetes agravada. Murió bajo custodia del Estado el 14 de noviembre de 2024.

Fue el sacrificio de venezolanos como Martínez —quienes defendieron el voto el 28 de julio— lo que ha hecho posible los avances y el reconocimiento internacional de esta gesta.

Este reconocimiento abraza el dolor de las madres que han tenido que enterrar a sus hijos asesinados en protestas pacíficas.

A los estudiantes a quienes les arrebataron la vida por ejercer su derecho a disentir, como Juan Pablo Pernalete, Geraldine Moreno y Paul Moreno.

A los presos políticos que padecen violaciones sistemáticas de sus derechos humanos en El Helicoide o El Rodeo I, como Igbert Marín Chaparro, Jesús Armas, Rocío San Miguel y Josnars Baduel.

A quienes permanecen en desaparición forzada, como Freddy Superlano y Roland Carreño.

También recoge el clamor de los perseguidos: líderes comunitarios, sindicalistas, defensores de derechos humanos y ciudadanos anónimos que han enfrentado el costo de alzar la voz en esta Venezuela donde el Estado mantiene en desaparición forzada a toda la familia del teniente Rodríguez Araña.

“Solo los que han sufrido y arriesgado su libertad, así como luchado contra el terror, el miedo, la injusticia y la opresión, son los que ganan este premio”, me dijo un amigo de Vente cuando lo felicité por el Nobel.

Este Nobel no repara la ausencia de justicia que enfrentan Juan Pablo Guanipa y tantos presos políticos.
Tampoco devuelve a los caídos.

Pero constituye una afirmación moral: la lucha de los venezolanos por la democracia es justa, y su triunfo es indispensable para el mundo.

Con su vida, con su palabra y con su resistencia, María Corina Machado ha encarnado ese grito nacional que sigue firme aun en las peores condiciones.

Este premio no distingue a una sola mujer: recoge la dignidad de un pueblo que se ha negado a agachar la cabeza y que sigue luchando hasta el final.

La primera estadista venezolana del siglo XXI

El Nobel reconoce el espíritu incansable y radical de Machado: una mujer que pelea hasta el final y que no cede en sus principios.

Su firmeza se ha reflejado desde los inicios de su vida política en Súmate, o cuando se midió en las primarias de 2012. Aunque obtuvo solo el 4 % de los votos, fue coherente con su programa liberal hasta que ese ideario rindió frutos en las primarias de 2023 y las elecciones de 2024.

En sí mismo, el ascenso del liderazgo de Machado marca un nuevo paradigma en la historia de Venezuela, puesto que hasta ahora esta había sido escrita por grandes hombres como Bolívar, Páez y Betancourt.

María Corina es la primera gran mujer en escribir un capítulo en la historia de este país.

¿Cómo será esta nueva Venezuela? Pues, parafraseando a Machado, una Venezuela luminosa en la que se respete el libre mercado y la dignidad del venezolano.

Estas ideas contrastan con el socialismo bolivariano de Chávez y la socialdemocracia de Betancourt, corrientes que han marcado la historia de Venezuela en los últimos ochenta años.

La primera estadista del siglo XXI venezolano vislumbra, en palabras del Comité del Nobel, “la esperanza de un futuro distinto”, donde este pueblo al fin pueda vivir en paz y en libertad.

Un recordatorio de la inmensa responsabilidad

El primer Nobel de la Paz para Venezuela es un hito en la etapa decisiva por la libertad.

Con el reconocimiento del mundo viene también el peso de las expectativas: María Corina Machado ha recibido este galardón en nombre de un país que aún no es libre.

Y ese es, quizás, el gesto más poderoso del Comité: premiar no una victoria consumada, sino una lucha en marcha. Una resistencia civil que, pese a la represión, ha logrado prevalecer con inteligencia, coraje y fe.

Este Nobel no pertenece solo a una mujer, ni siquiera a un movimiento político: pertenece a una causa nacional que se remonta a los inicios de este milenio.

La causa de la dignidad.
La causa de la justicia.
La causa de la democracia.

Y si algo deja claro este momento, es la manera en que el mundo entero hoy ve a Venezuela: una flor democrática que busca germinar en una época tan hostil para la libertad.

El primer Nobel venezolano es, ante todo, un llamado urgente al deber.

A Venezuela le corresponde ahora honrar ese reconocimiento con hechos.
Con mística de patria.
Con organización.


Y con pasos que nos lleven a la victoria definitiva de la democracia y la libertad sobre la barbarie.

La opinión emitida en este espacio refleja únicamente la de su autor y no compromete la línea editorial de La Gran Aldea.